Revista Viajes

Caminar por las Ramblas: Entre estatuas vivientes e Indignados

Por Pablosolorzano

Considerada la calle  más característica  de Barcelona o, si se quiere, la más turística, que no es lo mismo pero para muchos es casi igual, las Ramblas son un excelente muestrario de lo que es una gran ciudad de las de ahora: turismo, ingenio, mezcla, pobreza, riqueza, encanto, belleza, huachafería (orterada dirían los españoles) y más… Pero vamos, que es inevitable andarla al menos una vez y pecar de poco original otras tantas.
CAMINAR POR LAS RAMBLAS: ENTRE ESTATUAS VIVIENTES E INDIGNADOS
Nuestra idea era unir el mar con el centro de la ciudad, es decir empezar el paseo en el puerto y acabar en la famosa Plaza Cataluña así que empezamos al pie del Monumento a Colón el cual nos recuerda el lugar donde desembarcó el genovés a su regreso del viaje en el que (casualidad de casualidades) se encontraría con un continente que no buscaba. No es raro ver sobre la cabeza del navegante alguna gaviota aposada apuntando con su pico, como lo hace él con su dedo, al infinito. Si quieres ver la ciudad a vista de pájaro (o de gaviota) este es el sitio ideal pues un ascensor te lleva hasta la corona del monumento el cual tiene 60 metros de altura. 
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Un poco más allá, a la entrada de una especie de pasarela de madera conocida como la Rambla del Mar, están otros navegantes que hicieron el camino inverso de Colón, el del arribo al viejo mundo: muchachos africanos que con su español forzado tratan de convencer a los turistas de comprarles las gafas de sol o los pañuelos de imitación que tienen aposados sobre unas telas multicolores en el suelo. Para contrastar, si el viajero camina un poco más, siempre por esta Rambla del mar, llegará al centro comercial MAREMAGNUM y encontrará bonitos restaurantes, cines, gente bien vestida y uno de los más grandes acuarios de Europa…
  Sobre el mar van despaciosamente las embarcaciones de doble cubierta conocidas como Golondrinas y que son la delicia de muchos turistas, justamente desde dentro de uno de ellos unos jovencitos extranjeros levantaban las manos saludando y apuntando sus diminutos móviles hacia el puerto con la intención de tomar unas fotos que seguro pondrán inmediatamente en la cuenta del Facebook. Mientras tanto bajan, colgando en el vacío y mecidos por el viento, los funiculares desde MONTJUIC que son otra delicia de delicias para los visitantes con ganas (y capacidad) de gasto. Como ves opciones para ver Barcelona hay por cantidades: por mar, por aire… o humildemente por tierra.
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Pero dejemos atrás a Colón y su séquito de gaviotas y adentrémonos por fin en las Ramblas, esa larga calle que no parece descansar nunca. A propósito el término rambla parece proceder de la palabra árabe “ramla” que se refería al cauce de un río estacional sobre el cual ahora se ubica esta larga arteria donde día a día miles y miles de extranjeros van dejando las huellas de sus chanclas de plástico y el fulgor de los flashes de sus cámaras que por lo largo de sus lentes más parecen bazucas. Empezamos en la Rambla de Santa Mónica y de entrada nos topamos con la primera atracción hecha a medida para el viajero que le entre a las cosas con cierta gracia plástica: EL MUSEO DE CERA. Lo reconocerás muy fácilmente: no abundan los edificios del XIX en cuya fachada cuelgue un Superman y un Spiderman que levantando los brazos parezcan estar jurando lealtad a la bandera catalana. En la misma calle donde está este museo “descubrimos” un restaurante llamado EL BOSC DE LAS FADAS (Bosque de las hadas) y que hace mucho honor a su nombre: es un curioso sitio donde te puedes tomar un café o una cerveza bien sentado en medio de un decorado que parece un oscuro bosque nórdico y donde solo falta que salga una bruja a darte el cambio.  De cuando en cuando una luz refulge sorpresivamente en el techo dando la idea de que son relámpagos. Como estábamos de pasada solo vimos la carta con los precios y la verdad que no parecía ser tan caro como imaginábamos. 
