La campaña electoral catalana no ofrece programas, sino sexualidad, insultos y escatología, y su icono para la historia debería ser un círculo de caganers apoyados en las banderas de sus partidos para mantenerse cómodamente en cuclillas mientras fertilizan la senyera.
El elemento más singular de los Nacimientos catalanes, que empiezan ya a montarse, es la figura del caganer que se desahoga observando la escena navideña.
La campaña de todos los partidos parece ese círculo en el que los caganers se humillan, hacen chistes verdes y marrones, y se ciscan la que fue la región española más próspera y con una gran clase media bien educada.
Ahora tenemos esta propaganda con frikis como Carmen de Mairena, un señor con la cara deformada por el bótox invitado por la universidad Pompeu Fabra, Joan Laporta, expresidente del Barça, abrazado a una actriz porno, y el resto de los partidos con alusiones al sexo hasta llegar al orgasmo de una votante del socialnacionalista "Josep" Montilla.
Todos dejan el mensaje de que los demás españoles son ladrones que explotan a los catalanes, especialmente los de CiU, ERC y PSC-PSOE, aunque la acusación oculta el deseo de ganar sólo para llevarse las comisiones por obras, del tres al treinta por ciento.
Frente a los Tea Party a la americana tenemos, pues, el invento catalán del Caganer Party que será copiado en el resto de España en las campañas electorales de la próxima primavera: como se sabe, los catalanes siempre fueron La Vanguardia Española, aunque el periódico franquista haya quitado de la mancheta lo de española.
Treinta años de nacionalismo y socialnacionalismo han convertido Cataluña en ese Caganer Party, un caso que quizás no sea tan vanguardista: todo el país ha ido volviéndose procaz y grosero.
Desprestigiada la Transición, España ha vuelto a ser incivil. Esa es su verdadera Memoria Histórica.