Llevamos una semanita de las interesantes, de esas que temes abrir el ojo en la cama y empezar el día. El peque está llegando a unos niveles de demanda y de comportamiento extremo que a veces asustan. No es todo el día así, tiene sus momentos, pero os prometo que estoy exhausta.
El caso es que lleva varios días durmiendo agitado, se revuelve mucho, se ha vuelto a destapar cada dos por tres, se levanta muy enfadado. Le noto más rarito que de costumbre.
Hace dos días, os contaba aquí que se negó a dormir la siesta, pero yo pensé que había sido fruto de la rabieta y el empeño por quedarse a mi lado. Ayer se negó de nuevo a ir a la cama, aunque sí se quedó dormido en el sillón. Y hoy,aprovechando que papá está de vacaciones, nos hemos ido a la camita los tres, dispuestos a descansar un poco. Pero no ha consentido dormirse. Lo de hoy no ha sido rabieta, lloro, ni nada, simplemente estaba hiperactivo, acelerado, contento, cantando. Su padre se ha dormido y yo confieso que me he quedado traspuesta en algún momento mientras él nos paseaba sus coches por la espalda, veía dibujos o reclamaba nuestra atención. Ha estado contento y sin sueño. La tarde ya ha sido otra historia, ha sido un poco difícil, aunque no sabría si echarle del todo la culpa al sueño.
Si hace una semana me hubieran dicho que mi hijo cambiaría de un día para otro su patrón de sueño me hubiera reído sin más. Pero parece que está cambiando. De repente y sin esperarlo ha decidido prescindir de la siesta, parece incluso que le sienta incluso mejor que dormirla. A cambio se va algo antes a la cama y duerme más horas seguidas.
Sinceramente yo prefiero que no duerma siesta, por varios motivos: es más fácil acostarle por la noche, el descanso seguido de la noche es muy beneficioso, incluso para el crecimiento, al no dormir por la tarde facilita que podamos hacer más actividades y evitamos el mal humor por despertarle.
Se hace mayor.