Bien, sigo, que me despisto...
Llega el gran momento de coger al pequeño. Primero la mamá (importante, útil, necesario, vital) el primer contacto piel con piel, y luego ya empezaron todos (en nuestro caso fueran 5 o seis los que pasaron, eso parecía el bar de debajo de casa) a curar a la mamá de los monstruitos.Llega entonces el turno del papá (es decir, yo mismo). Que claro, lo coges como buenamente puedes. A ver, con todas las emociones que has vivido en esas horas, todo lo que has pasado anteriormente, y ves ese "ente" ahí tan chiquitillo, al que te han dicho que tienes que aguantarle el cuello, la cabeza, los pies en posición horizontal, cuidado con el ombligo, cuidado con los hombros que no se le salgan... Pues eso, que lo coges como puedes, lo rodeas con tus brazos, te lo apoyas en los michelines, lo miras, desde tus globos oculares salen gotillas que hacen que se moje un poquito... No lo pierdes de vista. Mentira!. No pierdes de vista a nadie, ni al pequeñajo, ni a la mamá, que lo ha hecho muy bien. Dice la matrona (bueno, o alguien): dame al niño, que lo limpio y lo peso. Y tú piensas: y por qué no me pesas con él y luego le restas los 7Horror!!Sí, ésta es la cara que se me quedó cuando vi a la señora (pensé otra palabra), que estaba tratando al pequeño como un lomo embuchao!! Venga para arriba, para abajo, para el lado, para el centro y... p'adentro? Nooo, que no estaba tomando chupitos!!No veas... pillé un mosqueo de campeonato. A ver, yo ahí tratándolo con toda la delicadeza posible y la señora (recordad que pensé en otra palabra) ésa que estaba "descuarijingando" a mi pobre niño. Estaba muy indignado! Que horror! No sabía qué hacer, sólo quería rescatarlo de aquellas manos que no paraban de moverse por ahí a lo bruto.
Que tranquilo me quedé cuando lo rescaté y ya los 3 nos fuimos a la habitación a mirarlo. O, mejor dicho, a admirarlo! No le quitamos ojo hasta pasado un rato. Ni me acuerdo, aunque si sé que se me hizo corto. Creo que en aquel momento me podía haber quedado así para siempre.
En septiembre de 2012, con la llegada del mini-monstruito, el cambio de ropa fue menos traumático para mi. Aunque la cara también se me cambió... y también pensé mucho en la señora de turno que lo cambiaba...
Ah! También le conté todos los deditos. Y sí, tenía 20.