En un día para olvidar me ha venido a la memoria la historia de Reginald Perrin, la telecomedia británica de enorme éxito en los años 80 (http://www.kane3.es/television/caida-y-auge-de-reginald-perrin-la-inmortal-extravagancia-britanica.php). No la seguí con asiduidad pero recuerdo vagamente la historia del protagonista: ¿qué ocurriría si mañana decidiésemos renunciar a todo lo supuestamente conseguido y estuviésemos dispuestos a volver a empezar?
Reunido esta tarde con uno de mis socios he mencionado la historia de Jean Nouvel. Se cuenta que su alma de artista lo llevó a la ruina en dos ocasiones, por lo que finalmente cedió el 51% de su empresa a su socio y compañero de la Escuela de Arquitectura, Michel Pelissie, con el que lleva asociado 11 años. Entre ambos han logrado que el estudio funcione y sea rentable. Nouvel se dedica a la parte creativa y Pelissie a la gestión de la empresa.
Ser un buen arquitecto no garantiza ser un buen director de un estudio de arquitectura, de la misma manera que ser un buen gestor de estudio perjudica en muchas ocasiones al curriculum artístico del taller.
Muchos son los ejemplos de artistas arruinados. El mundo del cine, por ejemplo, nos ha dejado varios, desde Orson Welles a Francis Ford Coppola. Una cosa es ser director de cine y otras ser un hábil productor.
El caso es que en ocasiones debemos seriamente preguntarnos en que aspecto de la vida queremos triunfar y quizá sea preciso empezar por organizar nuestro lado más doméstico: aquel en el que están quienes verdaderamente nos quieren y a quién echaremos de menos cuando los perdamos. Si no es que ya lo hemos empezado a hacer.
Algo así como ser incapaces de diseñar una sencilla vivienda y pretender ganar el concurso de la nueva terminal de un aeropuerto internacional.
Luis Cercós (LC-Architects)
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