CAFÉ CORTADO, DE JOSÉ FRANCISCO ALONSO, por Antonio Parra Sanz
SINOPSIS: Un pene aparece cercenado en un apartamento turístico del Casco Viejo de Bilbao. ¿A quién pertenece? ¿Qué ha podido ocurrir allí? La Ertzaintza y la jueza Anne Campuzano deben investigar el caso y, para ello, esta contará con la valiosa ayuda de su amigo, el profesor Loizaga, que no solo debe hacerse pasar por su pareja sentimental sino, también, vencer la atracción sexual no resuelta que innegablemente existe entre ambos. Pronto sus pesquisas les llevan a la redacción del periódico Correia, en donde tendrá que infiltrarse Ama Loizaga para averiguar quién está ordenando al director del diario, Txipirón Gutiérrez, perseguir a la jueza.
VOLVIÓ LOIZAGA
Cada vez que el profesor Loizaga, ínclito docente del área de Filosofía, es requerido para colaborar en un caso, nuestras papilas literarias se ponen a funcionar, sabiendo al menos dos cosas: que nos vamos a topar con una investigación curiosa y no exenta de tintes sociales, y que el citado profesor nos va a hacer pasar un puñado de buenos ratos, acompañado de la jueza Campuzano y de su ertzaina amigo, Román Escudero.
Obviamente, esto no es nada nuevo, y no ha nacido de la noche a la mañana, antes ha habido dos casos más (Pisto a la bilbaína y Milhojas de jamón) en los que Bilbao se volvía –aún lo sigue siendo- un estupendo marco para hablar de corrupciones económicas, tramas e intrigas políticas y cualquier otro mal de esos que han pasado a acecharnos tanto en las últimas décadas, cuando el odio, la ambición o el puro crimen pasional parecen haber dejado paso a los nuevos temas que ahora se han vuelto eje central de tantas y tantas novelas.
¿Por qué, entonces las novelas de Loizaga tienen ese punto canalla y gamberro que a tantos lectores atrae? Pues quizá por la forma de encarar la vida que tienen el profesor, sus amistades (incluiremos aquí también a Ama Loizaga) y hasta el papel que desarrollan sus alumnos, sometidos muchas veces al escrutinio cognitivo de analizar el tema, siempre delicado, que sustente el crimen de turno. El fresco social está ahí y su autor lo aprovecha a las mil maravillas.
Y hablando de su autor, justo es reconocer los méritos de José Francisco Alonso, que se ha ido ganando poco a poco un lugar entre lo mejorcito del género, por todas las razones que hemos mencionado hasta ahora, pero también por la habilidad de presentar los casos de manera directa y clara para los lectores, evitando circunloquios y yendo al grano con una prosa a ratos también gamberra.
Un pene amputado sin cadáver es el arranque de este caso, al que se suma una campaña brutal de desprestigio hacia la jueza Anne Campuzano, a la sazón pareja (o algo así) de Loizaga. La intriga criminal se aliará ahora con los secretos políticos que pueden hundir carreras, y unas amenazas que harán tambalearse el núcleo vital de Loizaga. Ahí queda el imán para los lectores en un Bilbao que, como siempre, es un personaje más, con su modernidad y su tradición, la que permite que Alonso cocine sus tramas de manera más que suculenta.
JOSÉ FRANCISCO ALONSO (Bilbao 1968) es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Deusto. Trabaja como profesor de Filosofía en la ciudad de Valladolid. Partidario de una novela negra cercana, sin violencia expresa y de contenido social, utiliza la gastronomía y el humor como armas narrativas. Con su primera novela, Pisto a la bilbaína, fue finalista del premio ICUE Negro 2022 en Cartagena Negra, a ella le han seguido dos nuevos casos del profesor Loizaga, Milhojas de jamón y Café cortado
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