A finales del siglo XIX el capitalismo
se expande con fuerza en Occidente provocando oleadas de concentración de
capital que acrecientan la desigualdad de aquellas sociedades. La pregunta que
intentan responder todos los teóricos de la economía de entonces es, constatada
la enorme producción que genera la industria, lo cual lleva aparejado gran
concentración de riqueza, además ¿mejoran las condiciones de vida y trabajo de
los obreros, en comparación con el mundo rural? ¿Mejoran con el transcurso del
tiempo, por ejemplo como consecuencia de los avances en la productividad, en
relación a cómo vivían hace cinco o diez años? ¿Mejoran en relación a los
obreros y campesinos de otros países no industrializados?
Durante muchos años la descripción que
hicieron Dickens y Engels sobre las condiciones de vida de los obreros
industriales se impuso totalmente como generalización que aceptaban los
economistas, llamemos socialistas, para determinar que la segunda mitad del
siglo XIX serían años de miseria de la clase obrera. Sin embargo, un reciente y
extraordinario gran libro por muchas razones, ‘’La gran búsqueda. Una historia
de la economía’’ de Sylvia Nasar, editorial Debate, 1ª edición española de
octubre de 2012, demuestra que en aquellos tiempos las preguntas anteriores
tenían respuestas diferentes, en estadísticas y estudios era comprobable el
aumento calidad de vida de sectores obreros, que algunos economistas no
recogían.
Aceptada las mejoras, una posible
explicación tendría relación con los aumentos de productividad que producía la
revolución industrial, y la concentración obrera creadora de sindicatos y
partidos cuyas luchas arrancaban mejoras. También ayudó la colonización y
explotación imperialista de otras regiones del mundo, lo que permitió durante
mucho tiempo trasladar a Occidente plusvalías y riquezas de otras regiones que
permitieron vivir a los trabajadores occidentales mejor que los del resto del
planeta, al estar situados en los primeros eslabones de la cadena imperialista.
En todo caso, en Occidente, la
desigualdad cae desde 1910, son años de fuerte desarrollo del capitalismo
europeo y norteamericano y de expansión comercial mundial e imperialista, cuya
colonización del tercer mundo permitía obtener materias primas a bajos precios,
al tiempo son años de luchas consolidación del movimiento obrero y sindical, de
revoluciones y revueltas, incluida la Revolución Rusa en 1917, cuya influencia
será notable en propulsar políticas de igualdad occidentales al aparecer
siempre como sistema alternativo. Desde
la finalización de la II Guerra
Mundial hasta los años setenta se produce el mayor desarrollo social y menores
desigualdades, tanto económicas como políticas, influenciado por la
reconstrucción de guerra, por la movilización que supuso millones de personas
combatiendo por defender patrias y patrimonios que no eran los suyos, por su
regreso y exigencias, con el comunismo triunfante, al lado como ganador de la
guerra.
Thomas Piketty, ‘El Capital en el S XXI’,
Ed. Seuil, del que procede el gráfico, sostiene que se está produciendo una
redistribución de ingresos desde trabajadores y clases medias hacia los dueños
del capital. En el chart se muestra
que el total de los patrimonios privados de Alemania, Francia y Reino Unido
cuyo valor estaba entre el 600 y 700 por ciento del ingreso nacional, entre
seis y siete veces la renta nacional, en el período 1870/1910, cae a partir de
entonces para situarse entre dos y tres veces la renta anual en los años 50 volviendo
a crecer con fuerte velocidad a partir de los setenta, para estar en 2010
situados entre cuatro y seis veces. La tesis que mantiene Piketty es que la
desigualdad aumenta porque la riqueza privada de los ricos, la acumulación de
capital, crece más rápidamente que la riqueza país; entendido como el PIB, o la
renta nacional. Dicho de otra forma, la parte de la riqueza que genera el
trabajo, la productividad, la tecnología… se va más rápidamente y en mayor
cantidad, a manos privilegiadas que distribuida al conjunto de la población.
En este sentido la crisis económica en
Europa ofrece constantes pruebas en esa dirección, se está produciendo una
redistribución de la riqueza desde los países del sur al norte, desde los
sectores productivos a los financieros, y desde las llamadas clases medias y
trabajadores, -obreros fabriles y trabajadores de servicios, autónomos, pymes,
jubilados- hacia los dueños del capital.