Revista Opinión

Cádiz, 1812-2012

Publicado el 13 enero 2012 por Franky
Hace doscientos años, España logró salir de uno de los baches más arriesgado de su historia. La desgraciada política española del siglo XIX dividió a España en dos bandos: el de los constitucionalistas o liberales –llamados doceañistas o partidarios de la Constitución de 1812, y también isabelinos-, y el de los realistas o absolutistas –partidarios de la monarquía tradicionalista, llamados carlistas o conservadores-. Con el Tratado de Valencey (1814), termina la guerra de la Independencia, al verse obligado Napoleón a otorgar la libertad a Fernando VII. Según Gregorio Marañón, cuatro ciudades van a destacarse por su españolismo frente a Napoleón: Madrid, donde se forjó, en el siglo XIX, el gran momento del espíritu nacional; Barcelona, en la que cristalizó el impulso industrial y una cultura regional; Bilbao, con su vitalismo vasco y capacidad para engendrar riqueza, y Cádiz, donde surge la nacionalidad española moderna, la prensa política y la vida social.

El cautiverio de Fernando VII en Valencey y la llegada de Napoleón a Madrid, con ánimo de anexionar España a Francia, ocasiona el traslado de la Junta Central a Sevilla, donde muere Floridablanca. Se forma un Consejo de Regencia, que acuerda convocar unas Cortes Constituyentes, para fijar un gobierno para la nación. Comienzan las reuniones en la Isla de León (hoy San Fernando), desde donde se trasladan a Cádiz. Las sesiones continúan en la iglesia gaditana de San Felipe Neri.

Los hombres de las Cortes de Cádiz elaboran la Constitución de 1812, de carácter liberal e inspirada en la francesa de 1791. Hay que recordar que la mayoría de las Cortes era enciclopedista, afrancesada e influenciada por las sociedades secretas masónicas, llegadas a Cádiz a través de Gibraltar. Cuando Fernando VII regresa a España, el pueblo lo aclama con gritos de: ¡Viva el Deseado!¡Viva el rey absoluto! ¡Vivan las caenas!. En Valencia le presentan el “Manifiesto de los persas”, documento de 69 diputados para restablecer el absolutismo. Y los Cien Mil Hijos de San Luis atraviesan España desde el Norte al Puerto de Santa María, bajo el mando del duque de Angulema, sin encontrar resistencia, para restablecer en Cádiz a Fernando VII como rey absoluto.

La doblez era la expresión típica de Fernando VII. Quería ser fiel a España, pero se alegraba y felicitaba a Napoleón por sus victorias sobre los españoles. Decía aprobar los decretos de las Cortes, pero declaraba nulos todos los actos de esas Cortes. Se declaraba constitucionalista, pero iniciaba su reinado con el sexenio absolutista (1814-1820), pasa al trienio constitucional (1820-1823) y vuelve a la década absolutista (1823-1839). El pueblo, a medida que lo fue conociendo, fue perdiendo su confianza en él. En el siglo XXI, hemos visto en España gobernantes neutros con esta doblez característica para mantenerse en el poder. Goya deja en sus retratos los ojos negros desafiantes de Fernando VII. La doble España acabó enfrentada en una guerra civil, la guerra carlista. Pero, afortunadamente, España ha cambiado y los españoles también. JUAN LEIVA


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