CAMINAR POR LAS RAMBLAS: ENTRE ESTATUAS VIVIENTES E INDIGNADOS
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A la altura del Carrer Arc del Teatre aparecen algunos de los personajes más típicos de las ramblas: los dibujantes y retratistas. Gente de mucho talento que ya te dibuja a Mr. Bean, a Jhonny Deep, a Robert de Niro o a la abuelita del vecino (ver foto). Más adelante, ya a la altura de la Rambla de los Capuchinos, está la PLACA REIAL (Plaza Real) que debe ser una de las más sosegadas de la ciudad por ser cerrada y pequeña, en comparación con las otras, además de tener mucha sombra cosa que hay que agradecerle a las altas palmeras que allí están plantadas. Y aquí empezamos a toparnos con una presencia perenne, una sombra que parece estar enquistada en cada rincón de la gran Barcelona: Antoní Gaudí, quien diseñó dos de los faroles de esta plaza. 
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Teníamos ganas de continuar tras los pasos del genio catalán así que dejamos la Plaza Real para cruzar al otro lado de la rambla y tomar el Carrer Nou de la Rambla para llegar hasta otra de sus primeras obras: el PALAU GUELL el cual fue mandado construir por el rico industrial Eusebi Guell quien sabiamente puso a disposición del entonces joven arquitecto un presupuesto ilimitado del cual el artista hizo un excelente uso y legó uno de los edificios más lujosos de la ciudad. Sorprende no ver en esta obra la profusión de colores y las líneas ondulantes tan características de la obra de Gaudí, excepto en las chimeneas del tejado y en las dos puertas principales. La casa acaba de ser reabierta hace muy pocas semanas.
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Avanzamos hasta la Rambla de las Flores y es aquí donde parece estar la “parte de postal” y la más interesante por lo variopinto: a las tiendas de flores y quioscos de prensa, donde te venden todo lo que necesitas para dejar constancia de que estuviste en Barcelona, le anteceden, bien puesto en el suelo, un mosaico circular hecho por el artista surrealista Joan Miró, otro hijo predilecto de Barcelona. Dicen que su idea era hacer una representación universal de la perfección y de la totalidad. No siempre se puede “pisotear” una obra de arte así que date unos minutos para ver los detalles de este mosaico. Desde allí mismo se puede ver al otro lado de la calle la “Pla de la Boquería” al que hay que mirar con atención porque tiene algunos detalles interesantes: primero una antigua casa de aire orientalista en cuya fachada se ven paraguas, bastones y abanicos. En la esquina de este edificio está una de las imágenes más fotografiadas en toda la ciudad: un dragón con un farol y un paraguas.
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CAMINAR POR LAS RAMBLAS: ENTRE ESTATUAS VIVIENTES E INDIGNADOS  CAMINAR POR LAS RAMBLAS: ENTRE ESTATUAS VIVIENTES E INDIGNADOS
De pronto nos saca de nuestra concentración el alarido exagerado de una mujer. Extrañados volteamos al lugar de donde viene el grito y vemos a una rubia y sus amigotas a quienes un demonio las envuelve con sus alas enormes. Por cada nuevo abrazo la mujer grita una vez más y ríe histéricamente queriendo llamar la atención sin duda y vaya que lo logra. El ser maligno (me refiero al demonio, no a la rubia), cuyas vestimentas parecen estar hechas de un metal impenetrable, es otro de esos personajes clásicos de las ramblas: una estatua viviente. Se pueden ver uno más peculiar que otro; no es extraño observar por ahí a un CHARLIE, el de la peli la “Fábrica de chocolates”, con ropas de colores lisérgicos; o un JHON LENNON que por la pose y los adornos más parece el hermano hippy de “TERMINATOR” y a muchos otros personajes. Valgan verdades,  estos artistas no hacen cosas muy graciosas pero se ganan con toda justicia sus monedas por la vistosa e ingeniosa indumentaria que se han hecho para su performance. Otra muestra del ingenio callejero para ganarse la vida son unos muchachos de pinta moruna que saltan y bailan y casi caminan en el aire al ritmo del rap mientras que los giris (gringos) los miran alelados desde la sombra de las terrazas donde se toman unas jarras de cerveza, tan grandes que parecen peceras, para bajar el calor.
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Volvemos a cruzar al lado izquierdo de la rambla para entrar en el centenario Mercado de la Boquería. Otro lugar tradicional de la ciudad, un sitio que más parece un museo por haber más turistas curiosos que compradores. Todos recomiendan ponerte la cartera o el dinero allí donde creas que un ladrón no te pueda tocar. En este mercado las sensaciones son las que guían: los multicolores alimentos colocados ordenadamente en todos los puestos hacen que la vista se regocije y ni qué decir cómo el olfato agradece ese buen olor que desprenden las frutas, las especias, los mariscos y hasta el ahumado de los jamones. Cuesta salir de allí, sobre todo si ya te ruge el estómago de hambre. 
