Revista Cultura y Ocio

Canalillo

Publicado el 12 marzo 2015 por Icastico

Stop al canalillo. La noticia no da para mucho, o eso parece, así que no me voy a extender. Para mí, la Semana Santa nunca fue semana ni santa. A lo sumo cuatro días y el resto a currar, y si me apuras, de esos cuatro, dos de ellos, como quien dice, uno de ida y otro de vuelta, se me iban en atascos y en improperios o juramentos, nuevos y viejos, dedicados a la madre o al padre del colosal e inevitable atasco en aquellas carreteras de dios y en la actualidad de Fomento, o nuestras si es que han sido rescatadas. Eso si había tenido la santa idea de pillarme unas vacaciones, fuera o no a exhibir la Fe en fila india en una procesión ad hoc, que nunca fue el caso. Tacos en conserva, ojo, dentro del coche, que soy muy respetuoso con las fes ajenas, allá cada cual con sus “cristos”. Santa, lo que se dice santa, tampoco, solo lo fue por obligación, en el tramo tardofranquista que me tocó vivir, vamos, una santidad de paripé; de no comer carne, no salir de juerga (todo estaba cerrado) y otras talibanadas.

A lo que iba, en Alicante, la Junta Mayor y Hermandades del asunto procesional o lo que sea van tomar medidas de género, solo afecta a las mujeres, más concretamente a las impúdicas, y dentro de las impúdicas a las que lleven canalillo, a ver, llevar lo llevan casi todas, a las que lo luzcan, quiero decir, y a las más trasparentes, fíjate tú. Y a las de boquita carmín. Y a las que porten falda corta. Como tengan la ocurrencia de llevar el kit completo pueden quedar como un putón, con perdón. No importa si estafaron a un preferentista, o apoyaron leyes pro desahucio, o aplaudieron a Morenés mientras se reía de una protesta por acoso sexual a una mujer en las filas de su ejército, o le sueltan un “que se jodan” a los parados sin prestaciones, o se presenten a alcaldesas de Madrid habiendo apadrinado antes a una legión de corruptos y mil canalladas más, esas son otras impudicias. No importa si eres varón y se te subleva la verga en el pantalón. Tampoco importan las llagas, la sangre, heridas, espinas, lágrimas y todo el catálogo de dolor y sufrimiento que acompaña a cada imagen. Ni que un costalero lleve una curda de campeonato, trabajada relevo a relevo en el porte de su paso. Es la carne, carnosa.

Me imagino al batallón de censura en plena faena, escudriñando a fondo tetas, labios y muslos, evaluando si un centímetro de más merece la expulsión de la fila, ante miles de ojos, de una mujer “indecente”. Supongo que serán de la sección femenina; dura prueba si son de la masculina. Cuanta santa estupidez en nombre de Dios.

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