Revista Deportes
Han tenido que pasar 16 años para que Finlandia vuelva a estar en lo más alto. Desde aquella vez en 1995 en la que se derrotó a Suecia en la final, el país nórdico no había podido celebrar un título tan importante como el Mundial IIHF.
Otra vez Suecia ha sido la víctima, a la que se la acabó humillando para hacer que la alegría fuera doble en las ciudades finlandesas.
Finlandia 6 - 1 Suecia
(0-0, 1-0, 5-0)
Segundo título mundial para Finlandia tras un partido que se rompió en el minuto 43. Hasta entonces la igualdad y en cierta medida los nervios reinaban tanto en el hielo como en las gradas. Fasth y Vehanen, los dos mejores porteros de la competición, repelían una y otra vez los disparos de los rivales, mientras que la defensa finlandesa se encargaba de frenar el potente ataque sueco. Eso hasta que en el 27 Magnus Pääjärvi recogía un puck perdido en la zona neutral y con un fuerte disparo a media distancia hacía el 0-1 para los suecos. Los fantasmas del pasado volvían a la cabeza de todos los seguidores finlandeses, que se temían lo peor. Pero nada de eso ocurrió, y a falta de 7 segundos para acabar el 2º período, Jarkko Immonen, máximo realizador del torneo, hizo el empate en otro PowerPlay ejecutado a la perfección, con un disparo impecable que no pudo detener Fasth. El momentum era para los finlandeses y el descanso para ambos.
Y llegó el tercer período, el sueño de unos y la pesadilla de otros. En menos de 4 minutos, Nokelainen y Kapanen pusieron el 3-1 en el marcador y dejaban muy tocados a los suecos, que jamás volvieron al partido. El reloj pasaba muy lentamente para los finlandeses, aunque tampoco sufrieron demasiado para parar a una Tre Kronnor desmotivadísima, que dio el partido por perdido con el 3-1. Pero Finlandia quería más, quería venganza por tantos disgustos y por tanto sufrimiento ante Suecia, y entre el empuje de los jugadores y la pasividad total de la defensa vecina, Pesonen, Pyörälä y Pihlström remataban el partido e inflingían un tremendo y doloroso 6 a 1 a los suecos, que se iban a tener que conformar con la plata.
Las calles de Helsinki, Turku, Tampere y otras tantas ciudades no tardaron en llenarse y ni el frío pudo impedir que las fuentes se encontraran repletas de gente.
Mikko Koivu, el capitán, se encargó de levantar el tan ansiado trofeo que lo acreditaba a él y a su selección como campeones del mundo.
¡ENHORABUENA!