Escrito originalmente por José Eduardo.
Estaba yo caminando por las calles de la Ciudad de México. Había terminado las clases del día de hoy y yo estaba de camino hacia mi casa. Llevaba mi uniforme y traía una mochila de color azul. También traía mis audífonos y caminaba por la calle escuchando música. De pronto se me acerca en el camino otra persona que resulta ser un ladrón y, sacando su cuchillo, me amenaza con que le diera todas mis pertenencias... y así empieza mi relato:
─Dame todo lo que tengas de valor o si no, te mato clavándote el cuchillo ─dijo el ladrón amenazándome.
─No ─es lo que yo le contesté.─Ja, ja, ja, ja, ja, tonto humano, ¿qué no tienes miedo a morir?
─No.
Cabe aclarar que yo soy un joven de 17 años y el ladrón que estaba presente, tenía una personalidad más adulta. El ladrón continuó hablando.
─Te lo advierto, dame todo lo que tengas de valor.
─No.
─¿Qué? No sabes cuáles son las consecuencias de lo que te pasará si no me entregas tus pertenencias.
─Si sé, pero no quiero darte nada.
─Ah, con que quieres resistirte ante mis amenazas. Ahorita te voy a mandar a la funeraria.
─Quisiera verlo.
El ladrón me apuntó con la punta del filo de su cuchillo en la cara y me dijo, ya comenzando a fastidiarse.
─¡Última advertencia! Entrégame todas tus pertenencias de valor o si no, atente las consecuencias.
─No ─finalmente le respondí.
El ladrón ya enojado, empieza a tratar de matarme con el filo de su cuchillo, pero algo raro sucedió, se detuvo como si un mensaje le llegara a través de su mente, diciéndole que no lo haga. Y en ese mismo momento, en mis propios pensamientos también me llega un mensaje diciendo que el ladrón pudo comprender lo que es correcto para realizar una acción de lo que no lo es; que solo te lleva hacia el camino del bien o del mal. ¡Mentira! Lo que realmente pensaba era en la estupidez que cometí al querer dejarme asesinar y no en defenderme y atacar en contra de mi enemigo; que no había pensado en lo más mínimo que es valorar y apreciar la única vida que tenemos cada ser, ¡qué locura de historia! Entonces el ladrón me dijo lo siguiente:
─No puedo hacerlo. Ya no quiero tus pertenencias porque en primera. me fastidiabas con tus negaciones y en segunda, me hiciste reflexionar. La vida sólo hay una y hay que disfrutarla. Si uno disfruta la vida siguiendo el camino del mal, ése mal te llevará directito al infierno. Y si te quito la vida, cometería un pecado imperdonable. Así que te agradezco por ser una persona de bien y lamento nuevamente la mala acción que he realizado, la cual es intentar robar. Me despido y en compensación por los daños, me gustaría darte este objeto de valor que demuestra mi respeto hacia ti.
─¿Diez pesos? Pues muchas gracias... pero no lo puedo aceptar; que tal si esa moneda es robada de alguien más.─No es robado joven.
─Oh, sé que mientes. Es robado.
─Claro que no.
─Claro que si.
─Que no
─Que si
─No
─Si
─No
─Si
Y así, la discusión duró unos 20 minutos. Al final, nos despedimos y seguimos nuestros caminos en dirección opuesta: yo hacia mi casa llegar y él hacia lo desconocido. A partir de ese entonces, jamás lo pude volver a ver. Y digo "jamás lo pude volver a ver" ya que el ladrón se dió la vuelta, se dirigió con gran velocidad hacía a mi, me apuñaló por la espalda, se robó mis pertenencias y huyó antes de que llegara la policía. Y este joven estúpido de 17 años murió por desangramiento; seguramente fue porque lo fastidié por 20 minutos con mi "Si".
Sé que a mis lectores les divirtió y al mismo tiempo, les aterrorizó mi absurdo relato.