A mí me sonaba desde que era un
adolescente que leía el periódico deportivo con fervor: me enteré que un
peruano (Olivares) iba a jugar en el equipo de la ciudad así que me fui al
mapamundi a ver dónde quedaba el dicho sitio. Era algo que siempre hacía: veía
la tabla de posiciones de las ligas europeas y me iba al mapamundi a saber la
ubicación de tal o cual lugar: puedo decir que muchos de mis conocimientos
“geográficos” se los debo al fútbol. Ya estoy viendo el mohín en tu cara, así
que para rebajar el escándalo te confieso que no sólo leía entonces “El Bocón”,
sino también libros de historia, así que también sabía lo de los juicios a los
nazis que se llevaron a cabo en esta ciudad.
Pues bien, salimos desde MÚNICH en
tren. Compramos el BAYERN TICKET que cuesta 23 euros para una persona, si
alguien más quiere ir debe añadir 4 euros, y sólo pueden viajar hasta cinco personas con el
mismo ticket. Nosotros tomamos el tren de las 09 de la mañana porque se demora
menos (hace una sola parada), sino hay que ir en el rápido que es muy caro. No hay
que olvidar poner los nombres de todas las personas en el ticket y no perderlo
porque sube un controlador (que aparentemente no habla más que alemán), además
se lo debe utilizar para el regreso.
Bajamos del tren y pusimos pie en Núremberg: apenas sales de la estación te encontrarás con la larga KÖNIGSTRASSE que es por donde caminaremos y que tiene la pinta de ser la típica calle alemana de ciudad medieval: ordenadísima, bonita, en la que andan muchas bicicletas y gente que no ríe con efusión. Al fondo de la calle sobresalen las dos torres de la IGLESIA DE SAN LORENZO, pero antes nos distraemos con la MAUTHALLE (antigua aduana) y, detrás de este edificio, una especie de palacete con llamativas cúpulas de bulbo que es la ANTIGUA ARMERÍA
Hasta que los pies nos llevan a la PLAZA DE SAN LORENZO y allí está la iglesia del mismo nombre con sus dos torres que vistos desde abajo te parecen dos cohetes de Cabo Cañaveral esperando la orden para irse a los cielos. Un joyón. Por fuera toda un laberinto de esculturas que dicen cosas a los que quieren entenderles. Y dentro esculturas, retablos y esos vitrales que dejan pasar una luz sosegada y te hace disfrutar de esa “mística de la luz” que escribía María Bolaños.




Al río PEGNITZ que nos vamos. Y cruzando el puente aparece el HOSPITAL DEL ESPIRITU SANTO, como un edificio que pareciera flotar sobre las aguas, de no ser por esos arcos que tiene en su base.


Pero lo importante en esta plaza es la riqueza gótica de IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA: es allí donde los reyes guardaban esos ingentes tesoros que suenan a leyenda, aunque su interior no es tan impresionante como el de las otras iglesias que vi en esta ciudad.











Luego regresamos a la zona de KÖNIGSTRASSE a comer algo y compartimos la mesa con una familia alemana. Los niños al oírnos hablar una lengua rara le preguntó al padre que qué idioma hablábamos y él hombre dijo español. Menos mal mis clases de alemán me sirvieron para algo: aproveché la oportunidad para practicar mi poco alemán y hablé con el padre y la madre que resultaron ser simpatiquísimos. Luego en el tren de regreso a Múnich otro hombre mayor al darse cuenta que éramos extranjeros nos habló pero en alemán, así que fue otra oportunidad para hablar un alemán con acento limeño (pobre Goethe, si me hubiera escuchado): en resumen, ¿quién dijo que los alemanes no eran súper amigables? En el camino de regreso Pili sugirió que nos bajáramos en Regensburg, yo ya lo conocía (he escrito sobre ese sitio, puedes ver aquí) pero me pareció bonito que ella lo viera porque es uno de los lugares que más me gusta en Baviera, además por navidad debería estar muy decorado… y lo estaba. Así que se los recomiendo. Aquí acabo mis escritos sobre Alemania. Espero que les sirva. A ver sobre qué se me ocurre escribir más adelante. Un abrazo a todos. Pablo.
