Revista Sociedad

Campanas al vuelo

Publicado el 10 noviembre 2020 por Salva Colecha @salcofa

Hace muchos años, cuando no existía Internet, ni siquiera el teléfono o la radio el campanario de un pueblo era también la torre de telecomunicaciones. El toque de las campanas regía la vida del pueblo. Desde el campanario de anunciaba todo lo que ocurría y podía interesar, la hora que era, cuando tocaba ir a misa o volver a casa después de la jornada en los campos, si había muerto alguien en la villa hombre, mujer o niño (existían diferencias en el toque), si había algún peligro o incluso cuando sonaban a fiesta. Era entonces  cuando sonaban todas a la vez. Tocaba celebrar, era fiesta mayor y se lanzaban las campanas al vuelo.

Esta especie siempre ha sido muy dada a eso de salir a la calle a cantar victoria antes de empezar la batalla. Damos por sentado que el partido nos lo llevamos de calle, sin bajar del autobús. Soltamos las campanas al vuelo y después pasa lo que pasa. No salen las cosas como se nos habían pasado por la cabeza y ya todo son malas caras.  Llámame agorero y malasombra pero no se yo si no estaremos ahora montando una peletería antes de acercarnos al bosque a ver si encontramos un oso. No, no me refiero al sainete de Biden. Que vale, de acuerdo, parece que va a ser presidente. Pero algo de razón puede que tenga Trump, las elecciones igual no han sido justas, estoy segurísimo que millones de votantes lo han hecho más para perder al sujeto de vista que para poner al demócrata de presidente. Sea por lo que sea parece que vamos a tener por una temporada un mundo “normal” si es que ese palabro se puede aplicar a este año que llevamos (Venga, un esfuerzo más que ya estamos en noviembre). De todas formas esperemos un poco, no nos vaya a salir rana, que en eso de que un príncipe se nos transforme en batracio ya tenemos mucha experiencia.

Con lo de lanzar las campanas al vuelo me refiero al anuncio de Pfeizer y su vacuna megaeficiente frente “al bicho” pero que, de momento, parece que nadie ha visto. Esta mañana me acerqué a tomar el café de rigor, más contento por eso de que parece que veamos la luz al final del tunel y me encontré con Paco (que puede llegar a ser cenizo pero suele acertar). Estaba jugándose carajillos y algún “Sol y Sombra” a que en una semana el virus habrá mutado, se producirá algún accidente en el laboratrorio o se descubrirán efectos secundarios perversos del tipo de que a los que han experimentado la vacuna se les han vuelto las orejas verdes. Según Paco algo va a ocurrir para que la vacuna vuelva a la casilla de salida, como en el juego de la oca y todo quede en una maniobra en la que la farmacéutica y cuatro avispados habrán ganado muchísimos millones de euros gracias al vaivén de la bolsa de estos días. Todo a costa de nuestra esperanza ciega en que esto pueda acabar ya y  podamos despertar un día y abrazar, besar de nuevo, vernos las caras, reir, volver a ser humanos.

Prefiero decir a mi amigo que ese es el verdadero valor que tiene la investigación y que a cambio de eso no hay dinero que valga. Paco teme que alguien haya hecho su agosto en pleno noviembre. No se que decirte, prefiero ser un iluso y pensar que la ciencia se mantiene al margen y sigue su camino en beneficio de la humanidad. Prefiero pensar que esa es su razón de ser y que no va a entrar en este juego de piratas. Pero no se ya que decirte, solo el tiempo podrá resolver la duda pero de equivocarme sería como para perder la esperanza en la especie humana (la poca que nos queda) y salir a la calle pidiendo la extinción.


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