Para los quien no la hayan leído, en la gala de los SAG, un cámara hizo un barrido de los pies a la cabeza del vestido dentro del cual estaba metida Cate Blanchett. La actriz se sintió tan despersonalizada como la frase que acabo de escribir, y en un gesto sin precedentes en una alfombra roja, se agachó para buscar con la vista el objetivo, y le preguntó al cámara si este tipo de planos se los hacían a los chicos también. Evidentemente la pregunta era retórica...
Por otro lado, en otro acto de rebeldía alfombril, en la ceremonia de los Globos de Oro (sí, ya sabes, "la antesala de los Oscar") de este 12 de enero, la actriz Elizabeth Moss, cuando se vio expuesta a la Mani-Cam (un invento del canal E! que consiste en una mini alfombrita roja donde las actrices exponen su manicura), ni corta ni perezosa giró la mano y le sacó el dedo corazón a la cámara, la cual cortó la toma al instante y con increíbles reflejos. Pero ahí quedaba la pequeña declaración no verbal de principios de Moss.
Entre esto y lo de antes, los cámaras de E! no ganan para sustos
El análisis de los modelitos que lucen las actrices en las entregas de premios se ha convertido, desde hace ya mucho, en una parte crucial de todo asunto. Algunas revistas de cine le dedican secciones. Las revistas del corazón se lanzan en plancha al asunto, y elaboran listas de la más elegantes, las más atrevidas, las peores vestidas, etc. Según el medio que cubra el asunto, el interés de todo se desplaza desde su sentido digamos primigenio (los logros artísticos de los intérpretes) hasta prácticamente sólo el aspecto estético. Sí, sí, vale, Fulanita Pérez estaba nominada al Óscar por su emocionante interpretación de una campeona de natación que lucha por la gloria mientras se enfrenta una enfermedad incurable a la vez que descubre que fue adoptada. Pero aquí lo que de verdad nos importa es saber si iba guapa o qué. Mención aparte merece todo el tema de la relación edad-belleza de Fulanita, y ay de ella si el cirujano de turno no ha logrado hacer un buen trabajo: la misma industria que la presiona para que se mantenga permanentemente atractiva, le caerá encima salvajemente para despedazarla.
Generalmente, los hombres se han visto más a salvo de este juicio y ejecución pública, partiendo ya de la base de que sus trajes de etiqueta son infinitamente más homogéneos y uniformes (el esmoquin y el traje de chaqueta tienen sus límites, aunque los hay que están dispuestos a ponerlos a prueba), y los peinados y complementos masculinos tampoco tienen un gran peso. Sí es cierto que desde hace unos años hemos empezado a ver, con cuentagotas, a algún que otro hombre siendo objeto del escrutinio público tras haber pasado por el quirófano sin resultados positivos (el pobre Mickey Rourke es casi el Santo Patrón de los Hombres Mal Operados: en cualquier reportaje que hable de este tema, ten por seguro que le nombrarán, con la fotito de rigor del antes y el después).
Así que una vez más nos encontramos con un ejemplo más de la mujer empleada como florero, como objeto bello y decorativo, que no sólo debe responder de su trabajo oficial como actriz o cantante o abogada, sino que también está tácitamente obligada a ser bella y seductora. Sí, lo entiendo: finalmente las entregas de premios son fiestas, y como tales cada uno trata de llevar sus mejores galas y estar lo más guapo/a posible, pero ¿justifica esto que en muchos casos se termine hablando más del look que del mérito artístico de las actrices? ¿Deben las mujeres aceptar que las cámaras las escaneen de arriba abajo cual código de barras?
Veremos si la gala de esta noche nos trae alguna sorpresa más de este tipo. Para acabar, una foto para el recuerdo de otra actriz nominada que decidió también pasarse las normas no escritas por el forro...
En la redacción de esta entrada ningún animal sufrió daños