Vivimos una época convulsa en lo económico, político y social. De hecho, la historia está llena de casos de crisis sociales que derivaron en crisis políticas y económicas, de crisis económicas que derivaron en crisis sociales y políticas y de crisis políticas que provocaron crisis económicas y sociales. Un buen ejemplo puede ser la caída del Imperio Romano, otrora gran poseedor de todas las costas del Mediterráneo, al que llegaron a llamar el “mare nostrum”, o, lo que es lo mismo, “nuestro mar”. Este gran Imperio se creó sobre un sistema económico basado en la mano de obra esclava; en una época en la que la maquinaria y la automatización brillaba por su ausencia, un sistema económico y social definido por y para la esclavitud se mostró, dentro de su contexto histórico, como un modelo de éxito y que funcionaba; de hecho, fue capaz de grandes logros, no olvidemos que el Estado Romano funcionó de manera suficientemente eficiente como para durar cinco siglos.
Entonces sucedió un crisis social, apareció el cristianismo y la irrupción de la nueva fe y sus valores provocó que, poco a poco, la esclavitud se empezara a cuestionar socialmente, y ello significó el cuestionamiento de la misma esencia del sistema productivo de entonces. Si bien a nosotros, herederos culturales de la sociedad romana con valores éticos modernos, nos puede parecer lógico y entendible que nuestros antepasados se replantearan su sistema social, este cambio de mentalidad provocó que el sistema productivo basado en la esclavitud se fuera poco a poco a pique. No sólo fue el sistema social el que cambió, sinó que ello derivó en una gran crisis económica, pues la mano de obra esclava empezó a escasear. También empezó la costumbre de eliminar parte del oro de las monedas romanas para acuñar nuevas monedas de menos peso, provocando una gran inflación derivada del incremento de la cantidad de dinero en circulación. A esta crisis social, monetaria y económica se añadió la bajada demográfica y la crisis política fue inevitable. El Estado Romano fue cada vez más débil e incapaz de mantener la enorme presión que sufría en sus fronteras. Tan débil se tornó que se dividió en dos partes; la primera cayó en el siglo V, la segunda evolucionó hacia un Estado medieval de raíz griega (Imperio Bizantino) que, menguando cada vez más, sobrevivió de una u otra manera hasta el siglo XV.
Este país vive actualmente una crisis económica derivada en parte de una apuesta fallida en un modelo productivo demasiado basado en el ladrillo. No en vano alguien alardeaba antes de esplotar la burbuja inmobiliaria de que España construía más que Francia y Alemania juntas; y digo yo, ¿a nadie le pareció raro?, seguro que sí, pero a ver quién se atreve a terminar la fiesta en pleno auge. Seguro que ya se notaba que algo no iba del todo bien, pero los ingresos por IVA derivado de la construcción, la bajada del paro, los buenos sueldos del sector y un sinfín de otros intereses hicieron que la situación, en lugar de evitarse, empeorara. A la crisis económica ha seguido la crisis social, con un paro en un índice más que indecente, con protestas en la calle que han hecho que mucha gente se haya replanteado muchas cosas que se daban por sentadas y hayan aparecido con fuerza alternativas políticas nueva, como se ha visto en las recientes Elecciones europeas, esto es, un principio de crisis política.
No olvidemos que el sistema económico mundial depende casi totalmente de los combustibles fósiles, y estos se terminarán un día u otro; el día que empiecen a escasear podríamos vivir una situación económica similar a la del fin del sistema esclavista, nos quedaremos sin la energía productiva. El Imperio Romano fue incapaz de reinventarse y evolucionar y por ello fracasó, pero nosotros podemos apostar por potenciar la investigación, dejar de buscar siempre beneficios a corto plazo para buscar el beneficio a largo; sobre todo, debemos investigar en la búsqueda de energías alternativas, porque no olvidemos que el sistema económico global necesita de un cambio significativo a largo plazo. Yendo más cerca, nuestro país debe abandonar la idea de la producciópn basada en la construcción y potenciar sectores punteros, como el turismo, fomentar la creación de nuevas empresas productivas y ayudar a los emprendedores porque esto significa crear ocupación; los cambios se deben suceder poco a poco, pero deben ser constantes en el tiempo.
No creo que nuestra sociedad vaya a entrar en una crisis tan grande como para que le suceda como al Imperio Romano porque nosotros tenemos una herramienta que nuestros antepasados desconocían, se trata de la ciencia económica. Alguien dice que un economista es alguien que puede explicar las causas de por qué algo ha sucedido pero es incapaz de preverlo, en parte es cierto, la teoría económica es reduccionista y el mundo real es mucho más complejo. Dicho de otra manera, las variables con las que trabaja cualquier modelo matemático son relativamente pocas en relación a las que trabajan en el mundo real, de allí que los resultados de lo previsto sean muchas veces diferentes a los reales. Aún así tenemos otra herramienta a nuestra disposición, la Historia; nada tan simple como leer la historia de manera profunda nos da espíritu crítico y capacidad de análisis. Así como el Imperio Romano fue incapaz de sobreponerse a los cambios que se le sucedieron y por ello desapareció, nuestra sociedad debe aprender del pasado para detectar patrones repetitivos y actuar en consecuencia; básicamente, se trata de aprender de los errores pasados para evitar los futuros. Desearía que cuando nuestros descendientes lean los libros de historia, nos admiren como la generación que les dejó un mundo mejor, en lugar de la que dilapidó los recursos en su propio beneficio. Ojalá sea así.