Revista Cine
La creación cinematográfica no resulta tan maravillosa y fascinante cuando eres el responsable de un proyecto. Frank Darabont siempre había sido un cinéfilo empedernido y sentía una irresistible necesidad de convertir su pasión en profesión. Cuando finalmente tuvo la oportunidad de adaptar el relato corto de Stephen King, Rita Hayworth and the Shawshank Redemption, debió sumirse en un extenuante proceso creativo que le absorbió completamente durante largo tiempo.
"En una ocasión, le pregunté a George Lucas por qué no había dirigido en veinte años. Su respuesta fue que el trabajo demanda demasiado, te exprime, y te deja sin fuerzas al terminar. Cuando empecé a dirigir, entendí más claramente sus sensaciones. Cadena Perpetua consumió casi un año y medio de mi vida. Lo más asombroso de una película no es si es buena, sino que haya podido completarse hasta el final."
Pero... ¿cómo alguien puede quejarse de ello?, ¿cómo se pueden poner trabas a un oficio tan glamuroso? Darabont no niega ni contradice nada en sus palabras acerca del oficio de director. Simplemente pone de relieve que el sacrificio y la dedicación no son elementos que estén exentos de la profesión de realizador porque, aunque parezca una obviedad tener que recordarlo, gran parte de los estudiantes de cinematografía emprenden dicha titulación esperando que todo sea un camino plagado de gloria, reconocimientos, alfombras rojas, y entrevistas tipo junket.
¿Cuales son algunos de los momentos más dulces en la vida de un director al rodar una película?. Si tomamos el caso de Cadena Perpetua, Darabont enumera los siguientes: conocer a Stephen King tras 14 años de conversaciones, cartas, y llamadas telefónicas; conocer y compartir los conocimientos de un cineasta como Rob Reiner; mostrarle el montaje final a George Lucas y recibir el feedback de Susan Sarandon, Billy Crystal, Tom Cruise, Jack Nicholson, Arnold Schwarzenegger, y Barbra Streisand.
Unas vivencias extraordinariamente interesantes pero exploremos la otra cara de la moneda en el mismo caso. La preproducción de Shawshank empezó en enero de 1993 con pruebas de casting, localización de exteriores, interminables reuniones con miembros del equipo técnico, y largas charlas con la productora, Niki Marvin, sobre la conveniencia de un actor u otro. Los viajes también son parte esencial de la pre-producción. De los cinco meses que duró esta fase, tres tuvieron lugar en Los Angeles y dos en Ohio, buscando los mejores exteriores para el film.
Tras este intenso periodo empieza el trabajo de verdad. Tres meses de rodaje en Mansfield (Ohio), con jornadas de trabajo que oscilaban entre 15 y 18 horas, seis días a la semana. Y, durante el domingo (el supuesto día de descanso), planificar con detenimiento cuales serían los planos a rodar durante las escenas que se filmarían la siguiente semana. En palabras de Darabont, la sensación es la siguiente:
"Agotador es un calificativo demasiado cómodo para describir el proceso. Aún tienen que inventar la palabra idónea. Te acabas convirtiendo en una especie de zombie, que funciona con piloto automático, y que solo recuerda que hay que poner un pie antes que el otro al caminar."
La tensión acrecenta el cansancio. Dormir plácidamente es parte de un lejano recuerdo y la energía invertida, a nivel físico y mental, resulta extenuante. El estrés se hace patente en toda la extensión del término. Pero, si sobrevives a todo ello, llega el último día de rodaje que pone fin a ocho meses de trabajo ininterrumpido alrededor de un mismo proyecto. Pero ¿todo ha terminado? Ni mucho menos...
Tras un par de días de descanso en casa con la familia, llega el momento de iniciar la post-producción. Una fase más calmada a nivel físico pero igual de exigente a nivel mental. Para The Shawshank Redemption, se invirtieron varios meses más trabajando, siete días a la semana, en el montaje de la película (eligiendo los mejores planos para cada escena). También es el momento en que se incorpora la banda sonora musical y los efectos de sonido. Y eso en una cinta que no tiene efectos especiales...
