Campanadas macabras

Jacobo y la preciosa capital Jacobea. Parece un juego de palabras pero la película de Xavier Villaverde capta con precisión los pensamientos de este joven interpretado por Juan Diego Botto.
Cuando una bella ciudad te sirve de caldo de cultivo, los exteriores cobran vida propia, y aunque el padre de Jacobo sea interpretado por Luis Tosar(con más mala leche que nunca, por cierto, en unos registros interpretativos que dan hasta miedo) el resultado es una película siniestra en un principio pero con toques de luz en el personaje de la novia de Jacobo(Marta Etura).
Jacobo es el único hijo de un importantísimo escultor gallego que acaba de fallecer.
Laura Mañá interpreta a la galerista que gestiona la obra del insigne artista, una obsesión que Jacobo tiene que ir superando, porque insisto que el escultor de tan mala leche que es Luis Tosar borda los registros más tétricos. Aunque la ciudad de Santiago es el perfecto tapiz donde se desarrolla la historia de Jacobo y su padre, el problema que plantea Villaverde en el guión es mucho más complejo que una simple obsesión. Se cruzan en el joven Jacobo pensamientos que chocan contra la moralidad, y sobre todo con el dolor que le produce a Jacobo la vida de su padre (y no me refiero a las excelentes escultoras)
Reconozco en Trece campanadas un final de esos que inquietan y me gustan por lo inquietante que resultan. La película tiene en su final uno de los que siempre recuerdo, pero me temo que no puedo relatarlo. No soy amiga de destripar las pelis que van entre flores y preguntas.
Trece campanadas no es una gran película,vale, pero merece la pena observar en Santiago de Compostela a este joven obsesionado con las trece campanadas que sonaron una única vez en su vida.