Revista Cultura y Ocio

Caminando por la ciudad

Publicado el 18 noviembre 2016 por Angel Maíllo @gramofono1

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Esta anocheciendo en la ciudad en estos breves días otoñales, la gente deambula veloz por las calles, personas anónimas con sus propias historias particulares. Se acerca la navidad y se hace notar en las calles adornadas con luces, los escaparates de las tiendas se llenan de género, intentan atraer a la clientela con sus mejores mercancías con las que esperan incrementar sus ventas en estos días festivos.

Me fijo en un niño que parado junto a su madre observa con auténtica devoción un escaparate repleto de juguetes, la expresión de su cara lo dice todo, sueña despierto con ese entusiasmo e inocencia de la  niñez, me transporta durante unos segundos a aquellos años en que creíamos en la magia, en la fantasía en los que nuestra imaginación infinita superaba a la realidad que nos rodeaba.

Continuo caminando por la calle, hay mucha gente no puedo ver sus caras solo las sombras de sus ojos.

Curiosa versión de Rosita Perú en español del tema Everybody is talking

 

 Transito por una calle peatonal repleta de tiendas con sus reclamos en escaparates muy bien decorados,  entre el bullicio de la gente percibo a lo lejos el sonido de un violín, continuo caminando, el murmullo de la gente se va silenciando a medida que voy avanzado. Me acerco, un hombre mayor con aspecto descuidado pero con gran talento ejecuta una melancólica  y triste serenata con su violín. Creo que es de Schubert, me quedó junto con un nutrido grupo de personas escuchando a este músico callejero que impregna el aire otoñal con su música, un pequeño reducto donde huir del bullicio,  de los cargantes  villancicos y luces de colores.

Cuando termina a gente aplaude tímidamente,  dejo algunas monedas en la funda de su violín, intento hablar con el músico pero no me entiende no habla mi idioma, le felicito y sonríe con un gesto mezclado entre agradecimiento y tristeza. Se levanta un ligero viento, hace frio, sigo caminando percibo un intenso aroma a café, siempre me gustó el olor del café recién molido, proviene de una cafetería. El frio de la noche invita a entrar y tomar una taza de café, entro en el local muy bien decorado estilo retro, recuerda a aquellas cafeterías emblemáticas centro de tertulias literarias, en este caso las tertulias son más banales, al fondo un grupo de mujeres de mediana edad se reúnen sentadas en torno a un café y unos dulces disfrutan de una animada charla y risas, huyendo durante unos momentos de las aburridas y repetitivas obligaciones diarias. Me siento en una mesa a mi lado un joven ajeno al mundo lee con autentica pasión un libro, un poco más lejos observo dos personas trajeadas con sus carteras hablando en un tono un poco elevado de sus negocios, son vendedores no se dé qué, pero tampoco me interesa porque mi atención se vuelve ahora hacia la música que suena de fondo, una gran canción All of me interpretada por Billie Hollday un estándar del jazz compuesto en los años 30 por Gerald Marks y Seirmour Simons. Me gustaría poder acallar la voz de los dos ejecutivos y el murmullo del resto de los clientes y poder subir el volumen de esta extraordinaria pieza musical interpretada magistralmente por la dulce voz de Bille Holliday.

Pago a un joven camarero que me agradece amablemente mi visita, salgo de nuevo a la calle unos altavoces dispuestos por todo el recorrido de la calle emiten sin cesar villancicos tradicionales, echo de menos la música del violinista que encontré antes. Todos los años la misma historia, regalos, consumo, villancisco , turrones… y quizás para muchos tristeza en lugar de la alegría y el espíritu navideño que tratan de vendernos cada año, “vendernos” creo que a eso se reduce la navidad, los buenos deseos y las buenas obras deberían perdurar durante todo el año. Después de estas reflexiones deseo aislarme de este cada vez más temprano e impuesto espíritu navideño, para ello saco mis cascos y abro la música de mi teléfono le doy al modo aleatorio, me da igual lo que suene contar de no escuchar de nuevo el campana sobre campana cantado por unos  niños que a estas alturas ya estarán jubilados.

Comienza a sonar en mi dispositivo una extraordinaria canción, todo un clásico Midnight train to Georgia que popularizaría en los 70 Gladys Knight and the Pips, pero como siempre tengo grabada una versión que me parece maravillosa interpretada por Joan Osborne respetando la versión original de Gladys Knight pero dándole su propio estilo con gran gusto.

Continuo avanzando por la calle veo a la gente pero no la escucho, la música hace que me aisle completamente del ruido ambiente. Camino  más ligero con mi propia sintonía, termina el tema interpretado por Joan Osborne. Me llama la atención un comercio en cuyo escaparate aparece en una gran pantalla la cantante Norah Jones es una tienda de discos de las que cada vez existen menos en nuestras ciudades, me quito los cascos y escucho la canción en cuestión se titula Carry on y pertenece a su último disco, como siempre interpretada con la elegancia y sensualidad que sólo sabe dar Norah Jones a sus canciones.

Se hace tarde debo regresar, las calles se van despoblando poco a poco, las tiendas van cerrando sus puertas, las gentes anónimas retornan a sus hogares a seguir escribiendo su propia historia con alegrías y tristezas con ilusiones y fracasos con principios y finales. El violinista de la calle, los dos hombres trajeados, el niño que miraba extasiado el escaparate, el joven lector de la cafetería cada uno de ellos escribirá con mayor o menor fortuna con éxitos  y fracasos la aventura que supone vivir día a día.


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