Somos el cociente exacto,
el resultado, a veces ilógico,
de un cálculo estadístico
de improbabilidades numéricas.
Somos un cúmulo de casualidades,
fruto de un desordenado orden de encuentros
por alcanzar este mundo,
y convertir
lo inexistente en existencia.
Somos una creación divina,
un milagro, dicen algunos.
Lo dicen esos necios,
los mismos que hablan de una fe disfrazada de dogmas,
cuando saben que la fe,
siempre vive entre incertezas.
En los derroteros de sus verdades
aparecemos de la nada,
emergemos como un ave fénix
de ese vacío, y nuestro ego,
piensa que somos el centro
de un planeta desbordado.
Somos esa billonésima probabilidad,
fruto de un improbable, inesperado,
suceso de fecundación.
Somos millones de vidas improbables.
Millones de muertes seguras.
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