En el siglo XI, España construye una de las columnas vertebrales de Europa: el Camino de Santiago, que como centro espiritual es una de las grandes aportaciones españolas a Europa y a la Cristiandad.
Según Goethe “Europa nace de la peregrinación”. Dante escribió que “sólo merecían el nombre de peregrinos los que viajaban a Compostela, los que viajaban a Roma serían romeros, y a Jerusalén palmeros”.
El principal difusor del hallazgo de los restos del apóstol fue Carlomagno, faro de la cristiandad occidental y aliado de Alfonso II. La Corte de Aquisgrán estuvo fomentando una auténtica reconstrucción del Imperio Occidente, no sólo militar, sino también en el terreno religioso y cultural. Muchas representaciones pictóricas francesas de la época atribuyeron, falsamente, al monarca franco como autor del hallazgo.
Gracias a la corte carolingia, toda Europa se enteró del suceso, dando comienzo las peregrinaciones que se guían en dirección oeste siguiendo la estela de estrellas de la Vía Láctea. Surgía así el Camino Francés, el más utilizado ya que por Roncesvalles se constatan miles y miles de peregrinos en estos años. Más tarde, con la conquista de Zaragoza, se habilitó el ramal de Somport a Puente La Reina, quedando plenamente consolidado el Camino Francés en el siglo XI.
En el año 899, otro rey asturiano, Alfonso III el Magno, consagraba a Santiago con la construcción de una nueva catedral, en el mismo emplazamiento que la anterior, pero más grande y rica.
El Islam no ignora la gran importancia religiosa y cultural de Santiago, y así, el sanguinario caudillo moro Almanzor, en el año 977, organizó una expedición de saqueo contra la capital jacobea. Destruyó la catedral, llevándose las campanas, pero sin conseguir llevarse la tumba.
La llegada del nuevo milenio abrió una etapa de desarrollo y esplendor para la Ruta Jacobea, popularizándose las peregrinaciones a Santiago, como antes lo hicieran los romeros con Roma o los palmeros con Jerusalén. Entonces, Jerusalén y Roma llevaban siglos de ventaja a Santiago.
Multitudes de gentes comienzan a llegar de todas partes de Europa dando un toque cosmopolita a las ciudades por las que pasa el itinerario. Para ello, fue fundamental la labor de las órdenes religiosas hospitalarias. Desde el corazón de Europa, la orden de Cluny promovía las peregrinaciones.
Mientras que Almanzor moría en 1002 y la dinastía Omeya se hundía en una Al-Ándalus que se fragmentaba en taifas, la Reconquista cristiana progresó gracias a Sancho III el Mayor de Pamplona, quien conquistó y repobló Nájera y La Rioja.
En 1073, el rey Alfonso VI y el obispo Diego Peláez promovieron la construcción de un tercer y definitivo templo, digno de la fama y grandeza del santo, una auténtica joya monumental de estilo románico. Y dos años más tarde se colocó la primera piedra de la actual catedral de Santiago de Compostela, que se levantó sobre el emplazamiento de la anterior basílica. El rey asturiano suprimió el portazgo de la entrada de Galicia “en favor de los peregrinos que desde España, Francia, Italia y Alemania se dirigen a Compostela”. Con el obispo Diego Gelmírez, entre los siglos XI y XII, Compostela adquirió un enorme esplendor. Consolidó la construcción de la actual catedral, trasladó la sede episcopal desde Iria Flavia y logró el arzobispado de Roma. A comienzos del siglo XII tuvo lugar el viaje diplomático a Santiago del emir Alí ben Yusuf, allí tenía la reina doña Urraca la Corte. El caudillo sarraceno preguntó: “Quién es éste a quien la multitud de los cristianos acude con tanta devoción?”.
En 1122 el Papa Calixto II proclamó Año Santo Jacobeo aquel en el que el 25 de julio coincida en domingo. El 25 de julio fue proclamado, años más tarde, el día del patrón y santo de España, gracias a la importante contribución que Santiago Matamoros realizó en las campañas de Reconquista.
En 1171 se fundó la Orden de Santiago en el monasterio gallego de Santa María de Loio, fundado para defender la fe cristiana en nombre del apóstol y proteger los caminos de asaltantes y saqueadores.
Y en 1211 se consagró definitivamente la basílica y las peregrinaciones alcanzaron su mayor auge durante este siglo.
Durante la Reconquista, cuando el territorio peninsular es ganado al moro, las peregrinaciones abandonan las rutas cantábricas y los reyes y condes de la Hispania cristiana promovieron el fervor jacobeo. Comprendieron que mantener el camino libre y seguro era asegurarse una vía de vital importancia económica, comercial y militar para controlar su territorio. Desde Carlomagno hasta Alfonso X el Sabio dictaron normas en defensa de los viajeros, obligando a los moradores de villas y burgos a darles aposento y vituallas.
