"Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después."Así comienza esta novela del flamante premio Princesa de Asturias de las Letras 2016 Richard Ford. No desvelo pues nada que no se pueda contar. El atraco y los asesinatos mencionados son los dos grandes acontecimientos que marcan la vida de Dell Parsons, protagonista de esta historia, y por ende marcan también la trama de esta novela. O no: tal vez el término marcar sea demasiado presuntuoso para lo que pretende el autor estadounidense, al fin y al cabo el escritor es perro viejo y no desvelaría sus cartas en la primera jugada. O sí: tal vez marcar sí sea la palabra adecuada; porque las marcas, al igual que las barreras, los límites o las fronteras, no tienen más importancia que aquella que le queramos dar. No hay tanta diferencia entre lo que se intenta alcanzar y aquello que se pretende dejar atrás. No la hay si no somos parte implícita en hacer la diferencia. Cita dos veces Dell al escritor y crítico de arte John Ruskin en esta novela recordando que "la composición es la disposición de cosas desiguales". Y en la composición de esta novela, como en la vida y como en una partida de ajedrez, lo que importa es el conjunto y resultado de cada elemento o jugada. Somos nosotros, jugadores, quienes disponemos la relevancia de nuestras vivencias.
"Hay mucho que aprender aquí del juego del ajedrez, cuyas batallas individuales son todas parte de una batalla larga que busca un estado no de adversidad o conflicto o derrota o incluso victoria, sino la armonía que subyace en todo ello."Dell Parsons, de quince años, lleva viviendo los últimos cuatro en Great Falls, una pequeña población de Montana, junto a su hermana melliza Berner y su padres. Es el lugar en el que han estado más tiempo asentados, dados los continuos traslados de destino de su padre que es miembro del ejército de los Estados Unidos. Estamos en la década de los cincuenta. Dell comienza a sentir Great Falls como su hogar a pesar de que aún no tiene amigos. Espera con ansias el término del verano para comenzar el instituto, apuntarse al club de ajedrez y dedicarse a la apicultura. Pero sus humildes planes de futuro se verán truncados de la noche a la mañana. Sus padres son detenidos acusados del atraco al Agricultural National Bank de Creekmore, en Dakota del Norte. Dell y su hermana se quedan solos y desvalidos, y cada uno resolverá la encrucijada a su manera. Berner huirá de la casa familiar hacia quién sabe dónde. Dell, en cambio, dejará que una amiga de su madre le ayude a cruzar la frontera a Canadá, lugar en el que reiniciará su vida y recorrerá el tránsito de la niñez a la vida adulta.
"Una frontera eran dos cosas al mismo tiempo. Era entrar y era salir."Estoy pensando ahora según escribo, que la única frontera verdadera que se cruza en este libro es precisamente esa: entrar en la fase de madurez y salir de la infancia. Las demás fronteras, físicas o emocionales (y hay mucho de emocional transformado en físico en esta novela), como ya he dicho, están donde cada uno las quiera poner y tienen la importancia que cada uno les estime dar. Sin duda la aventura delictiva de sus padres es un punto de inflexión en la vida de Dell que señala el inicio del fin de su infancia, pero el verdadero adiós a los días de niñez lo dará sin embargo en tierras canadienses. Es esta una novela muy norteamericana, por paisajes, por ambientación, por comportamientos, pero como en las grandes novelas, la historia que en ella se cuenta es universal.
Pero volvamos a los progenitores de Dell. Los padres son el centro neurálgico de nuestra infancia y una gran influencia posterior, y sin duda, el cambio en la forma que tenemos de verlos constituye parte de nuestra entrada en la edad adulta. Los padres de Dell son absolutamente maravillosos. Bueno, es verdad, han atracado un banco. Vale, son imperfectos, como todos, pero sí, lo han hecho lo mejor que han sabido. Venga, va, rectifico: los padres de Dell son unos personajes absolutamente maravillosos. Ellos, en solitario, su relación, como pareja, como no-pareja. Richard Ford hace alarde de una maestría admirable y crea un retrato absolutamente fascinante y convincente sobre como dos personas aparentemente normales deciden un día jugarse el todo por el todo y dar al traste con sus vidas y las de sus hijos. Lo hace en boca de Dell, no solo protagonista sino también narrador de esta historia. Y lo hace desde la serenidad y la madurez, cuando ya han pasado muchos años no sólo del atraco sino de los posteriores asesinatos.
