Estaba yo viendo el final de temporada de Young and hungry (todo un descubrimiento, es una comedia muy maja), cuando pasé por el típico ritual de querer pegarme un tiro a querer pegárselo a la protagonista por su comportamiento. No voy a entrar a quejarme de Gabi o de lo que ha pasado porque esta entrada no va sobre Young and hungry, sino sobre una cuestión que le pesa a varias series: la obsesión con anclarse a lo establecido, al status quo que se plantea al principio.
En varias series los guionistas se empeñan en darle vueltas a lo mismo una y otra vez o también en alargar situaciones porque en un principio funcionaban. En el caso de Young and hungry es la tensión sexual no resuelta entre los protagonistas, lo típico que sabes que se quieren y van a acabar juntos, pero no dan el paso por un motivo u otro.
Los responsables de que esté escribiendo esto: Gabi y Josh de Young and hungry.
El problema es que a medida que avanza la historia, el alargar una situación de ese tipo acaba siendo más y más pesado y también más y más absurdo. Llega un momento en que nada tiene sentido y acabas harto, pero harto de veras.
Y es que, a veces, parece que los guionistas toman al espectador por idiota, como si no supiéramos que van volviendo todo más rocambolesco para alargar esa situación que tan bien funcionaba al principio. Y, claro, eso acaba por desesperarte hasta límites insospechados y, entonces, más o menos acabas así:
Pensemos, por ejemplo, en Águila Roja. La serie de TVE está emitiendo actualmente su octava temporada y, personalmente, me parece que es mejor que la anterior, pero tampoco es que importe mucho porque está de capa caída. ¿Y eso por qué? Cierto es que el maltrato de la cadena a la hora de programarla no ha ayudado, pero principalmente se debe a que durante ocho temporadas no se han molestado en hacer ningún cambio.
Todos los personajes repetían los mismos patrones (Margarita era secuestrada, Gonzalo la salvaba; Gonzalo y Satur tenían las mismas discusiones sobre modernidad frente a fe, Alonso sólo le importa ser soldado y no ve nada más, algo así como un Amador de La que se avecina con ser un vividor follador, y así un largo etcétera) y nada cambiaba en las relaciones: el amor imposible no se consumía, cada vez por motivos más absurdos, mientras que los secretos no se revelaban ni habiendo motivos para ello o la historia no avanzaba precisamente por ese lastre que era no tocar nada, no cambiar el status quo establecido en la segunda temporada, la única que se molestó en incorporar novedades y cambios.
Es ahora en su octava temporada cuando, por fin, están empezando a cambiar las cosas, pero es tarde porque la audiencia la ha abandonado a la bestia y se lo han buscado.
Algo así le está sucediendo a Velvet, que no está siendo el pelotazo de otras temporadas. Es verdad que Antena 3 tiene una especie de maldición con las terceras temporadas de sus series, pero también que está siendo una temporada muy pesada. Todo lo interesante que está siendo el arco de Cristina (que, por mucho que los guionistas se empeñen en ponerla de mala, es víctima) y el de Patricia (insospechado, pero maravilloso, el que la junten con Jonás), no lo está siendo el resto. Sí, hay amenazas a la vista (Oxford, principalmente), pero no se pueden tomar en serio, ya que en Velvet nada cambia.
Bárbara: Mira, Cris, cari, al final somos lo mejor de la temporada, ju, ju, ju.
Empezando por la que era la pareja explosiva de la serie y que ahora sencillamente parece un fantasma de lo que fue. ¿Cuántas veces van a romper Clara y Mateo por el mismo motivo para volver después? ¿Cuántas? Porque esto ya empieza a ser una tomadura de pelo, al igual que otras situaciones que se repiten una y otra y otra vez: los primos Infantes liándola, Alberto despreciando a su hermana que vale mil veces más que él...
Es como estar viendo Glee otra vez.
Porque Glee era otra serie circular, una especie de día de la marmota seriéfila, como Velvet, pero más bestia aún. Las tramas de Glee (al menos durante las cuatro primeras temporadas, que es lo que vi) se repetían constantemente. Siempre ocurría lo mismo, hasta cuando cambiaron de generación. Los nuevos repetían los patrones de los viejos, siendo prácticamente los mismos personajes con otras caras.