Los reyes de Asturias y los de Pamplona fomentaron con dedicación el auge de la ruta, destacando el navarro Sancho III el Mayor y el castellano Alfonso VI. Se implicaron en el apoyo logístico del Camino dotándole de una serie de infraestructuras: señalizando rutas, sentando calzadas, construyendo puentes, levantando hospitales y albergues. Destacable también fue la colaboración de prelados, burgomaestres y ermitaños como San Lesmes de Burgos, Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega.
Fomentaron otros itinerarios más meridionales y, al mismo tiempo, facilitaron la repoblación de los nuevos territorios reconquistados a los árabes, fortaleciendo las inestables fronteras con nuevos colonos.
Los romeros aprovechaban las calzadas romanas que llegaban de Burdeos, entrando por Irún, Ibañeta y el valle del Ebro, pasando por Vitoria y Briviescas, camino de Astorga y Compostela.
El Camino se convirtió en una ruta militar, un camino de fe, una vía de comunicación y comercio y un flujo imparable para la expansión del cristianismo, ejerciendo una gran influencia en la vida económica y social de los reinos cristianos peninsulares. Era normal que los soberanos fomentaran la repoblación de las ciudades con francos y gentes del norte de Europa, y la fundación de barrios habitados por judíos.
La llegada de diversos grupos de artesanos y mercaderes, la mayoría francos y judíos, en diferentes lugares de la ruta terminan fundando núcleos urbanos o burgos. Los habitantes de estas ciudades dedicadas al comercio recibieron importantes privilegios en los fueros municipales, dando origen a una próspera burguesía, que protagonizó diversas revueltas contra el poder de los señores feudales a lo largo del Camino. Entre los extranjeros podían encontrase santiaguistas, que habían utilizado el viaje para comerciar y al regreso se instalaron en la ciudad que les parecía más conveniente.
La Ruta Jacobea impulsaría durante los siglos XI y XII una renovación económica de gran importancia para península Ibérica al promover el comercio del norte cristiano con Flandes, Francia e Inglaterra, y crear un espacio de producción orientado al consumo de visitantes y de intercambio entre la España musulmana y Europa.
Como explica Yves Bottineau: “el origen de las relaciones entre la repoblación del camino y el peregrinaje se encuentra en parte en la importancia económica de este último”.
Los mercaderes acuden atraídos por los santiaguistas que demandan ciertos artículos, la población del norte de España experimentaba un considerable aumento, y estas dos circunstancias convirtieron al camino en la gran ruta comercial del norte peninsular.
En el transcurso de los siglos XI y XII, los reinos de la península Ibérica pasaban de una economía agrícola rudimentaria a una fase de comercio bastante activo con países de Europa. De Francia, Flandes e Inglaterra llegan al sur de los Pirineos sobre todo lanas. Pieles, caballos y trigo constituyen las principales exportaciones de España. Comerciantes gallegos operan incluso en las ferias de Champagne.
A partir del siglo XIII, esta actividad comercial empezó a utilizar los mismos caminos que empleaban los peregrinos en Navarra, Guipúzcoa o bien los del mar. Los mercaderes españoles establecidos en Brujas a principios del siglo XV poseían un sello en el que figuraba la imagen de Santiago y la inscripción: “Sello de la Nación Española”.
A lo largo del camino se establecieron importantes mercados: los lunes en Sahagún, los martes en Pamplona y Jaca, los miércoles en León, los jueves en Estella, en Burgos una feria franca que duraba quince días.
En el mismo Santiago, el gran número de peregrinos planteaba problemas de alojamiento, abastecimiento y seguridad. Según la Historia Compostelana, en 1130 una importante expedición comercial procedente de Inglaterra desembarcó en padrón; el valor de las mercancías se elevaba a 22.000 marcos de plata. El arzobispo Diego Gelmírez organizó un grupo armado para proteger el convoy de los ataques de nobles gallegos que querían apoderarse del cargamento. También reaccionó contra la subida abusiva de precios y en 1133 reglamentó los precios de los alimentos, calzado, caballos y cera. Por otra parte, los cambistas de moneda exigían, a menudo, tasas abusivas.
Como testimonio del floreciente comercio de los puertos marítimos de Padrón o La Coruña hacia Inglaterra, Irlanda, Noruega o Francia destaca el de Chaucer, autor de los Cuentos de Canterbury, quien dejó escrito que los mercaderes aventureros de Bristol y el gremio de vinateros de Londres generaban fortunas con la importación de vinos y la exportación de paños, al tiempo que utilizaban sus barcos para el transporte de peregrinos. Y William Wey, un peregrino inglés del siglo XV, pudo contar ochenta y cuatro barcos de peregrinos de todas las naciones del norte en el puerto de La Coruña.
