A finales de 1942, el Departamento de Guerra había decidido llevar a los Estados Unidos a los prisioneros del Eje. En esta decisión influyeron muchos factores; el principal motivo fue el economizar soldados en la vigilancia de los prisioneros. Por entonces se estaban iniciando las grandes operaciones en el Pacífico y se preveía la necesidad de un gran contingente de soldados para combatir a los japoneses en las islas del Pacífico. Tambien se tuvo en cuenta las advertencias de los jefes norteamericanos en zonas de combate que no querían apartar a sus tropas y recursos del frente de combate y dedicarlos a la custodia de prisioneros.
Los barcos que transportaban a los prisioneros desde Europa y África, atracaron en varios puertos de la costa Este y para llegar a los campos donde serian internados la mayor parte de los prisioneros tuvieron que recorrer grandes distancias en ferrocarril. Este largo recorrido les mostró la abundancia en la que vivía su enemigo del otro lado del océano Atlántico. Viajaban en coches de pasajeros, muy diferentes a los vagones de carga que utilizaban para transportar a las tropas el ejercito alemán y se les servía comida y café durante el viaje.
En lugar de ver ciudades arrasadas por las bombas, algunos llegaron a ver los imponentes rascacielos de Nueva York para continuar con las fértiles tierras de cultivo, los enormes bosques, las redes de carreteras, en definitiva una exhibición de la riqueza de los Estados Unidos. Para algunos fanáticos nazis la experiencia resultaba tan increíble que dijeron a sus compañeros que no se dejaran engañar, que el viaje era un truco para impresionarlos.
El Departamento de Guerra construyo los campos del modo más económico posible: madera de pino, papel alquitranado y cemento. Para evitar la calefacción ubico la mayoría de los campos en los estados del sur, donde el clima era más benigno en invierno, aunque demasiado caluroso para la mayoría de los centroeuropeos. Los campos tenían barracones nuevos y limpios, hospitales con médicos, dentistas y comida abundante. Un prisionero alemán escribió a su casa desde campo Trinidad en el estado de Colorado:
Después de todo lo que pasamos, estar aquí es como una cura de reposo.Los prisioneros fueron alojados en barracones con capacidad para cincuenta hombres. Cada cinco barracones había un comedor con cocina, platos, cubiertos, y sobre todo muy buena comida. De hecho, la mayoría de la comida era preparada por los propios cocineros alemanes con ingredientes suministrados por el Ejército estadounidense. Un alemán escribió a casa diciendo:
Aquí comemos más en un solo día que allí durante toda la semana.El trato dado a los prisioneros llevó a la prensa y al Congreso a criticar al Departamento de Guerra por ello, pero este justificó su política afirmando que la estrategia de tratar bien a los prisioneros tenía su fruto en los comentarios que estos hacían en las cartas que escribían a sus familias describiendo su buena situación y que estos comentarios se difundirían entre las tropas alemanas y llevarían a que muchos más soldados se rindieran a los aliados, lo que daría como resultado una reducción de las bajas norteamericanas. Esos argumentos convencieron al Congreso. Y cuando un reportero del servicio nacional de noticias publicó que después de un recorrido realizado por los campos en 1944, que los prisioneros recibían solamente lo que exigía la Convención de Ginebra, la opinión pública empezó a cambiar en su postura.
En junio de 1943, 2.000.000 de estadounidenses estaban luchando en el extranjero. Como resultado, se produjo una escasez de mano de obra en sectores esenciales de la economía americana, a pesar del trabajo de miles de mujeres, mientras la población de prisioneros aumentaba. Para paliar esa escasez, los prisioneros empezaron a trabajar en bases militares, granjas, la elaboración de alimentos, explotaciones forestales y minería. A la mayoría de los estadounidenses no les gustaban los prisioneros, pero por el esfuerzo de guerra cooperaban.
En los tiempos de ocio de los prisioneros, el fútbol era el pasatiempo más popular y se organizó una liga de fútbol y hasta consiguieron que se les permitiera competir con los equipos de otros campos cercanos.
Los campos estadounidenses para prisioneros de guerra alemanes eran mucho mejores que los campos de concentración destinados a sus propios compatriotas norteamericanos de origen japonés.
En algunos campos se les permitió salir bajo custodia, como en Inglaterra, para asistir a algunos espectáculos, y a pesar de ser soldados de un país enemigo, acudían a lugares a los que los afroamericanos no podían entrar. Este hecho, especialmente evidente en los estados racistas del sur puede llegar a resultar inverosímil en la actualidad, pero así sucedía, un soldado enemigo cuando salía del campo de prisioneros tenía más puertas abiertas por el solo hecho de ser blanco que los guardias afroamericanos que custodiaban el campo donde ese mismo alemán era prisionero.
En 1945, cuando se empezaron a liberar los campos de concentración y exterminio nazis, los prisioneros alemanes fueron obligados a ver un documental sobre las atrocidades cometidas en los campos. La mayoría dudaron que estas películas fueran auténticas y afirmaban que era sólo una maniobra propagandística para desacreditar al nacionalsocialismo, a Hitler y al Reich alemán.
Para saber más:
America’s Concentration Camps de Allan R. Bosworth
El Secreto de Zara