Revista Opinión
Ayer los diarios deportivos publicaban las ganancias de los clubes de fútbol. El Real Madrid, RM, era el 1º, con 512 millones de euros, seguido por el Barça con 480, apenas 32 millones de diferencia, algo absolutamente impensable hace muy poco. ¿Qué es lo que está sucediendo en este mundo, absolutamente básico en el orden de la política? Para el actual Nerón, o sea, Rajoy, o sea, Florentino es hoy mucho más necesario que nunca porque el “panem”, el pan, más de 20 millones de españoles viven ya bajo el nivel de la pobreza, ha bajado estrepitosamente, de modo que el otro ingrediente que impone el silencio de los borregos ha subido proporcionalmente, los “circenses”, los jodidos juegos circenses, en los que la asquerosa plebe, el populacho, a falta de otros esparcimientos menos canallescos acudía a ver cómo unos hombres mataban a otros o los leones se zampaban a los cristianos. Sí, es cierto, los actores esenciales han cambiado mucho, pero sólo en lo superficial, ahora sus cualidades esenciales no son su capacidad para matar ferozmente sino ciertas habilidades deportivas plenamente determinantes. En lo demás, todo sigue igual, como quería el ínclito Lampedusa. Pero, si nos fijamos bien, la cosa no es tan diferente como a 1ª vista parece: las cataduras de algunos de ellos siguen siendo patibularias, con los mismos perfiles fisonómicos que hicieron al profesor Garófalo construir su teoría del criminal nato. Y algunos capataces de los equipos no ocultan en absoluto que su ideal no es otro que el de destruir físicamente al adversario deportivo. Yo, cada día, me asombro más ante esa innumerable caterva de falsos intelectuales que desprecian olímpicamente un fenómeno de masas que arrastra, como ningún otro, a millones de espectadores, capaces de dar su vida por uno de estos equipos. ¿Cuántos millones de individuos siguen apasionadamente a estos asquerosos clubes? Para esta gente, lo más importante en sus vidas no es su porvenir ni el de sus hijos, esto ha pasado a ser una cuestión secundaria más, que sólo les importa realmente en tanto en cuanto les puede permitir el acceso a su repugnante vicio. Por el maldito fútbol hay ya gente que hace lo que ya casi no se hace por las históricas pasiones políticas. En las barras bravas argentinas se mata ya al enemigo futbolístico con verdadera fruición. ¿Qué diferencia hay entre esto y el circo romano? Y si la hay es a favor de aquel jodido circo. El fútbol es un artículo de muy primera necesidad para gente muy importante. Tanto que uno de los empresarios más poderoso de nuestro país, quizá incluso de Europa, ha decidido hacerse con las riendas del club más grande del mundo, que, además, le absorbe mucha ocupación y energía, que roba a sus antes fabulosos negocios que tal vez no sea por eso pero han comenzado a resentirse definitivamente. Sus empresas han iniciado una carrera descendente que este antiguo genio de las finanzas no sabe ya como detener. De manera que ha tenido que recurrir a la intervención de aquel otro genio que se atribuye a sí mismo el reciente milagro español para que le ayude a invertir esta desastrosa tendencia. El, menospreciado intelectualmente, fútbol es tan importante que los que dirigen realmente el cotarro tienen que intervenir continuamente para que sus cosas transcurran como es debido. Así, últimamente, en nuestro, país parecía que se consolidaba una tendencia irresistible a que el Barça se impusiera claramente al RM con efectos tan perversos colateralmente como el desánimo y la irritación del asqueroso populacho que iba enfureciéndose proporcionalmente, lo que hizo que los auténticos poderes públicos cursaran la orden: había que invertir la tendencia y las cosas cambiaron inmediatamente. Manejar los resultados del fútbol es lo más sencillo del mundo, mediante sus jueces, los árbitros. El año pasado transcurrió en su integridad sin que este estamento jurisdiccional sancionara al equipo madrileño con un sólo penalti, y éste de los penaltis sólo es uno de sus indicadores, el más llamativo, pero no el más importante. Lo decisivo es que los jugadores del RM aprendieron rápidamente que tenían licencia para matar, y mataron. De manera que ganaron la Liga de calle. Pero lo jodido para ellos es que vivimos en un puñetero mundo virtual en el que todo sucede real y simultáneamente en los medios audiovisuales, que se presencia en todo el universo en el mismo momento en que se producen los acontecimientos, de manera que todo el mundo pudo presenciar en directo el asqueroso tejemaneje que en España se había montado en el puto fútbol. Y Blater, Presidente de la Fifa, que ha reconocido su madridismo, y Platini, que lo es de la Uefa, los 2 grandes organismos internacionales que dirigen el fútbol con mano de hierro, no tuvieron más remedio que intervenir y le dijeron al inefable Villar, [ése que, según nos recordaba Alfredo Relaño, tumbó a Cruiff, santo y seña del Barça, de un puñetazo, en pleno partido, y sin esperar la resolución arbitral se fue a casa], que se había pasado de rosca y había mostrado ante todo el mundo mundial que España, al respecto, era peor que el país más bananero de todos. Le ordenaron que dejara las cosas como debían de estar, sin más intervención de la política nacional en el fútbol que la absolutamente indispensable, y los árbitros volvieron a pitar casi como deben de hacerlo y el RM pasó de ganarlo todo a perder en un mes no sé cuántos partidos, más que en todo el año pasado, y los asesinos carniceros comenzaron a recibir las tarjetas rojas que tanto se merecen y hasta creo que se han atrevido a pitarle un penalti en contra, disminuyendo considerablemente los que le señalaban a favor, total que andan a 18 puntos de su odiado rival, tal como debe de ser dada la diferencia de clase. Así que, efectivamente, parece que se está produciendo un cambio de ciclo pero no el que se esperaba.