Durante una expedición científica a las ruinas mayas en Tikal, el doctor John Fielding (John Merivale) y su equipo son atacados por un monstruo gigantesco que destruye todo a su paso. Tras quemar al monstruo y conseguir un fragmento del mismo, Fielding regresa a casa con el objetivo de examinar la naturaleza de la extraña criatura, sin imaginarse que esta causó la desaparición de los mayas y que ahora puede causar la destrucción de la humanidad.
Durante gran parte de la década del cuarenta y del cincuenta, el cine de terror era visto tanto por la crítica como por el público como un género de segunda categoría, lo que significó que durante mucho tiempo no se estrenaran muchas producciones de este tipo, especialmente en Europa. Esta noción del cine de terror como algo burdo, se mantendría hasta fines de los cincuenta, cuando la productora británica Hammer Films demostró que el género no solo permitía obtener ganancias económicas, sino que además dejaba cabida a expresiones artísticas dignas de aplauso. Sin embargo, antes de que esto sucediera, existieron algunos directores que se atrevieron a probar suerte con modestas producciones, no siempre logrando los resultados deseados. Este fue el caso del italiano Riccardo Freda, responsable de la primera cinta de terror gótico italiana, “I Vampiri” (1956), la cual marcaría el camino para otros directores como su amigo Mario Bava, quienes pronto emprenderían la difícil tarea de cimentar las bases del cine de terror italiano, otorgándole una identidad propia e inigualable.
Lamentablemente para Freda, su primera incursión en el género tendría una fría recepción del público, lo que provocaría que los productores perdieran todo interés en financiar películas de características similares. Fue ahí cuando el director comprendió que para poder rodar su próxima cinta, tendría que desarrollar una idea que pudiera ser ofrecida en distintos mercados. Fue por este motivo que junto al guionista Filippo Sanjust, tomaron parte de la premisa del film norteamericano “The Blob” (1958), lo mezclaron con algunos elementos de la producción de la Hammer, “The Quatermass Xperiment” (1955), y agregaron algunas ideas propias para darle vida al curioso guión de “Caltiki, Il mostro Immortale”. Como el director sabía que tomar ideas prestadas de otras producciones exitosas no era suficiente para disipar las dudas que el público y la crítica italiana podía tener de los profesionales de su propia industria cinematográfica, Freda optó por anglicanizar su nombre (utilizó el seudónimo de Robert Hamton) y los nombres de su equipo de filmación, para hacer creer a la audiencia que el film era británico. Aunque el proyecto se veía prometedor, el director era conocido por ser un tipo complicado que en más de una ocasión abandonó rodajes por mero capricho. Precisamente esto fue lo que sucedió durante la filmación de la cinta, por la que el puesto de director cayó en manos de Mario Bava, quien oficiaba de director de fotografía del film. Algunos años después, en una entrevista Freda explicaría que la razón por la que abandonó el rodaje, fue porque deseaba darle una oportunidad a su amigo Mario para dirigir.
La cinta comienza en Tikal, donde un grupo de investigadores encabezados por doctor John Fielding intentan resolver la interrogante que se esconde tras la desaparición del pueblo maya. Lo que parece ser una expedición tranquila, se ve interrumpida por la súbita muerte de dos científicos que se encontraban rondando las cercanías de uno de los volcanes de la zona. Con el objeto de descubrir que fue lo que realmente sucedió con ellos, Fielding y compañía se adentran en un templo subterráneo lleno de riquezas, el cual se encuentra custodiado por Caltiki, una criatura de naturaleza desconocida que destruye todo lo que toca (su modus operandi es básicamente el mismo que el del monstruo de “The Blob”). Tras escapar y destruir a este ser extraño, los sobrevivientes se trasladan a Ciudad de México llevando un fragmento de este con ellos, sin imaginarse que sus ansias por resolver sus interrogantes terminarán por poner en riesgo a toda la gente que los rodea, dando inicio a lo que bien podría convertirse en el fin del mundo. Si bien esto bien podría ser considerado como el núcleo del relato, la verdad es que Freda en su intento por satisfacer a una audiencia más diversa, decide explorar distintos temas y subtramas que no siempre se entrelazan de manera coherente, logrando que esta producción sea más rica de lo parece.
Junto al conflicto principal, nos encontramos con el rápido descenso a la locura de Max Gunther (Gérard Herter), uno de sus colaboradores de Fielding, que en la expedición pierde un brazo a manos del monstruo, lo que desata que comience a aflorar el lado más oscuro de este. Y es que eventualmente, este personaje se convierte en un asesino cuya obsesión con la esposa de Fielding llega a niveles enfermizos. De forma paralela, se explora la suerte de triángulo amoroso que se produce entre Ellen (Didi Sullivan), Max, y Linda (Daniela Rocca), siendo esta última una suerte de sirvienta del matrimonio Fielding, que se encuentra locamente enamorada de Max. No contento con esto, Freda añade a la mezcla una serie de experimentos que buscan despertar a la criatura, y una teoría que involucra a un meteorito que pasa una vez cada cientos de años, y que cuyas propiedades radiactivas parecen ser el detonante del crecimiento de Caltiki. Afortunadamente, pese a que varias de las ideas lanzadas a la mezcla son bastante inverosímiles y no parecen tener demasiada relación las unas con las otras, el director logra sacar adelante la cinta, a base de momentos efectistas apoyados por el excelente equipo técnico con el que contaba.
Si bien la cinta contó con un escaso presupuesto, razón por la cual los efectos especiales son bastante básicos, quedando en evidencia el excesivo uso de maquetas e incluso de algunos juguetes, los cuales en su mayoría son utilizados en el último tramo del film, esto queda en segundo plano gracias al estupendo trabajo de fotografía de Mario Bava, y a la también destacable banda sonora compuesta por Roberto Nicolosi y Roman Vlad, elementos que combinados dotan al film de una atmósfera sombría y perturbadora, incluso en aquellas escenas donde los efectos especiales muestran más de alguna falencia (dicho sea de paso, estos también estuvieron a cargo de Bava). Por otro lado, las actuaciones van desde lo mediocre hasta lo medianamente correcto. Y es que estamos ante personajes unidimensionales, meros estereotipos del científico, del héroe, del villano, y de la damisela en peligro, tan propios del cine serie B de ciencia ficción norteamericano. Esto dificulta que el espectador se involucre demasiado con los protagonistas y sus conflictos, y se preocupe más por el apartado visual o por los múltiples giros narrativos que ofrece el film.
En un poco más de una hora de metraje, Riccardo Freda y Mario Bava (vamos a darles el mismo reconocimiento, pese a que no se sabe con certeza qué porcentaje de la responsabilidad le corresponde a cada uno) nos entregan una cinta entretenida, con un ritmo de narrativo frenético, y que con el paso de los años se ha convertido en una obra de culto. Esto se debe sin lugar a dudas a su potente apartado visual, cuya sofisticación pone al film un escalafón más arriba que algunas de las producciones realizadas por figuras insignes del cine de ciencia ficción norteamericano de la época, como Bert I. Gordon y Nathan Juran. Por otro lado, cabe mencionar que algunas de las escenas de la cinta podrían considerarse como verdaderas precursoras de lo que sería el cine gore italiano, el cual en un futuro sería comandado por figuras como Lucio Fulci y Dario Argento, entre otros. En definitiva, “Caltiki, Il mostro Immortale” es una película absolutamente recomendable, que dentro de lo posible ha soportado de buena forma el paso del tiempo, aún cuando parte de su guión, sus humildes efectos especiales y algunas de las actuaciones le jueguen algo en contra.
por Fantomas.