Revista Cultura y Ocio
Acabo, en muy pocas horas, el libro de viajes titulado Campos de Níjar, de Juan Goytisolo, en una hermosa edición de Seix Barral. Y, a riesgo de convertirme en objeto de críticas o de dar una imagen siempre negativa de este autor, diré con claridad que no me ha convencido.Me parece ridículo elegir como lugar de visita y crónica un territorio por el mero hecho de que otros lo omitieron en sus viajes (ese "descuido" achaca Goytisolo a los autores de la generación del 98 con respecto a esta tierra). Además, veo muy pocas “gracias literarias” en este texto. Quizá (habrá quien aventure esa explicación) ha querido reflejar con esta ausencia de “literatura” la sequedad de la zona descrita, pero conviene añadir de inmediato que Juan Rulfo lo hizo mejor: no se antoja excusa válida. Veo también falso el sentimentalismo llorica de las páginas finales, cuando el narrador ha tenido los santos cojones de dejar con la palabra en la boca al pobre Juan, quien en el capítulo IX le pedía que lo llevase a Barcelona para tener una meta en su vida: ¿cómo se pasa de la imperturbabilidad al llanto estremecido en cuestión de unas pocas líneas?Lo que sí me ha impactado ha sido la descripción del vendedor de tunas en el capítulo V: sabe que el narrador se las compra por lástima y, por tanto, se niega a cobrárselas; pero le acepta el dinero… ¡como limosna!Si efectúo la comparación de esta obra con los volúmenes de viajes de Camilo José Cela (por citar un solo caso egregio), esto no vale gran cosa.Dudo que repita con este autor.