Es bueno reincorporarse, a lo que sea, el regreso es la prueba más evidente de que uno, por lo menos, sigue vivo, que es más bastante que poco. Las noticas políticias y sociales, desde los despropósitos de ANC hasta la salvajada del atentado en Barcelona, no invitan a una reflexión ponderada, de forma y manera que nos perderemos en el universo de la prensa amarilla, que conlleva cierto humor, aunque siga siendo difícilmente digerible. Le toca el turno a la Sra. Campanario, cuyo mérito para aparecer en el papel couché un día sí y otro también, no es otro que el abrirse de piernas con el torero de moda -de moda en su día- del mismo modo que hizo en su momento la Sra. Esteban, quien pasó a convertirse en una auténtica -y muy bien remunerada- profesional de las sobremesas somnolientas y mañanas desiertas de plató en plató. Se cuestiona el ingreso con relación a fibromialgia de la esposa del torero, con bastante razón, y se habla de un trastorno obsesivo compulsivo, que es bastante más serio, desde el punto de vista de los desórdenes mentales, se entiende. Cuando se tiene todo lo necesario, no hay nada más necesario que lo superfluo, y sorprende que, tantos años después, sigan existiendo preocupaciones o inquietudes sobre ciertos particulares que deberían haberse visto muy superados; conocer el fondo de la cuestión tendría el morbo propio del medio, pero haría perder el encanto a la flamante dentista que, posiblemente, dejaría traslucir una vulgaridad impropia de su carácter popular.