Revista Política

Cambio de signo en Noruega

Publicado el 16 septiembre 2013 por Alejandropumarino

Cambio de signo en Noruega

En Noruega soplan aires de cambio político. Tras ocho años de Gobierno de centro izquierda, el electorado se decantó ayer por la oposición conservadora. Ni el buen estado de la economía, con un paro del 3,4% y una renta per cápita de 77.500 euros, ni la popularidad de su carismático primer ministro, Jens Stoltenberg, fueron suficientes. El bloque de derechas (conservadores, populistas, democristianos y liberales) logró 97 de los 169 diputados del «Storting» (Parlamento), frente a los 71 de la coalición «rojiverde» saliente (socialdemócratas, socialistas y centristas).

En una democracia consolidada se producen los cambios de signo político en el gobierno sin aspaviento alguno, viendo ahora como países de economía mixta, bastante más intervencionista que la nuestra, se decantan por modelos de derechas sin la posibilidad de que la oposición recurra al manido tema de la dictadura para arremeter contra un partido democrático. El equilibrio entre un centro derecha y un centro izquierda es absolutamente necesario en las democracias occidentales, y pese a los evidentes defectos que conlleva, es el mejor sistema de gobierno que tenemos, o el menos malo, por decirlo de otro modo.

Lo que nos diferencia del resto de países europeos, es el nivel de nuestros políticos: Bárcenas es la punta del iceberg de un partido popular no solo financiado irregularmente, sino en el que sus dirigentes percibían sobresueldos en “B” procedentes de donativos particulares que, necesariamente, habrían de tener su compensación en decisiones de gobierno, salpicando a ministros e incluso al propio presidente. El Sr. Rubalcaba, mientras tanto, debe mantener un prudente silencio, porque sobre su formación pesan mil millones de euros en EREs fradulentos gestionados por un Griñán que prefirió hace mutis por foro izquierda, sin contar otros casos de similar financiación más alejados en el tiempo. Las encuestas revelan, como señalábamos en este espacio, que los políticos pasaron a formar parte de los problemas en vez de las soluciones, y eso es un síntoma de grave enfermedad política en un país como el nuestro. Noruega cambia de signo político en el gobierno con la naturalidad de un país avanzado; en esta España cañí resuenan todavía los ecos guerracivilistas de un conflicto felizmente terminado hace tres cuartos de siglo demostrando una memoria selectiva poco recomendable.


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