Ganado: dos novillos de Saltillo (primero y cuarto) y dos de Juan Pedro Domecq (segundo y tercero), bien presentados y de juego desigual, siendo aplaudidos en el arrastre primero y segundo, silenciado el tercero y pitado el cuarto.
Calerito: dos pinchazos y estocada (vuelta al ruedo tras petición); y estocada tendida y caída (dos orejas).
Víctor Barroso: estocada (dos orejas); y media estocada, dos pinchazos, estocada y cinco descabellos (saludos tras un aviso).
Plaza: Las Canteras (Priego) Un cuarto de entrada en tarde de temperatura agradable. Segunda semifinal del Circuito de Novilladas de Andalucía.
Calerito y Víctor Barroso salieron este sábado a hombros tras su actuación en el Coso de Las Canteras, que acogía la segunda de las semifinales del Ciclo de Novilladas de Andalucía, tras dos actuaciones en las que se notó la experiencia de uno y la bisoñez de otro, sobre todo ante los ejemplares que más exigieron, en este caso pertenecientes al hierro de Saltillo.
Porque fue precisamente Calerito el que se mostró más solvente ante el noblote utrero de la divisa cordobesa que abría plaza, en una faena de muleta a la que le faltó algo más de transmisión, pero en la que no faltaron pasajes destacables, particularmente en varias tandas por la derecha rematadas con largísimos pases de pecho.
El fallo con los aceros privó al sevillano de tocar pelo, algo que si consiguió en el segundo de su lote, un basturrón ejemplar en este caso de Juan Pedro Domecq, al que recibió a portagayola y con el que se mostró muy solvente toreando con la diestra, recurriendo a las cercanías en el tramo final de la faena, que remató con unas ajustadas manoletinas.
Por su parte, Víctor Barroso ofreció dos visiones completamente distintas en cada uno de los ejemplares que le tocaron en suerte. Así, con el de Juan Pedro, al que recibió con dos largas cambiadas, dejó con la muleta varias tandas por el pitón derecho de gran enjundia, recurriendo a invertidos y manoletinas antes de finquitar a su oponente.
Con el de Saltillo, todo un marrajo, fue otro cantar, con una pésima lidia y todo un recital de capotazos por parte de la cuadrilla que hicieron que con la muleta, Barroso tuviera que «coger el olivo» en varias ocasiones ante el evidente peligro del novillo.