No permitamos que la Tristeza gane.
La vi entrar en la aldea y por algún tipo de corazonada me dio la impresión de que llegaba con la intención de quedarse. Las calles se oscurecían a su paso y las piedras que formaban los muros se volvían frías. La vi calar los muros de las casas filtrándose por cada una de las fisuras y penetrando hasta las entrañas. Vi como llegó llevándose las ganas, arrasando cualquier indicio de apetito o interés por algo. La vi atravesar los límites de las fortalezas que preservaban la vida en su interior, para terminar implantando su tiranía.
Se hicieron las tinieblas donde antes había luz, cubriendo con su manto de apatía todo cuanto encontraba a su paso y convirtiendo en rocas inertes todo lo que antes era naturaleza viva. La desidia fue haciéndose mayor y el encanto de antaño se volvió desagrado. El abandono de hábitos y obligaciones se hizo norma en el lugar, con la fatal consecuencia de la pérdida de cosas como la belleza y la armonía. Grandes cosas antes admiradas por los habitantes, perdieron su esplendor. Vi como empezaba a propagarse una epidemia incómoda de dedcontento, llegando a contagiarse todo aquello que permanecía en el lugar. En cualquier parte donde yo ponía la vista aparecía pena, nostalgia o aflicción.
No se veía en ninguna parte el brillo que suele brillar en los ojos infantiles mientras esperan que algo mágico suceda, llenos de ingenuidad. No existía esa risa inocente y cándida, carente de maldad, propia de la infancia. La pureza de las obras buenas de la gente, se convirtió en interés.
Desaparecieron las estaciones. Ya no había primavera, ni verano, ni otoño, ni invierno. No se diferenciaban el día de la noche. Todos los días sucedían muy iguales. El tiempo transcurría impacable transformando los días en semanas, las semanas en meses y los meses en años, sin ningún objetivo. Sin ninguna finalidad. Todo se convertía en aplastante rutina.
Terminé agotado cayendo rendido y me quedé dormido. Tuve un tormentoso sueño en el cual la Tristeza me hablaba y me decía que era ella la que estaba actuando en la ciudad y su objetivo era matar la alegría y robar la ilusión de las personas.