
Al calor le debo, o por culpa del calor, escoja, comenzó mi afición por la lectura. Ajustaba el maltrecho cuello del flexo, metalizado y opositor, en dirección a la almohada y desafiaba a las horas y a la temperatura con un libro entre las manos. Recuerdo la noche en la que viajé a América, en un oscuro camarote, junto a Kafka, las risas contagiosas de Don Quijote en una fonda de La Mancha; recuerdo la emoción juvenil de Tintín, las ocurrencias de Anacleto, los esperpénticos inventos del profesor Bacterio o los disfraces de Mortadelo. Emoción, risa y sudor. Sin embargo, con los años, la sensación de calor ha cambiado, ya es molesto, hiriente incluso, desolador estos días. La vida y sus cosas que empañan las sensaciones, o la realidad que se abre paso a empujones, como empeñada en querer decirnos: las cosas son como son y no como las imaginas. En cualquier caso, refugiado, a la sombra, aire acondicionado a 22 grados, añoro aquel calor de mi infancia.El Día de Córdoba