Llegados a este punto, todos podemos pensar: "vaya con este Darabont! menudo quejica! realiza una película con la que siempre ha soñado, con grandes medios a su disposición, y lo que único que hace es lamentarse."
Darabont replica a esta especie de voz de la conciencia propia que, en ningún momento, trata de buscar que se le compadezca. Él está realizando su sueño pero nadie dijo que todo sería siempre apasionante y divertido. Lo que el director se esfuerza en transmitir, cada vez que le invitan para dar charlas en escuelas de cine, es lo siguiente:
"Veo en nuestra sociedad como se expande sin control la idea de complacencia entre la gente joven, parece que todo se puede obtener sin esfuerzo. La MTV, las videoconsolas, los canales de telecompra, manifiestan tener un efecto narcótico que desplaza la conciencia hacia lo fácil, lo inmediato, todo aquello que se puede conseguir sin esfuerzo alguno. Cuando Los Einsteins, los Schweitzers, los Lindberghs... son sustituidos, como modelos de comportamiento, por nuevos ídolos como Bart Simpson y Beavis y Butthead, tenemos un problema. No soy un censor que cree que estos personajes son el principio y final de todos nuestros problemas, no quiero darles tanto crédito. Pero constato que cada vez tengo menos paciencia ante los productos que exaltan y glamurizan la pereza y la estupidez. Ni la ignorancia ni la falta de exigencia deberían ser valores a transmitir."
"Lo siento chicos pero no creo que nuestros padres fundadores tuvieran el 'vámonos de fiesta' en mente cuando consagraron el principio de la búsqueda de la felicidad. La vida no viene con una garantía de diversión. La vida es lo que hacemos con ella y la mayor pérdida que podemos experimentar es no aprovechar nuestras potencialidades en el poco tiempo que nos han dado. En las charlas que he dado en escuelas de cine y universidades, me he dado cuenta de que lo único que no enseñan es como creer en uno mismo. Y he sentido la necesidad que tienen los estudiantes de recibir la seguridad de que sus proyectos, por muy inalcanzables que puedan resultar, son posibles."
"Pero hay que esforzarse. Yo mismo pasé nueve años de trapicheos, caídas, y decepciones hasta que conseguí ganarme la vida como guionista. Pero en los nueve años siguientes, no he parado de trabajar. Soy afortunado aunque creo que cada uno se fabrica su propia suerte. Hay que mostrar determinación y esfuerzo, buscar implacablemente lo que quieres, aprovechar cualquier oportunidad y tener una fe indestructible en uno mismo. Siempre suelo bromear diciendo que hay mejores directores y guionistas que yo trabajando en zapaterías y hamburgueserías. La diferencia es que yo estaba dispuesto a pasar por nueve años de esfuerzos y ellos no. El Presidente John F. Kennedy lo explicó mejor que nadie: 'queremos ir a la luna no porque sea fácil, sino porque es una ardua tarea'. Por consiguiente, si tienes un sueño, persíguelo con todas tus fuerzas. Kennedy debe triunfar sobre Beavis y Butthead."
El mensaje que nos traslada Darabont es enormemente potente. Supone un alegato contra la complacencia y una oda al talento y a la expresión del mismo mediante el esfuerzo y la tenacidad. Es importante tener en cuenta que uno de los grandes motivos por los cuales se enamoró del relato corto de Stephen King, fue por el hecho de que leyéndolo descubrió que esta filosofía de superación y esfuerzo rezuma en cada línea del texto. Reflexionemos sobre ello y tengamos en cuenta que, además de disponer de oportunidades, también hay que saber ofrecerlas cuando se tienen posibilidades. King y Darabont son claros ejemplos de ambas cosas.