No hay problema en llamar las cosas por su nombre. Algunas cosas, además, no mejoran con eufemismos. Las funciones fisiológicas son lo que son: partes de nosotros mismos. “Caga el rey, caga el papa, de cagar nadie se escapa“, nos recuerda el refranero. El final de la digestión, la eliminación de los restos fecales tiene, sin embargo, componentes sociales y culturales que pueden representad dificultades a lo largo de la vida. Y los niños alcanzan la suficiencia social de la deyección tras un período de aprendizaje, como con todo lo demás.
Lamentablemente estas materias, las fecales y las socioculturales, no suelen figurar en los tratados de Medicina y nunca se explican en las facultades y escuelas de Medicina, enfermería y demás ciencias de la salud. Al menos que yo tenga noticia. Apenas quizá en estudios de postgrado de gastoenterología o proctología.
Recuerdo que una tratado antiguo de Pediatría, de Emil Feer, pediatra suizo que describió la acrodinia, anterior a 1940, que las primeras páginas las ocupaban unos estupendos dibujos hiperrealistas de pañales con deposiciones de colores y composición diversa que en el texto se identificaban con otros tantos trastornos. Durante muchos años los pediatras incluíamos el examen de las heces en nuestras habilidades diagnósticas. Pero pocas veces hemos dedicado tiempo a la mecánica o las características del acto de la defecación.
Durante los primeros tres años de vida las deposiciones son espontáneas, involuntarias e impredecibles, se recogen en pañales que, en Occidente, no se hicieron populares hasta el siglo XVII. La recogida y disposición de las deposiciones de los niños pequeños han ocupado una porción sensible del tiempo de la mujeres-madres. No ha sido hasta la segunda mitad del siglo XX que se inventaron los pañales desechables de celulosa, enorme negocio que mueve millones, si pensamos que cada bebé puede utilizar entre 4 y 5000 pañales, antes de adiestrase en el control de esfínteres.
En los hospitales españoles la llegada de los pañales desechables tardó bastante. En los años 80, junto con la supervisora de Neonatos de nuestro servicio llegamos a hacer un estudio que se publicó en una revista de enfermería(1), para convencer al gerente de la necesidad de utilizar pañales desechables en vez de los de toalla textil e imperdibles que se empleaban.
Las familias y los educadores de parvulario dedican tiempo y esfuerzos para enseñar a los pequeños a hacer sus deposiciones y controlar sus esfínteres. El fracaso en ese control más allá de los 4-5 años se denomina encopresis, tema al que ya hemos dedicado una entrada en este blog (Encopresis).
En general, una vez se ha adquirido el hábito social, familias y médicos nos desentendemos bastante de cómo, cuando y dónde los niños hacen sus necesidades. Sometidos a la disciplina escolar y a menos que los niños hayan adquirido una regularidad matutina siempre envidiable, la gente pequeña no lo tienen todo fácil. Los retretes no están siempre lo limpios y practicables que uno desearía y eso puede retraer a mucho menores, demorando la espontaniedad de la deposición a otros momentos del día. Ahí suele estar la raíz del estreñimiento crónico. Los niños pequeños pueden no sentirse cómodos sentados en las tazas de water de adultos. La compresión poplítea hace que se les duerman las piernas y se sientan incómodos. La recomendación de que pongan los pies en el borde de la taza y se agachen en cuclillas hace difícil mantener el equilibrio si no hay algún punto dónde agarrarse, pero puede enseñarse y aprenderse.Al fin y al cabo, cagar sentado es una adquisición reciente en Occidente. En España ya hace tiempo que desaparecieron los wateres llamados morunos, todavía populares en Francia y otros países. Muchos expertos coinciden en que la posición agachado es una forma más fisiológica de defecar.
A los niños hay que enseñarles cómo limpiarse adecuadamente: de delante hacia atrás, y en la medida de lo posible utilizar papel hasta que uno aparezca limpio. Y es fundamental la higiene perianal con agua y jabón al menos una vez al día. Y prodigar los consejos sobre cómo poner la ropa, los pantalones, para evitar que caigan al suelo y se ensucien.
Por último hay que dejar bien claro que después de cagar hay que lavarse las manos. Siempre. De manera que forme parte del mismo ritual.
A lo largo de las visitas pediátricas durante toda la infancia es muy conveniente preguntar activamente sobre el patrón de deposiciones y los horarios, rutinas y forma de utilizar los servicios higienico-sanitarios. Muchos trastornos digestivos que se prolongan en el tiempo como la celiaquía o el estreñimiento crónico, que hacen la vida miserable a niños y adolescentes, pueden quedar ocultos detrás de barreras de pudor mal entendido por no preguntar.
Cagar es demasiado importante como para quedar desatendido.
X. Allué (Editor)
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1.- “Uso y gasto de pañales en una unidad neonatal” X. Allue. D.Pareja, D. Martin, et al. Rev. Enferm, 1986, 94:28