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Al lado del Mercado, en dirección a la Plaza Cataluña, encontramos el Palacio de la Virreina que fue mandado a construir por un viejo conocido para nosotros los limeños: el virrey don Manuel Amat i Junyent. El edificio quedó como herencia para su viuda. Ya vemos que el galante virrey era muy dado a dejar palacetes y edificios como muestra de su amor: en honor a su amante peruana, la jovencísima Micaela Villegas, conocida como La Perricholi, mandó a construir algunas cosas de lo más interesantes en el barrio del Rimac, en Lima, sobre lo cual ya hemos escrito.
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Al final de este mítico paseo encontramos la Rambla de Canaletes donde hay una fuente con cuatro grifos que según dicen vierte agua venida de unas minas. Hay una leyenda en torno a ella: quien toma de sus aguas vuelve a Barcelona. Por si acaso bebemos una cantidad generosa con la esperanza de tener otra oportunidad en la ciudad condal. Ya estamos a unos pasos de la Plaza Cataluña y de pronto un fuerte olor a orines y cerveza fermentada deja constancia de que aquí hay movida. ¿Botellón? ¿Shakira estuvo moviendo sus caderas en un concierto para que la mirase su cada vez más lenguaraz novio? ¿Fiesta de San Juan? No. Llegaron los “indignados”. 
En medio de la plaza parece que hubiera aparecido por arte de magia un mercado ambulante o un campo de refugiados: hay carpas, espacios protegidos por cartones o telas, cordeles en la que cuelgan papeles con escritos. El contraste que hace este acumulamiento de chabolas y casitas de material efímero con los bellos edificios de la sofisticada avenida de Gracia y con las relucientes ventanas de “El Corte Inglés” es tremendo. No hay rincón de la plaza donde no hayan extendido su dominio esta gente que ha puesto España de vuelta y media. Es evidente que aquí hay de todo: desde los jovencitos cuyas gafas les dan la pinta de ser aplicados estudiantes de humanidades hasta chicos bien vestiditos con un uniforme que deje constancia de que son antisistema: pantalones que más parecen pijamas, cabellos llenos de trenzas, barba de días, tatuajes y pirsing. Seguro que si te cruzas con uno de estos muchachitos con ese look a lo Melendi, seguro que cambias de acera (o de avión).
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En un rincón de la plaza hay reuniones de coordinación con altavoces donde entre arengas, aplausos y alguno que otro grito los “indignados” planifican el futuro de esta interesante iniciativa. Más allá, sin embargo, indolentes como si estuvieran tomando el sol en una playa del mediterráneo,  otro grupo se despanzurra y ríe mientras uno parece a punto de tocar algún ritmo africano con su especie de tambor. Cada cual hace la revolución a su manera. Todo esto es una delicia para los turistas a quienes sus vacaciones en Barcelona justo les pillaron con esta movida: por momentos parece que la revolución indignada se va convirtiendo en otro atractivo turístico. 
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Los monumentos de la plaza han sido cubiertos con carteles donde se pueden leer mensajes en catalán y en español en favor de la protección de ecología, del vegetarianismo, de los bosques, del trabajo justo y en contra del gobierno, la Tv, los bancos y la policía. Como se ve, es todo un combinado de demandas y de intereses unidos en esta plaza y en muchas más en toda España país al que estas personas no solo ha puesto de cabeza sino también ha dividido en dos; lo cual no llama la atención en un lugar donde casi toda división parece ser binaria: Real Madrid/Barcelona, El País/El Mundo, Republicano/Franquista, PP/PSOE, empleado/parado, etc.  
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Hay mucha gente que apoya la iniciativa del 15-M y que celebran por fin el despertar de una juventud indignada que le sale a decir sus verdades a los políticos pero también están los otros que los tildan de no saber ni lo que reclaman, de solo pedir y no aportar nada e incluso hay  quienes estarían contentos de ver las porras de los Mossos de esquadra cargando de nuevo contra ellos.
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El paseo por Barcelona sigue pero ya se los iremos contando en las siguientes entradas. Hasta la próxima…
Pablo


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