Ahora subiremos por esta misma cuesta de San Justo, hacia una de las calles que desembocan en ella, me refiero a la calle de San Miguel, que nos conduce a la iglesia del mismo nombre y que es contenedora de un cobertizo en la zona del ábside de la misma.
Justo enfrente de su entrada principal se encuentra la famosa “Casa del Duende”, cuya leyenda se refiere a que en la edad media, la clase de personal que accedía a ella (entre otros agoreros brujas, hechiceros y celestinas), la hizo de salir ardiendo una noche, arrasando el edificio según dice la leyenda.
Este barrio pese a quedar tan cerca del Alcázar Imperial, se nos antoja que es como estar en otro mundo, recreando precisamente el ambiente medieval por el que debió de estar influenciado. Ya sabemos que Toledo en aquella época gozaba universalmente de fama brujeril, por tal motivo aún quedan en este distrito topónimos que determinan su bagaje, como por ejemplo el callejón del Infierno, el callejón del Diablo o la plazuela del Seco.
Pero esta fama, debe de venirles realmente a estas calles, porque según los anales de la historia y sobre todo la obra “Toledo Pintoresca” escrita por José Amador de los Ríos en el año 1845, al describirnos sus más célebres monumentos, en su página 309 dice que la casa-palacio (manzana) que había pegada a esta iglesia, perteneció a la orden del Temple, legándonos además un dibujo firmado por Blanco, referente a una hornacina denominada como “alacena templaria”.
En mi caso, yo viví el primer año de mi vida precisamente en la calle San Miguel, no sé si esto conllevó a que las improntas, pero sobre todo los efluvios de este lugar se adhieran en mi persona.
Y fue en mi juventud y gracias a mi afición por lo heterodoxo y por lo cerrado, que mis ganas de saber me atraparon a estas calles como si de un imán se tratara, lo que me hizo estudiarlas profundamente, según el pensamiento de estos caballeros, al mismo tiempo monjes y guerreros, que al hacerlos desaparecer dejaron un halo misterioso, sin precedentes en nuestro tiempo.
Por tal motivo, investigué a fondo el significado de los topónimos de sus calles, comprendiendo que estas eran como un código secreto, solo para ser comprendido por ellos mismos o por los que eran iniciados en sus secretos. Supe también que esa misma calle guardaba un misterio, como era la Cueva de San Miguel, accediéndose a ella por la propia Casa del Duende y extendiéndose bajo tierra, hasta la propia iglesia y también hacia las casas contiguas.
Posteriormente en la última década del siglo pasado, en los 90 y tras la restauración de algunas de las casas que componen dicha manzana en el callejón de la Soledad, se descubrió lo que fue parte del palacio, que anteriormente había sido una casa islámica del siglo XI, por sus tallas en madera y por sus yeserías, aunque estando muy deteriorado el lugar, pero siendo muy bello en su conjunto.
Anteriormente y por dicho estudio, en el año 1982, hice algunos de los dibujos que aquí presento y que irán acompañando los resultados de aquella investigación, siempre bajo mi intuición, inspiración y un estudio muy exhaustivo del entorno con respecto a aquella orden.
En primer lugar dibujé su bella torre, en la que podemos ver a un freire lego de la orden, pues desde ella estos monjes-guerreros podían vigilar lo que ocurría entonces en los palacios reales (alcázar) o como se levantaba la cabecera y los transeptos de la catedral en gótico, además de advertir cualquier señal que les llegara desde el exterior, visible desde la alta y esbelta torre de San miguel.
También hice el dibujo de lo que podía ser el palacio del Temple, con alguna idea que ya tenía, pues había visitado dicha casa en la década de los 80, mucho antes de su restauración, dejando anotadas sus arcadas, sus columnas, su arco de entrada con leones, el hueco de la alacena donde se hallaba la alacena que dicen uso la orden para sus curaciones (según el dibujo antes descrito), así como su símbolo distintivo por trascendente, como son dos jinetes sobre un caballo llegando al edificio.
Una vez restaurada se observó que esta correspondía con una casa musulmana, posible residencia de algún médico islámico del siglo XI en tiempos de la Taifa toledana, precisamente por el antecedente de la mencionada alacena, que posteriormente debieron usar los Templarios en el siglo XIII, seguramente para las curaciones de sus contiendas contra el Islam, aquí en la península cuando reinaba Alfonso VIII.
En nuestro tiempo, hemos visto su hermoso patio en el centro, repleto de preciosas ruinas, desde donde se divisaban las constelaciones en verano, con sus alcobas a los lados y su almacén de enseres y depósito en la zona alta, así como sus sótanos en la zona baja, que servía de caballeriza y depósito de agua.
Estas historias entremezcladas con leyendas, son como el redescubrimiento de un poema, que al volver a su escenario primigenio, se transforman como si se tratara de una aparición real. Por tal motivo podemos usar aquí lo escrito por el poeta Rainer María Rilque, cuando dice: “Para comprender lo que es Toledo hay que imaginarse una realidad….. que tiene, en sí, el mismo sentido de una aparición”.
Este personaje anduvo vagando por varios escenarios, idóneos para su fiebre poética, muchos de ellos españoles, entre los que destacó la ciudad de Toledo, donde lo psíquico y lo espiritual afloran a poco que seamos un poco sensibles y podamos mirar al espejo que hay en el fondo de nuestro pozo.
