Lejana, caminas por la playa con ánimos de seguir tus impulsos.
Junto a la brisa, tus pies desnudos van dibujando en la arena, huellas que pronto se olvidarán.
Tu andar es firme, al igual que tu idea de alejarte de las grandes ciudades para buscar nuevas aventuras.
El mar, ruge potente a tu lado. Te recuerda que va a custodiarte hasta el final de tu camino.
Cerca de ti, van a morir algunas olas que soñaban con llegar lejos.
No te detienes y miras al futuro con claridad.
Tus grandes ojos filtran la imponente luz de sol que se presenta en este amanecer.
Era un momento sin testigos, solo tu caminando rumbo al destino que ansias.
Entonces, tomaste la máscara que dormía en una de tus manos y la arrojaste al suelo.
Sentías la libertad como nunca antes, y en un grito del mar, supiste que la naturaleza te había tomado como propia.
Tu blanco vestido de verano, no tenía lugar para guardar nada más que tu cuerpo.
Nada de equipaje, nada de peso…
Todo lo que existió en el pasado, estaba agonizando lejos de ti, y a la distancia, se podía ver un futuro que recién estaba naciendo con mucha fuerza.
Un futuro que ibas a construir lentamente, sin apuro.
Ya de tus ojos no iban a caer lágrimas, ahora iban a soñar.
Y en tus labios ya no habrá silencio o soledad, será un lugar lleno de deseos y palabras.
Una sonrisa se dibuja en tu boca de pronto, sabes que el camino no será tan largo como parecía, y que un perfume hermoso comienza a aparecer en el aire.
Sin lamentos, sin dolor, caminas por la playa dejando atrás todo lo que no quieres volver a tener. Rumbo a una nueva versión de ti.
Una versión llena de vida, con línea directa al alma. Con el amor como faro.
Sigues caminando descalza sobre la arena…ya nada ni nadie puede detenerte.