Por fin parece que el verano ya llegó. Quiero decir que ya se nos dejará a partir del domingo 21 de este mes, primer día de Verano, salir a la calle para hacer lo que queramos y no sólo para que el perro haga sus necesidades o para que nosotros nos sentemos en una terraza a consumir con tiempo tasado; también desaparecen las limitaciones y las franjas horarias que, la verdad, ya nadie respetaba, aunque la norma seguía estando allí cual espada de Damocles y en cualquier momento podía caer sobre el infractor porque, es bien sabido eso de ‘al disidente, aplíquese la normativa vigente‘.
Lo mejor del fin del denominado Estado de Alarma es que vamos a poder desplazarnos libremente por todo el territorio nacional. Esto es lo que varias veces he oído decir al Ministro de Sanidad, pero yo ando algo mosca porque en estos 90 días de prohibición y limitación absoluta de éste y otros derechos muchas han sido las veces que de la noche a la mañana [entiéndase esto en sentido estrictamente literal] ha mutado la norma como por arte de birlibirloque. Si a la normalidad se la denomina ahora Nueva Normalidad, que Dios nos coja confesados porque todo puede pasar.
Es esencial, nos han dicho -mira lo fácil que habría sido haberlo pregonado con contundencia desde un primer momento-, el uso de mascarillas en espacios públicos, mantener la distancia entre personas de al menos metro y medio, e higiene, mucha higiene, con lavado frecuente de manos con jabón o geles hidro alcohólicos y la limpieza de superficies y objetos sospechosos con soluciones acuosas con un 20% de lejía. Las mascarillas se ven cada día más aunque hay irreductibles que se niegan a usarlas pese a estar cara al público, como mi quiosquero a quien creo que a partir de ahora, por persistir en esta actitud insolidaria, dejaré de comprar el periódico dado que cuando amigablemente se lo advertí me salió con una respuesta de pata de banco. En fin.
Lo que me parece más complicado y me produce hasta risa viendo los preparativos, es el asunto del baño y su compatibilidad con esa distancia normativa entre personas de metro y medio o dos metros. En mi comunidad de vecinos el presidente ha parcelado el minúsculo jardín en nada menos que 10 zonitas que no sé siquiera si cumplen el reglamento gubernamental. Como le hagamos caso creo que este verano vamos a estar más amontonados en la piscina que nunca. En fin, menos mal que los administrados solemos demostrar más juicio que los Administradores y nos saltaremos las líneas de plástico en que el jardín ha pasado de ser pequeño a estar formado por diez celdas que no serían válidas ni para una institución carcelaria.
Pero pelillos a la mar, amigos. Desde esta última temporada -de número aciago, cierto es- con la que cierro esta serie del Confinamiento primero y más tarde [des]Confinamiento, os convoco a todos a ser optimistas y a cruzar los dedos, poniendo cada uno de nuestra parte el cumplimiento estricto de las elementales normas de protección dictadas, para que el COVID19 se haya hartado de hacernos la puñeta y abandone definitivamente el país para no volver ¡nunca más!, ¡aínda máis!, mai més!, inoiz gehiaco!, a pasar por esta situación. En nuestra mano está. O, al menos, eso es lo que nos dicen,