Resulta que ahora no se puede decir lo que se piensa, porque si se hace, nos llamamos canallas.
Al parecer cuando alguien muere, siempre se dice: 'que bueno era' y nos olvidamos que la condición humana es muy especial y en algunas ocasiones no admite que se pueda decir que esa persona era o fue buena, pero siempre tendremos algún rincón de nuestra alma o conciencia o como se quiera denominar a eso que se queda incrustado alguna vez en nuestra vida.
Me refiero a que a lo largo de nuestra vida, alguna vez, y digo sólo alguna vez, es posible que hayamos propiciado alguna tropelía que (sin querer) hemos hecho daño a alguna persona o colectivo.
Por tanto, cuando alguna persona por razón de su cargo, profesión o simplemente con su trabajo, es posible que haya ejecutado acciones (sin querer) que han propiciado un mal en alguna persona o colectivo.
Últimamente he leído loas del buen hacer del ahora fallecido Emilio Botín (D.E.P.); creo que no es insultar, cuando se ha dicho que dicho señor podía haber evitado muchos males a sus semejantes, concretamente con las 'hipotecas basura'.
Dicen de este señor que "aportó más bienestar e hizo más caridades de lo que jamás ha hecho los canallas de los escraches". Esto lo dice Salvador Sostres en su columna de el periódico El Mundo.
Sólo tengo que recordar los suicidios que han sucedido por no poder pagar las hipotecas de sus casas de muchos ciudadanos.
Qué lo vamos a hacer, habrá que seguir siendo canallas.