La noche ha sido bastante "movidita" porque teníamos a los vecinos con muchas ganas de fiesta. Eso y oír como llovía ha hecho que durante la noche no hayamos descansado mucho.
El día empezaba con algunos nervios y eso se traduce en levantarnos antes, así aprovechamos ese tiempo para desayunar tranquilos y comentar un poco lo que queremos hacer hoy. Después de recoger todo, nos cargamos con las mochilas y los bultos hacia la boca de metro. De nuevo y aprovechando que es fin de semana tenemos una tarifa reducida y un mejor precio que ayer, ya que es más barato ir de Vancouver al aeropuerto que hacerlo al revés. Total 5,50 $ por los dos tickets.
Después de dar muchas vueltas a las diferentes opciones para recorrer esta parte de Canadá elegimos la del coche de alquiler. Con tiempo consigues muy buenas ofertas y las demás opciones de autocaravana o campervan nos parecían bastantes más caras para dos personas. Y eso que hemos estudiado las opciones de precio medio por habitación, gastos medios de carburante, gastos por estacionamientos en camping, vamos, que lo miramos con detalle y esto es lo que nos parecía mejor.
Con la reserva impresa del coche nos presentamos en el mostrador de Hertz, que es la empresa con la que lo hemos reservado. Tras los trámites oportunos y un pequeño susto (pensábamos que no teníamos el carnet de conducir, sin él no podíamos llevárnoslo. Como examen cardiaco es una prueba que te dice si el corazón lo tienes sano, pero para el sistema nervioso es muy duro. No sólo hay que traer el carnet internacional) recogemos un flamante Volkswagen golf. Es automático y para los que no te tengáis experiencia con ellos, como es nuestro caso, se hace un poco extraño al principio.
Para orientarnos hemos traído una tablet y en ella descargada Sygic. Nos ha ayudado a salir de la ciudad. Esta aplicación tiene la ventaja de que te deja descargar gratis un país y sus planos de carretera y ciudades, nosotros lo teníamos fácil y descargamos Canadá. Cruzamos Vancouver y seguimos la Highway 99 en dirección a Whistler.
MUSEO DE LA MINERÍA. BRITANNIA BEACH:
La primera parada, la hacemos en el Britania Mine Museum (entrada 30,45 $ cada uno). Es una antigua mina de cobre restaurada para el turismo, en la visita incluye acceder a varios edificios mineros y recorrer unos 200 metros de una galería original de extracción del mineral. Es la más grande que tuvo el imperio británico y cuenta con más de 200 kilómetros de galerías. Nos ha gustado mucho el entorno y la restauración de los edificios ya que en algunos momentos parecía que estábamos en el decorado de una película o en los días de actividad de la mina.
La parte de la visita a la galería la haces en un tren original minero que hace más interactiva y divertida la experiencia. A parte nos hacen demostraciones de maquinaria y herramientas usadas en las labores de extracción, todo dentro de galerías originales. Pero hay uno que nos ha sorprendido y ha arrancado el "guau!" de admiración. Se trata del edifico de tratamiento y selección de mineral. Es un edificio enorme que resulta muy difícil de describir, pero te deja absorto.
Después de tres horas de visita seguimos nuestro plan de viaje. El día no acompaña en algunas ocasiones por la lluvia. Las nubes tapan bastante el paisaje que nos rodea así que en días despejados tiene que ser soberbio.
Vamos disfrutando y realizamos dos paradas antes de Whistler. La primera en la Shannon Falls una cascada preciosa en la que no os sentiréis solos. Está muy bien indicada a través de carteles en la carretera y tiene parking gratuito. El recorrido completo es un kilómetro así que no tiene ningún misterio. La estampa de la cascada es espectacular.
La segunda parada es Brandywine falls, otro espacio privilegiado con una cascada enorme. El entorno como la anterior es una pasada y sorprende la cantidad de árboles y masa forestal que hay aquí. También tiene parking gratuito y ambas cuentan con baños públicos.
WHISTLER:
Seguimos hasta uno de nuestros puntos de parada obligados en el día de hoy, Whistler. Parece ser un pueblo que hayan construido al revés de lo que estamos acostumbrados. Normalmente la gente construye un pueblo y a lo largo de su historia lo va amoldando a quien vive allí, se va transformando según las necesidades de sus habitantes. Aquí la sensación es que los que han construido esto se han preguntado qué es lo que haría falta y después la gente lo ha ido ocupando. Imaginamos que ser sede de los juegos olímpicos en el año 2010 ayuda a mejorar mucho las infraestructuras que hubiera. Esto no significa que no sea bonito porque lo es y nos ha gustado mucho.
Hay bastante ambiente y lo que en invierno es el centro de referencia de Canadá a nivel de esquí ahora lo es de la bicicleta de montaña y senderismo. Los remontes se usan para subir las bicicletas y después tirarse por las pistas que ahora están transformadas con saltos y peraltes que tienen que hacer las delicias de todos los que vienen. Dicen que es una de las mecas del ciclismo de enduro y descenso.
Debido a las diversas paradas y visitas se nos ha echado el tiempo encima y la idea de nuestra primera noche la tenemos que modificar a favor de otro punto de la ruta antes del que teníamos previsto. Ahora nos toca preocuparnos de disfrutar y contemplar las vistas que a veces, y si las nubes dejan, vamos contemplando. El tramo hasta Lilliooet es todo verde y vamos disfrutando de paisajes con árboles y más árboles. Nos llama la atención que la carretera no tenga indicadores de puntos kilométricos y que si tuviéramos que decir nuestra posición o si pasara algo, para que nos vinieran a buscar, tendríamos que orientarnos por las montañas o algún árbol con algún detalle o diferencia con los demás.
Después del cruce antes de Cache Creek entramos en un paisaje completamente diferente. Recuerda a las fotos de Tejas o zonas más agrestes de los Estados Unidos, esas estampas de ranchos y praderas. Resulta curioso ver que las referencias de estos paisajes de hoy o escenas urbanas de Vancouver de ayer nos llevan siempre a imágenes de cine. Como decíamos nos ha sorprendido y gustado también esta parte. Seguimos ruta y disfrutando, y a eso de las 20:00 nos marcamos el inicio de búsqueda de alojamiento. Esa hora y casualidad hacen que caigamos en Clinton, un pequeño pueblo de 700 habitantes, donde buscamos lugar para dormir.
CLINTON:
A la entrada se encuentra el Round-up Motel. Es el típico que describiríamos si nos preguntan cómo es un motel. A doble altura con ventanas grandes junto a una puerta y un balcón corrido que da acceso a las habitaciones, vamos que es el típico, típico. Nos recibe un hombre con cara de buena persona, alejado de las imágenes de recepcionistas con cara de pocos amigos que suelen asociarse a estos sitios. Muy amable nos explica las tarifas e insiste en que veamos la habitación. Nos gusta porque está limpio, tiene cocina, otras comodidades y muy buen aspecto. Son 95€ sin tasas, pero no sabemos por qué nos lo deja en 90€ con impuestos incluídos, que son 10 €. Además nos regala dos refrescos, vamos, que nos ha convencido.
Al traer la cena comprada en el supermercado de Whistler nos ahorra bastante tiempo. Después de cenar a la cama.