Llevo ya meses investigando diversas cosas para presentar como propuestas de cara a DRY. Entre ellas se encuentran la reforma de la ley electoral y dentro de ella, las listas abiertas. Al principio las defendía, y de hecho pensaba que era un tema clave, pero ahora no. Me he dado cuenta de que estaba equivocado.
Al empezar a investigar otros sistemas electorales en Europa y en otras partes del mundo, fuí incapaz de establecer una relación siquiera aproximada entre la 'apertura' del sistema electoral del país y el transcurso de su vida política y su sociedad. En algunas democracias consideradas 'ejemplares' sí que existen sistemas más abiertos, pero se pueden encontrar todo tipo de excepciones, por lo que no tiene sentido trazar una línea que relacione mayor democracia con un sistema electoral más abierto.
De hecho en la mayoría de los países con democracias sanas y una sociedad civil partícipe de la vida política cuentan con sistemas electorales no muy diferentes del español.
En cuanto al tema de las listas abiertas, no está presente por una problemática evidente y que no sé cómo demonios no había pensado en ello antes: Si reivindicamos un sistema que permita acceder más fácilmente a las nuevas fuerzas políticas, un sistema de listas abiertas es totalmente contraproducente. Y lo es porque en un sistema de listas abiertas se presentan personas, no partidos. Difícilmente un ciudadano puede estar al tanto de la trayectoria política de, pongamos, dos mil personas en una circunscripción. Se volvería loco. Y de entre dos mil personas está claro que las que más probabilidades tendrían de acceder serían, otra vez, las que perteneciesen a partidos mayoritarios, simplemente por publicidad y financiación.
A partir de estas divagaciones (y otras quizás más matemáticas) llegué a la conclusión de que un cambio en la ley electoral es realmente algo baladí, que no cambiaría la configuración parlamentaria, y si acaso lo hiciera, el cambio sería hacia un aumento de la presencia de las fuerzas democráticas tradicionales en España, y por tanto, a su vez, de su hegemonía.
Creo que me he dejado llevar por el pensamiento de la izquierda clásica, sobre todo del electorado de IU (que está perjudicado claramente con el actual sistema electoral), y no analicé en profundidad el asunto, un error en el que espero no volver a caer.
Un sistema de proporcionalidad directa sin listas abiertas genera un problema para solucionar otro. Supone configurar un mapa donde unas autonomías tienen más peso que otras, lo que conlleva ciertos riesgos democráticos, a cambio, eso sí, de una mayor justicia a la hora de repartir el voto entre partidos que pudiesen presentarse en todas las circunscripciones.
En definitiva, de mi retahíla de propuestas eliminaré los cambios en la ley electoral, porque considero que no son tan necesarios. Y de apostar por algo, apostaría por un sistema electoral como el alemán.
Además, y llevo tiempo diciéndolo, para cambiar un país no basta con cambiar las reglas del juego, tiene que cambiar uno mismo, y ese es quizás el cambio más importante de todos. El cambio donde eres consciente del papel que juegas en una democracia y las responsabilidad que recae sobre tí. Si la gente vota partidos corruptos, tengamos el sistema electoral que tengamos, es que lo han hecho voluntariamente. Otra cosa es que engañen a la gente con sus propuestas electorales (si las tienen, que muchas veces sólo se vende paja), pero creo que con el paso de los años, la gente ya podría ir espabilando un poco. Quizá habría que plantearse si una de las principales labores de Democracia Real Ya, y porqué no, del movimiento #15M, debería ser educar a la ciudadanía. Existen alternativas, y hay que dejarlo claro. Si vamos por el camino de 'todos los políticos/bancos/empresarios son iguales' nos adentramos en caminos muy peligrosos por los que la historia ya ha discurrido antes, y el resultado no fué nada bueno.