En un mundo ideal todos deberíamos decir lo que pensamos sin tener mido a las represalias, vergüenzas propias o ajenas, pero la verdad es que todos aplicamos la filosofía de callar. La verdad es que en muchas ocasiones lo hacemos para evitar conflictos, para no quedarnos encallados en una situación o simplemente.
Esto suele ocurrir cuando no se produce un debate sino más bien una batalla, una de esas dónde solo puede quedar uno, y no es tan importante la solución real sino dejar claro quién manda mas que quién tiene razón. Ante esta situaciones lo más habitual y sino quieres enfrentarte con la dirección o los que mandan, uno tiende a callarse, a pensar en eso tan clásico de a mí por lo que me pagan paso me de meterme en berenjenales.
De esas actitudes vienen luego muchos problemas, porque se ha evitado hablar abiertamente y se ha asumido que la falta de crítica a una posición es que están todos de acuerdo, cuando la realidad es que han perdido toda la esperanza de poder explicar su punto de vista, y sobretodo, que no quieren discutir y que por mucho que la lógica nos pueda dar la razón, las decisiones se acaban tomando en base a quién manda y no en base a la respuesta más adecuada.
Sobre este particular, me viene a la mente dos polémicas recientes, el autobús de Hazte Oír y la Drag Queen del Carnaval de Canarias. En estas polémicas se ve claramente que estamos en una posición de conmigo o contra mi, y los mismos argumentos que se usan para defender una postura son rechazados para defender la contraria, y mira que son básicamente los mismos. El resultado es que cada vez más gente empieza a asumir la frase de que calladito estás más guapo.
Estoy de acuerdo que gracias a este principio nos ahorramos escuchar muchas tonterías, pero del mismo modo también nos perdemos opiniones interesantes que nos podrían dar una mejor comprensión del mundo. Lamentablemente el miedo a ser señalado, a ser etiquetado a base de dos frases sacadas de contexto no aconseja a no decir nada y usar frases tan cargadas de conocimiento y profundidad como parece que refresca o el tiempo está loco, cuando nos preguntan que pensamos.
El riesgo de posicionarse en temas como el aborto, las drogas, la prostitución, la pena de muerte, y lo he vivido en persona, te coloca inmediatamente en una categoría mental que ha construido la sociedad y donde pasas a ser enemigo o amigo, y da lo mismo los cientos de matices que puedas aportar.
Con esta hipocresía que nos rodea y como una capa viscosa y que no podemos quitarnos de encima, vamos ocultándonos cada vez más, asumiendo posiciones que percibimos mayoritarias para no ser excluido de la sociedad en la que vivimos. El resultado es que cuando podemos opinar sin que nos miren, sin que lo sepan, sin que nadie pueda exigirnos responsabilidad por nuestra propia manera de entender el mundo, los resultados sorprenden a todos.
Este fenómeno lo hemos visto repetidas veces en las elecciones, y en vez de comprender que hay voces que no tienen representación, se dedican a criminalizarlas, a estigmatizarlas y llamarlos idiotas, burros, tontos, estúpidos y una larga lista de adjetivos que no se diseñaron para ensalzar la personalidad de las personas.
La ventaja, porque todo tiene su lado bueno, es que desde fuera parece que todos seamos estupendos, estamos de acuerdo en todo, y que somos lo más bueno que hay sobre la faz de la tierra, lo malo es que si no eres un turista o un consultor independiente que viene a verificar una situación, tu sabes realmente que debajo de esa capa que cuesta un dineral en marketing y subvenciones, hay un pozo de rencor, de rabia, de ansiedad, de ganas de poder decir los que se piensa sin que nadie te señale con el dedo.
Lo más cachondo, o como mínimo curioso, es que cuando te atreves a hablar con gente te das cuenta que esta imane de homogeneidad no es compartida por todo el mundo, que en verdad no estás solo y que hay mucha gente -más de lo que los medios dicen- que opinan como tú.
¿Os imagináis si toda esta gente encontrara a alguien que les representara -o pretendiera representarlos?, sería tremendo y las fuerzas vivas del pensamiento orweliano se volverían locas. Lo malo es que no sabrían reaccionar, además sería tarde y lo más probable es que volvieran a criminalizarlos como estúpidos, y cuando ya llevas mucho tiempo considerado un enemigo en tu mente se forma la idea de que si que eres el enemigo por consecuencia el es tu enemigo, y esto sería solo el principio para una nueva redada moral pero con un foco distinto. En resumen, nada nuevo bajo el sol.
No se yo si esto podrá cambiar algún día, si una persona podrá decir lo que pienso sin miedo, si se puede debatir sin tener que pensar en el otro como el contrario sino como un punto de vista diferente. Quizás sí, quizás no, pero de mientras cuesta mucho pagar el precio de pensar por uno mismo, porque al final, acabas siendo enemigo de los dos grupos y te quedas con cara de tonto escribiendo un post antes de buscar a tus hijos mientras te tomas un café pensando, ¿renuncio a mi libertad de pensar o aguanto las críticas y me convierto en un borrego más?