Por estos barrios andamos todos todavía muy liados con eso de formar gobierno visto que nuestros políticos son incapaces de entender que se han de poner de acuerdo y conseguir un gobierno con los resultados que han salido de las urnas. No consiguen comprender que nosotros, los que votamos, les hemos dicho, “oigan, esto es lo que hay, ustedes ahora apañenselas como puedan”. Todavía no se han dado cuenta de que son ellos los que han de cambiar y no nosotros, que somos los que decidimos. Son ellos los que han de construir el cesto con los mimbres que les hemos dado. No vale a decir “no me gusta esto, cambienmelo, please”. Eso suena tan ridículo como si cuando íbamos al cole le hubiésemos dicho al profe “es que el examen es muy difícil, si eso me lo cambia”¿Verdad que eso no era sí y tocaba hacer de tripas corazón e intentar sacar algo digno con lo poquito que habíamos estudiado?. Pues bueno en esas estamos, pasando el tiempo con disputas de patio de colegio, que si hablas con este no me “junto”o que si esto es innegociable. Con pocas esperanzas ya de que al final de todo esto no nos pidan que cambiemos nuestros votos para que a ELLOS les resulte más fácil, a pesar de que Pablo “el magnánimo” haya “dado permiso” al PSOE para hablar con Ciudadanos (léase con cierto acento irónico). Es lo que tiene la política lowcost en la que estamos inmersos, si el traje no ajusta al que se lo ha de poner no hay posibilidad de arreglos porque no tenemos un sastre capaz de ajustar el traje al maniquí y no al revés.
Pero mientras, en Europa están ocurriendo cosas. Continuamos mostrando nuestra ausencia total de empatía con los inmigrantes a los que ya se ha relegado al último cajón para que no estorben y para ver si consiguen que no hablemos de ello. Debemos seguir teniéndolos presentes todos los días porque igual de muerto es el que sale por la tele que el que queda en el anonimato e igual de horrible es eso de que una localidad alemana celebre el incendio de un centro de refugiados. como dar la espalda al que llega y sólo encuentra y abandono.
Estamos tan desnaturalizados que ya hemos asumido el austericidio, nos han sacado
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las tripas pero ya ni nos duele porque nos han dicho que la crisis ha acabado. Aunque lo único que ha pasado es que, según Varufakis, los síntomas han cambiado. Por si todo eso fuese poco estos días pasados esta Europa sin principios humanos, éticos ni decentes, condenada a muerte por su demostrada incapacidad a hacer frente a los problemas reales, nos ha vuelto a sacudir a la cabeza permitiendo que Gran Bretaña rompa todos los pocos acuerdos sociales que parecía que todavía nos quedaban en pié. Todo para conservar los beneficios del voraz capitalismo financiero del muy conservador David Cameron y, reconozcamoslo, de la mayoría de los gobiernos europeos. Todo para que los abusones de la clase no se nos enfaden y quieran marcharse con la pelota.
Se ha cedido demasiado, les hemos dado lo poco que todavía permitía soñar en salvar algo de este naufragio, nos han hecho tragar con eso de la existencia de ciudadanos de primera y segunda clase dentro de la UE, hemos tenido que aceptar que ya no todos somos iguales en derechos, unos son pobres y por ello se les recortan las ayudas hasta para sus hijos y otros van a continuar disfrutando de todos sus privilegios y total, para nada, porque todo ha sido un farol. No sabremos la verdad hasta el referéndum del 23 de junio en el que los británicos decidirán si se van o se quedan (mira, una consulta de esas que siembran el terror en España) y si las reuniones en las que, pizza y papas en mano, nos recortaron casi todo lo poco que nos quedaba. Aunque, la verdad, decidan lo que decidan ya no se si vale la pena continuar en este proyecto que se ha pervertido hasta el punto de no parecer más que una máquina de generar desigualdad a la que no le importa dejar atrás miles de vidas por satisfacer una avaricia desmesurada que puede que no nos lleve a ningún lado. Un sueño que empezó siendo la única opción de paz y regeneración para una vieja Europa que parece más muerta que nunca porque la han transformado en un monstruo sin corazón y sin más objetivo que el lucro de los grandes capitales.