Calaveras y diablitos

"No quiero morir sin antes haber amado. Pero tampoco quiero morir de amor"
(Calaveras y diablitos)

Ya no me gustan los chicos malos. Tampoco los buenos. Me gustan los chicos perfectamente imperfectos. Ya no me gusta el total look de la cabeza a los pies. Me gustan los looks perfectamente descombinados. Como éste.

 


Empecé arriesgando con unas tachuelas con forma de calavera en la sudadera con un punto casual. Cuando estaba a punto de pasarme, decidí frenar con un taconazo, un cinturón dorado y un bolso de mano que vio la luz del sol aunque había nacido con vocación de nocturno.



Y resulta que funciona. Y que no resulta forzado. Y te das cuenta de que pasarte la vida sufriendo por combinar zapatos y bolsos es un coñazo. Y feo.



Porque la perfección es aburrida y previsible. Porque hacer un puzzle con tres piezas es fácil, pero la emoción está en encontrar la otra pieza de un puzzle que parecía imposible. Y mezclar el verde militar con el dorado del colgante y que funcione. Y ser más Carrie y menos Charlotte.







Y un día empiezas a combinar los vaqueros con el taconazo, y el algodón con las lentejuelas. Y otro día, empiezas a pasar de los atormentados porque son como combinar bolsos y zapatos. Un coñazo. Y pasas de los buenos porque nunca son tan buenos. Y ya no te gustan ni Brandon ni Dylan (es un símil vintage pero soy de la generación de la Constitución, ¿qué pasa?). 



Y empiezas a ver el encanto del perfectamente imperfecto. Y de lo perfectamente desccombinado. Deber ser que me estoy haciendo mayor. O un poco más lista.