Revista Fotografía

Campanópolis

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino

¿Quién diría que a solo 30 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires podemos recorrer una aldea con construcciones similares a las medievales y sentirnos, por unas horas, que estamos caminando por Bélgica o República Checa?

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Con objetos de demoliciones que compraba en Argentina y en otros países, Antonio Campana comenzó a construir Campanópolis, el complejo que hoy ocupa 20 hectáreas en la localidad de Gonzalez Catán, en el partido bonaerense de La Matanza. Con ese nombre lo bautizó su amigo Alfonso Corso: “Ciudad de Campana”.
Sin una lógica ni una estética especial, comenzó a colocar objetos y a darle forma a su sueño. Un sueño que empezó cuando en 1990 recuperó unas tierras que la Ceamse (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado) le había expropiado en 1985 para rellenarlas con basura. Al principio no tenía en mente lograr una arquitectura medieval, pero su instinto lo llevó a que muchas de las construcciones finales terminaran con ese estilo. En el inicio, empezó con la construcción de lozas, que rellenaba y decoraba con los más diversos objetos: lámparas, puertas, rejas, ventanas, faroles, inodoros, botellas, columnas, relojes, piezas de ferrocarril y tranqueras del hipódromo, entre otros. Podía colocar una escalera que no conducía a ningún lado o una reja en el techo. No importaba lo estético, sino lo que él quería y sentía en cada momento y lugar.
Antonio Campana tenía cáncer. En 1999 los médicos le diagnosticaron que sólo le quedaban dos años de vida. Ante esta noticia decidió vender algunas de sus empresas y dedicarse cien por ciento a la construcción de Campanópolis. A partir de ese momento iba todos los días al predio para continuar con su obra. Era una forma de viajar por Europa sin salir de su ciudad. Pero los médicos se equivocaron y vivió hasta el 2008.

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La visita dura cuatro horas. En las dos primeras se realiza un recorrido con una guía que va contando la historia del lugar y algunos detalles de las construcciones que se visitan. En las dos horas restantes se puede recorrer el predio por cuenta propia, tomar fotografías o descansar mientras se come o bebe algo. Lo que nos resultó más interesante fue observar con detenimiento la cantidad y variedad de objetos que había en cada construcción.

Una de las primeras salas que se visitan es el Salón Pacífico. Se llama así porque está rodeado por 24 columnas que pertenecían a las Galerías Pacífico (hoy, un centro comercial en Buenos Aires). En este salón también es posible apreciar el estilo ecléctico característico de toda la obra de Antonio Campana. En una misma pared se ven puertas y ventanas de diferentes épocas, como muestra la fotografía. Además, hay una escalera que pertenecía a la Basílica de Luján y dos ascensores que forman parte de la municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

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Mientras vas visitando los diferentes edificios te encontrás con callecitas y edificios como estos:

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En el predio se visitan tres museos donde es posible entender un poco la visión del artista y encontrar los objetos y las colecciones más diversas. Los museos son: el Museo del Hierro, el Museo de la Madera y el Museo de los Caireles. En el primero encontramos todo tipo de objetos relacionados con el hierro y otros metales. Lo que más llama la atención es la cantidad de rejas. En el segundo, como se imaginarán, predominan los objetos de madera y, sobre todo, escaleras que no conducen a ningún lado. En el tercero y el que más me llamó la atención encontramos una colección de caireles. ¿Qué son los caireles? Son los pequeños objetos de cristal que cuelgan de las arañas. (Es increíble la cantidad que se pueden juntar…). A continuación, algunas fotos de los tres museos.

El de los Caireles

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 (En la foto que sigue las guardas están hechas con manijas de cajones y con monedas)

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El de la madera…

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El del Hierro…

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Después de recorrer rincones de la zona urbana, la visita continúa por las casitas del bosque…

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Y finalmente la parte del predio que quedó inconclusa… pero también presenta interesantes construcciones, como las que aparecen a continuación.

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Información útil

El precio de la entrada es de 120 pesos argentinos por las cuatro horas de permanencia en el predio. Lo único que incluye es la visita guiada de dos horas. No es un precio muy económico. Los menores de 12 años pagan la mitad. Las reservas se hacen a [email protected]

La única manera de ir es con reserva y previo pago de la entrada a través de una transferencia bancaria. No se acepta dinero en el momento y no puede ingresar nadie que no esté en la lista de cada día.

Los domingos y feriados está cerrado. No se suspende por lluvia (imaginamos que con sol es más lindo)

Además de las visitas turísticas, se hacen eventos sociales, producciones fotográficas, publicidades y visitas escolares.

No hay un lugar para comprar comida. Solo se vende café y agua caliente para el mate en un pequeño salón. Conviene llevarse unos sándwiches o algo para comer “al paso”.

En el sitio web, en la sección de ubicación, hay un pdf para descargar con las opciones para llegar.

La dirección es Calle Bariloche 2700. Una vez que se llega a esta calle no es fácil encontrar el ingreso al predio. Se supone que había un cartel, pero ya no está. El ingreso, sobre la calle Bariloche  es este:

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Campanópolis: una aldea medieval en Buenos Aires

Aldana Chiodi

Los papeles dicen que soy geógrafa social (profesora), periodista y editora, pero me identifico más con ser viajera, escritora y fotógrafa de viajes. Me encanta viajar, escribir, fotografiar, conocer y compartir otras culturas, llevar magia y arrancar sonrisas por el mundo y la nueva vida que elegí junto con mi compañero y amor: La libertad es un viaje de ida.
Si querés saber más sobre mi historia podés leer acá.
También podés visitar mi blog personal o sumarte a las redes sociales.

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