Y, a ver, yo entiendo que si algo funciona, dé miedo tocarlo, pero todo tiene un límite y el secreto reside en saber cuándo parar, en elegir el momento adecuado.
Por ejemplo, Castle lidió bastante bien con la tensión sexual no resuelta entre sus dos protagonistas y no la alargó demasiado, pues Rick se declaró al final de la tercera y Kate dio en paso en el final de la cuarta. Si lo comparamos, por ejemplo, con Bones no es nada. Eso sí, al menos en estas dos series los personajes no te caían mal como consecuencia de las absurdeces de mantener la tensión sexual no resuelta, porque es algo en lo que es muy fácil caer: Woody de Crossing Jordan tuvo una etapa horribilis por ese motivo, Oliver y Felicity estaban insoportables en la tercera de Arrow para evitar que no estuvieran juntos y ahora mismo Gabi de Young and hungry es ahostiable a más no poder porque la usan para mantener la situación como estaba.
Otra que se manejó perfectamente en estos términos es Chuck. Durante dos temporadas sí que se basó en ciertos hechos (nadie conocía el secreto de Chuck, lo que le traía unos cuantos quebraderos de cabeza, y éste mantenía la tensión sexual con Sarah), pero a partir de la tercera se esforzaron en cambiar las reglas del juego una y otra vez, logrando que fuera una serie muy dinámica y que no se estancara, lo que también lograba otra ventaja: era impredecible.
De hecho, hay unas cuantas series que demuestran que eso de renovarse o morir es lo mejor en una serie. En Grimm, por ejemplo, también van haciendo evolucionar las relaciones (a pesar de que la fuerte amistad entre los protagonistas siempre predomina) y no tienen miedo de cambiar el status quo en general, sobre todo mostrando las consecuencias de los actos de los personajes. Quiero decir, si comparamos el último episodio emitido con cualquiera de la primera temporada, alucinamos con lo mucho que ha evolucionado todo y lo bestias que son a veces los guionistas.
Me encanta esta foto y no he podido resistirme.
Es precisamente eso lo que logra que estés en tensión, que te preocupes por los protagonistas, ya que tienes esa sensación de que les puede ocurrir cualquier cosa. No es como, por ejemplo en Once upon a time o The vampire diaries, donde todo siempre sigue igual. De hecho, en Mystic Falls la muerte ya no importa nada, porque todos vuelven, así que ya no queda dramatismo. ¿Qué un personaje muere? Psh, qué más da si lo van a traer de vuelta.
Porque, por ejemplo, ¿cuántas veces ha vuelto Bonnie del reino de los muertos? Pues eso.
Bueno, he dicho a Bonnie porque creo que tiene el record, pero si no me falla la memoria todos han muerto en Mystic Falls y están de vuelta: Alaric, Stefan, Damon, Jeremy, Matt... Vamos, que ahora mismo cuando muere alguien o quieren que estés en tensión por un personaje, acabas reaccionando así a pesar de los intentos de los guionistas:
Cierto es que hay algunas series que pueden sobrevivir sin cambiar demasiado las situaciones y que, aún así, siguen resultando de lo más simpáticas (los cambios en Leverage, por ejemplo, fueron nimios, pero es una serie estupenda de principio a fin), pero son las menos. De hecho, por lo general el renovar tramas suele ayudar a que la serie avance y muchas veces mejore (Agents of Shield ganó enteros con los cambios a lo largo de su primera temporada o la estupenda tercera temporada que nos están dando en Sleepy Hollow, por ejemplo).
Así que, señores guionistas, por favor, arriesgaos un poco, antes de que tengáis un Águila Roja en las manos y, de pronto, vuestra serie no interese a nadie por cansinos porque es espectador no es idiota, tiene experiencia en serie y se conoce vuestros trucos ya.
Y dicho lo cual, así, para acabar: ¿cuándo narices se dejan de tonterías en Young and hungry y lían a los protagonistas de una vez? ¡Apuf!