Con el tono abierto de una confesión entre amigos, Mo Yan teje la historia popular del país en permanente transformación, el retrato de la gente común y los gesto cotidianos; como la rebeldía de su compañero de clase, He Zhiwu, que no conoce principio de autoridad alguno, o la tozudez de Lu Wenli, una chica acostumbrada a tomar siempre la decisión correcta pero que la lleva por el camino equivocado.
Ahora que ya ha salido el premio Nobel de literatura de este año, no he podido evitar acordarme de este libro, puesto que es una pequeña autobiografía del premio del año pasado. Para los que no lo sepan, durante el curso anterior, en mi universidad, estuve dando tanto chino como literatura asiática y fue una experiencia que, aunque en un principio temía, me gustó bastante. Gracias a esto pude dar con el libro que vengo a reseñar ahora.
Se trata de un libro autobiográfico, pero novelado. Es decir, a pesar de que en este caso tanto el autor como el narrador es la misma persona, está contado como si de una novela se tratase. El estilo de Mo Yan es sencillo, sin grandes pretensiones y verdaderamente directo. Como es lógico, está escrito en primera persona, dejándonos, así, conocer de primera mano tanto al niño como al joven o al adulto. Nos narra, paso a paso, toda su vida, pero, en el fondo, eso no es lo importante. Su propia vida es una excusa para contar un momento de transición en China donde llegan a convivir el pasado y el futuro. Lo tradicional y lo moderno.
Así que tenía un mote, «Hipopótamo»; pero como ninguno de nosotros había visto ese animal en la realidad y dado qu peipoe los sapos también tienen la boca muy grande, y para colmo «hipopótamo»(hema) y «sapo» (hama) en chino se pronuncian de manera parecida, Liu el Hipopótamo pasó —es de sentido común— a llamarse Liu el Sapo. La idea no había sido mía, pero él estuvo haciendo sus pesquisas y llegó a la conclusión de que yo era el culpable. Liu el Sapo era hijo de un héroe de guerra, y además presidente del comité revolucionario de la escuela; ponerle un mote era un delito grave; así, el que me expulsaran de la escuela y me pusieran en volandas de patitas en la calle era lógico e inevitable.Es increíble la cantidad de situaciones que se narran. Algunas extremadamente divertidas, otras sobrecogedoras, pero todas y cada una de ellas expuestas de una forma exquisita. Gracias a él conozco un poquito más de una cultura que ha pasado desapercibida para mí hasta ahora y de la que solo conocía lo que salía en las películas. Pero China es mucho más que el kárate o el arroz tres delicias. A través de sus palabras, de su propia vida, Mo Yan nos invita a pasear por la China del siglo XX, viviendo con él los cambios propios de un niño que poco a poco se va convirtiendo en adulto y de un país que estaba, por aquel entonces, en vías de desarrollo. En definitiva, se trata de un libro de un género que no estoy acostumbrada a leer, pero que ha merecido (y mucho la pena).