El Duero a su paso por San Saturio
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria —barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra—.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
Poema VIII Campos de Soria de Antonio Machado
La Ribera del Duero
Fue a finales del pasado mes de julio cuando tuvimos la oportunidad de realizar nuestro particular camino a Soria. Fueron unos días especialmente encantadores junto a Vicenta, María, Daniel y (un recién nacido) Héctor. Ellos nos hospedaron y nos mostraron la magia de la Ribera del Duero a su paso por Soria. Durante aquellos días pudimos disparar multitud de instantáneas para su posterior evocación.
Curiosos y enigmáticos parajes aquellos pues sirvieron de inspiración a dos grandes poetas de origen sevillano, el anteriormente citado Antonio Machado y Gustavo Adolfo Bécquer, el cual dedicó un terrorífico relato al colindante Monte de las Ánimas.
Cañon del río Lobos
La tierra soriana es dura pero amable, es extrema y subyugante. Los campos de Soria están curtidos de una saludable franqueza. Invitan a ser vividos con fruición, a soñarlos una vez los has abandonado… y a despertar de tal sueño con el fugaz recuerdo del sonido de verdes álamos, el frescor de fragantes aguas, el ardor de fantasmagóricos fuegos, la luz de ocultas veredas y el sabor de antiguos vinos. Soria fue semilla para la imaginación, es gracia para la intuición y será destino para nuestro ensueño.
Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar. (Antonio Machado)