Todos estamos de acuerdo en que nuestra identidad reside en nuestra memoria. Los recuerdos, esas imágenes, a veces engañosas, que almacenamos precariamente acerca de nuestro pasado son una de las mejores armas para interpretar el mundo, para usar nuestra experiencia en pos de tomar decisiones correctas. Por eso es especialmente trágico el destino del protagonista de Calle de las tiendas oscuras, Guy Roland, un ser desmemoriado sobre sí mismo que, una vez jubilado de su trabajo de detective privado, va a emprender la mayor búsqueda de su carrera, la búsqueda de sí mismo.
Pero ¿qué es la identidad? ¿podemos fiarnos de nuestros propios recuerdos? En el caso de Roland, cualquier pista, cualquier atisbo del pasado le sirve para ir recuperando vivencias, no sabemos si reales o ficticias, pero que en ningún momento le hacen volver del todo al mundo de la normalidad, porque todos sus éxitos (siempre parciales) son precarios y pueden desmoronarse en cualquier instante:
"Hasta ahora todo me ha parecido tan caótico, tan fragmentario... Retazos, briznas de cosas me volvían de repente según investigaba... Pero, bien pensado, a lo mejor una vida es eso..."
En Calle de las tiendas oscuras encontramos condesadas muchas de las obsesiones de Modiano: la precisión y realismo en las descripciones de las calles de París en las que transcurren las indagaciones del protagonista, los recuerdos de los años de ocupación de los nazis y, sobre todo, la inseguridad de la existencia de un hombre enfermo de soledad, que se conformaría con encontrar algo de felicidad en su turbio pasado. Los críticos de Modiano suelen reprocharle que siempre escribe la misma novela. Él se refería a esta circunstancia en una entrevista que concedió Álex Vicente hace unos años y que reprodujo el diario Público:
"No es algo premeditado, pero me doy cuenta de que hay ciertos temas que aparecen una y otra vez, como una cantinela que se va repitiendo. A veces incluso me veo obligado a buscar entre mis libros para verificar si hay cosas que ya he escrito antes. Mi literatura es como un caleidoscopio en el que las figuras que se forman parecen diferentes, pese a estar construidas siempre con las mismas piezas.
(...) Pese a estar ambientado en otro momento y en otro lugar, todos mis temas de predilección acaban apareciendo en la novela, como la soledad, la búsqueda de la identidad o la guerra."
Como lector, la prosa de Modiano me seduce y me repele a la vez. Me seduce porque soy capaz de pasearme por los escenarios que describe gracias a sus descripciones casi cinematográficas. Pero la historia que trata de contar no acaba de atrapar mi interés, como si el personaje de Roland fuera más un fantasma que un ser real. Tampoco acaba de convencerme la vocación experimental de algunos capítulos: los que no contienen más que un solo párrafo o los que están dedicados a transcribir fichas de personajes que ayuden al protagonista en su investigación. Mientras escribo estas líneas, me entero de que Patrick Modiano acaba de ganar el premio Nobel. Ahora sus libros reaparecerán en todas las estanterías, se hablará de él y se le leerá aún más. Por mi parte, pienso darle una segunda oportunidad con su famosa Trilogía de la ocupación.