Café y manzanilla.
Estoy enamorado, madre.
Solo que esta vez
quedaron atrás
esos cuentos de amor eterno,
y las fábulas odiosas,
pero bien remuneradas,
historias del «para siempre».
Estoy enamorado, madre.
Sé que no será para siempre,
solo para el resto de mi vida.
La veo conmigo este otoño,
y escogiendo, también,
los regalos de diciembre.
Bebiendo café por las noches,
y ella una manzanilla.
Estoy enamorado, madre.
Le quiero aun cuando ella misma no se quiere.
Cuando se pone difícil,
aunque supongo que así son todas las mujeres.
Le quiero siempre,
incluso también cuando se ausenta.
Cuando se pone a ver tutoriales de belleza,
cuando llora, se chiplea, o está contenta.
No le voy a querer eternamente,
eso es seguro.
La materia se caduca con la muerte,
sin quedar rastros del pasado,
del presente, o del futuro.
La voy a querer lo necesario,
solo el resto de mi vida.
No importa el mes del calendario.
Un día estaremos juntos,
y voy a leerle poesía.
Nos sentaremos en la mesa diario.
Bebiendo café por las noches, y ella una manzanilla.