"Nuestros padres no eran personas temerarias en la vanguardia de nada. Eran, como ya he dicho, gente normal a la que le jugaron una mala pasada las circunstancias y los malos instintos, y la mala suerte, que les hicieron aventurarse más allá de las fronteras que -sabían- eran las correctas, y luego fueron incapaces de volver atrás."El atraco y los asesinatos, ha llegado la hora de hablar de ambos. Podría decirse que el primero es el punto de partida y el segundo el punto de destino, sino fuera porque el destino de Dell continúa tras los últimos y porque el primero no es solo el germen sino el centro en torno al cual gira todo. Y cuando digo todo no me refiero sólo a la trama. El atraco al banco por parte de los Parsons separa dos partes de la novela muy diferentes entre sí y ocupa además aproximadamente la mitad de las páginas de un libro que sobrepasa las quinientas (aviso para los lectores más impacientes). Y sí, he notado diferencias entre ambas partes, y con ello no quiero decir que una sea mejor que la otra.
Bonnie & Clyde wanted poster, 1934
Dell juega con ventaja en la primera parte. Tira de recuerdos, de detalles cuyo significado no alcanzó a vislumbrar en su momento pero que por contradictorios a su normalidad quedaron registrados en su memoria y que con el paso de los años, y a la vista de los acontecimientos posteriores, pudo encajar en ese gran puzle que compone su historia familiar. La parte de relato referente a sus padres de la que no fue testigo la reconstruye con la información que le procuran las noticias publicadas tras el atraco y el diario que su madre escribió en prisión, y como he dicho anteriormente, la historia conquista y convence. En la segunda parte, en cambio, a pesar de que sus padres le ceden todo el protagonismo, a Dell no le queda más remedio que dar palos de ciego (y a nosotros también, pues si antes éramos conocedores al menos de los perpetradores del atraco, en este caso no sabemos nada de lo que va a acontecer), tanto en su vida como en la narración. Está solo en un mundo inicialmente hostil, y aun años después, el porqué de muchas cosas que sucedieron son una auténtica incógnita para él. Dispone de sus vivencias y del resto sólo le queda aventurar aunque, eso sí, aventura muy bien. Por otra parte, estas arenas movedizas sobre las que pisa el protagonista contribuyen a alimentar el aurea de enigma y misterio que acompaña a uno de los personajes principales de esta segunda parte, segunda parte con la que (tengo que reconocer) al principio me costó arrancar, único pero (y por ponerme tiquismiquis) que le puedo achacar a esta novela. Richard Ford es un escritor enorme y no seré yo quien venga a decir lo contrario.
Hace escasas semanas, en un encuentro con más de 1.500 lectores, cita previa a su recogida del citado premio Princesa de Asturias, el escritor abogaba por una literatura «que no sea solo bella, sino útil, que nos recuerde que fuera hay otros como nosotros o diferentes, que nos de conocimiento nuevo, que pueda descubrirnos orden allí donde creíamos que solo podía haber desorden, pero sobre todo que nos convenza de que la lengua no solo no es basura, sino que está llena de música, de placer y de información» (fuente: diario El Comercio en su versión digital). Tras mi lectura de Canadá, tan sólo puedo concluir que la literatura de Richard Ford se acerca mucho a este ideal.
Es la suya una novela que nos hace indagar en lo conocido y nos descubre lo diferente, es útil, no carente de belleza, y por encima de todo, es la suya una novela que pone orden donde aparentemente no lo hay. Cómo sino entender una novela que se adentra en la lejanía de la infancia y en el tránsito a la madurez, que nos hace reflexionar sobre los límites y fronteras que cruzar o no cruzar, que trata sobre la vida misma. No hay respuestas en ella, pues ya es sabido que los buenos libros sólo ofrecen preguntas, pero nuestro Dell sí que recibe un par de consejos: uno de ellos acerca precisamente de esos límites; el otro, se lo da la mujer que le ayuda a cruzar esa significativa frontera a Canadá, tierra de oportunidades:
"Tu vida va a ser variada y emocionante antes de que te mueras. Así que procura centrarte en el presente. No te niegues a las cosas, y asegúrate de tener siempre algo que no te importe perder."No es un mal consejo.
My First Pheasant Hunt. Fotografía de Torrey Wiley
Ficha del libro:
Título: Canadá
Autor: Richard Ford
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2013
Nº de páginas: 512
ISBN: 978-84-339-7871-4
"La vida se nos da vacía. Tenemos que inventar la parte feliz", nos dice Richard Ford en esta novela. Y vuelve a incidir en la misma idea citando a Ortega y Gasset, germen de esta cita, en su discurso en la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias el pasado 21 de octubre, el cual os dejo a continuación y cuyo texto íntegro podéis leer aquí (estoy pesadita con lo del premio, lo sé, pero mi lectura de este libro coincidió con la presencia del escritor en tierras asturianas e inevitablemente se ha enriquecido con la misma). Apela a la imaginación para llenar esa vida, y por tanto a la literatura, y reivindica la alegría para sobrellevar estos tiempos inciertos. Dignifica con sus palabras el término política, tan denostado últimamente, y se compromete a seguir trabajando, dando lo mejor de sí mismo, para crear algo provechoso para el mundo. Que así sea y que nosotros lo leamos.