Y es que ahora nos acercaremos a la guinda de este pastel, el antro secreto que guarda esta calle, ahora su famosa Cueva de San Miguel. Yo sabía por referencias de mi tía abuela Isabel, que tenía su casa en esa calle, que en la Casa del Duende, había en tiempos de la guerra civil una antigua cueva usada como refugio por gente del barrio.
Por tal motivo, me imaginé dicha cueva usada por los Templarios (pues estos se asentaban en lugares telúricos y muy especiales), gruta donde ellos tendrían sus encuentros secretos, tanto con cabalístas hebreos como con alquimistas árabes, y así la dibujé, plasmando en ella una de esas extrañas reuniones, en cuyo lugar se llevaban a cabo la transmisión de experiencias únicas, que posteriormente tendrían su efecto en la sociedad, pues hay que recordar que en aquella época se traducían en esta ciudad, todos los saberes conocidos. Esto dio paso a que Toledo fuera famosa por su magia, que en realidad no era más que pura ciencia.
En dicha Casa del Duende, ha vivido y ha tenido su taller el ceramista Vicente Quismondo. En su tiempo la cueva sirvió como almacén y al mismo tiempo se fue rellenando con los materiales sobrantes, lo que la hizo en parte inaccesible.
Más tarde la casa y la cueva, han pasado a manos de mi buen amigo Salvador Márquez, que tras mucho esfuerzo y con ayuda de su familia han desescombrado dicho antro y por tal actitud, ahora en nuestro tiempo puede ser visitado.
Al saber que el subterráneo estaba limpio y que pertenecía a dicha persona, desde el año 1989 en adelante, gracias a su amabilidad y a la de su mujer Mª. Teresa, pude por fin enseñar la Cueva de San Miguel a miles de personas, haciéndola internacional en el tiempo, pues lógicamente esta formaba parte de mi paseo nocturno denominado como “Recorrido de los Templarios”.
A mi amigo Salva, también le debieron llegar los efluvios de la casa e influirle en su persona, pues comenzó a fabricar cerámica en cuerda seca, llegando a tener una gran técnica y fabricando piezas muy codiciadas tanto para él como para sus amigos, firmándolas como “Zapete”, por tal motivo presento aquí algunas de ellas, de tipo islámico, otras se encuentran en la cocina fabricada en su patio, réplica de la del Museo del Greco, donde tantos años ha trabajado. Tengo también la suerte de tener un Toledo en cerámica, firmado por él.
A principios del siglo pasado, la Cueva de San Miguel fue visitada en 1920 por una comisión de académicos y tras levantar un plano sobre ella, no supieron dar respuesta a este enigmático antro, pues su estructura no se acomodaba a todas las ideas pensadas por ellos mismos. Posteriormente Juan Blázquez observó que podían ser ergástulas romanas, es decir cárceles de aquel tiempo, aunque tampoco se ven señales de anillas para los arrestos.
Sus galerías están talladas por la mano del hombre en el duro gneis o granito toledano. Estas se parecen en conjunto a un antiguo templo prehistórico, usado posteriormente como parte del sistema romano de reparto de aguas a la Toletum romana.
Usadas posiblemente en la edad media por los monjes-guerreros, siendo cegadas posteriormente y luego recuperadas para bodega, almacén de cerámica y en mi tiempo como parte del recorrido del Barrio de los Templarios.
Las únicas huellas que existen en ella, son las tinajas para el vino, algunas pinturas de estilo rupestre, ejecutadas a mediados del siglo pasado, posiblemente por el pintor Guerrero Malagón, pues este pintó la cara de su hija en una de las tinajas.
También se observa un revoco parecido al usado en los aljibes además de la estructura de un pozo en su zona baja. En su parte alta hay una entrada tapiada, posiblemente fue una catacumba y a la que se refirió su anterior dueño Quismondo, cuando advirtió a sus familiares diciéndoles que no la abrieran por nada del mundo, quedando en el más absoluto secreto.
Posteriormente y tras el éxito por mi parte de este recorido, en el año 1997 escribí ocho guiones para otros tantos documentales de televisión que se emitieron posteriormente, entre los años 1998-99, haciendo la propiedad intelectual de estos en 1999. De estos mismos derivó la producción, en la cinta de video y DVD de 1 hora de duración, denominados como “TOLEDO Y LOS TEMPLARIOS. EL SECRETO”.
Dejo constancia de este barrio y sus secuencias históricas, las cuales forman parte ya de su tradición y ensamblo mis antiguos dibujos sobre esta calle, con su torre, palacio y cueva usados por la Orden del Temple, quedando como un anagrama que vivifica a este paraje que se encontraba como muerto y ahora está más vivo que nunca.
Si alguien quiere aprovecharse de estas páginas, sabe que intelectualmente, tiene la obligación por ley, además de moralmente, de hacer referencia tanto del autor como de su trabajo.
Autor: A. Vega 2012.Fuente: http://eltoledoescondido.wordpress.com/dibujos-con-mucha-historia/calle-e-iglesia-de-san-miguel-el-alto-cueva-de-la-casa-del-duende-y-barrio-de-los-templarios/
Revista Cultura y Ocio
Calle e Iglesia de San Miguel “el alto”, Cueva de la Casa del Duende y Barrio de los Templarios
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