La vinculación entre los reinos cristianos de la península Ibérica con los reinos europeos permitió la circulación de corrientes de pensamiento y movimientos literarios y artísticos. La comunicación se dio también a la inversa y, gracias al Camino, la Europa cristiana pudo enriquecerse con la aportación hispánica a la cultura.
Los peregrinos llegados de todas partes de Europa convirtieron al Camino en un catalizador para el desarrollo artístico, social y económico. Por otra parte, la Corte Carolingia incluyó en su Renacimiento el culto a Santiago, sentando las bases de la Europa Medieval. La literatura y las representaciones iconográficas medievales de la Corte de Aquisgrán concedían al emperador Carlomagno un importante papel en el descubrimiento del santo sepulcro.
La consolidación del Camino durante los siglos XI y XII coincidió con el máximo desarrollo del arte románico, primer estilo artístico unitario y común de la Cristiandad europea de la Edad Media, acorde con la unificación de la liturgia que entonces demanda la Iglesia. Los intercambios culturales surgidos de la peregrinación provocaron que este movimiento artístico, con sus variantes regionales, se extendiera por toda Europa.
Los dos focos difusores del románico fueron la abadía y Orden del Cluny, en el centro de Francia, y la iglesia de Lombardía, en el norte de Italia. El arte cluniacense se difundió por los territorios del Camino Francés, mientras que el románico lombardo tuvo una gran implantación en el reino de Aragón y en los valles pirenaicos de los condados catalanes. La liturgia romana se fue imponiendo sobre la hispánica, y el estilo mozárabe es vencido por las nuevas corrientes europeas.
Las antiguas construcciones cristianas de techumbre de madera y reducidas dimensiones se transformaron en otras más resistentes y monumentales. En la Hispania cristiana desaparecía el eclecticismo imperante hasta ese momento, que mezclaba detalles bizantinos con influencias locales, paleocristianas o godas. Aunque sí se siguió cultivando algún componente local como los arcos fajones.
El templo románico se caracterizaba por la utilización de la planta de cruz latina, provista de cimborrios y ábsides. Su característica fundamental es la sencillez, el purismo en sus líneas y formas, que sirven como afirmación del poder político y espiritual.
La catedral es la gran creación del arte románico. Tomando sus fundamentos arquitectónicos de las basílicas romanas y bizantinas, ingenia un edifico de gruesos muros y potentes columnas. Las catedrales de peregrinación del Camino francés fueron 7: Jaca, Pamplona, Santo Domingo de la Calzada, Burgos, León, Astorga y Santiago de Compostela, originalmente construidas en estilo románico. De estas siete, las de Pamplona, Logroño, Burgos y León, fueron reconvertidas en templos de estilo gótico y renacentista.
El románico de peregrinación se materializó brillantemente en lugares como Leyre, Jaca, Frómista, León y Santiago.
En el siglo XIII, la ruta jacobea se convertía en una vía de recepción de un arte mucho más impresionante: el Gótico. Surgido del románico, y con los mismos planteamientos y símbolos, crea un nuevo espacio arquitectónico, un nuevo lenguaje plástico de espectacular belleza.
También se construyó una arquitectura civil complementaria a la religiosa, gracias a la donación de los peregrinos y la acción de los nuevos colonos y mercaderes, compuesta por barrios, puentes, hospederías y hospitales, que desarrollaron los burgos medievales. Al mismo tiempo, el románico hispánico recibió la influencia mudéjar, por ello, el románico europeo conoció elementos musulmanes que se transmitieron desde la península Ibérica.
Los motivos andalusíes se extendieron por las iglesias de Aquitania, Auvernia o Borgoña mientras el mozárabe de los beatos se refleja en las iluminaciones de los monasterios del suroeste de Francia, y muchos de los cantares de gesta (ciclo de Carlomagno y de Roldán) reprodujeron el ambiente exaltado de las peregrinaciones y las cruzadas peninsulares del siglo XII.
Grupos y escuelas de canteros, maestros de obras, pintores y escultores, maestros de obras, todos caminaban la Vía Láctea en ambos sentidos; solicitados por obispos y reyes, tomaban de ambos lados del Pirineo nuevos hallazgos técnicos y decorativos.
Como ha descrito el historiador francés Marcel Durliat: “El camino no se limitó a transmitir a España fuentes de inspiración procedentes del exterior, sino que llevó a su vez, a Francia, influencia del arte musulmán, bien sea directamente o por la mediación del arte mozárabe”.
Otro erudito francés, Emile Mâle, en 1927 sostuvo que el modelo de iglesia de peregrinación, citado a la de San Martín de Tours, pasó los Pirineos desde Francia, pero fue inmediatamente sustituido por su acuñación en Santiago. Además subrayó la influencia en Francia de algunos elementos decorativos islámicos a través del Camino.
Cuatro años antes, el norteamericano Kingsley Porter había destacado el papel decisivo de la arquitectura de Santiago en el románico francés, contribuyendo a ello los peregrinos lombardos.