Zalamea de la Serena, Badajoz
Motivado por los problemas que se vivieron en el Mediterráneo Oriental entre los siglos VII-VI a.C., dentro del comercio peninsular se producirá la caída en el valor de los metales. Esta situación dará lugar a una acusada disminución en el ritmo de la metalurgia y la economía y el desarrollo tartésico, tan dependientes de esta actividad, se verá gravemente afectado. El cambio en el status quo orientalizante conllevará una crisis con los fenicios de Gadir e, irremediablemente, la ruptura de relaciones.
Años posteriores, una vez restablecida la demanda de metales, lo que vino a ocurrir fue que los fenicios se vieron imposibilitados para traer el mineral hasta las costas manteniendo la antigua organización tartésica establecida. Fue precisamente esta la causa que les empujó a abrir una segunda ruta con el interior.
Maqueta en Centro de Interpretación de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
La vía natural para abastecer de metales a los fenicios del sur fue aquella que, vinculada a la extracción de mineral y controlada por los colonos Tartessos, unía el territorio del suroeste luso y la región de Onuba (actual Huelva) con la Meseta Norte a través del río Guadiana y la Falla de Plasencia. Era, pues, la ruta de comunicación más cómoda y rápida, dada la ausencia de zonas escarpadas y la rectitud de su trazado, motivos por los cuales se había definido desde origen como exclusiva. A partir de la crisis tartésica dejó de serlo.
Como decíamos, restablecida la demanda de los metales, las colonias sureñas organizarán caravanas que, partiendo ahora desde el Guadalquivir, a la altura de Corduba, penetraron en el interior hasta atravesar el río Guadiana por el vado de la ciudad de Conisturgis (localizada en la actual Medellín, según conclusiones de diversos autores), pueblo de los conios, y entroncando con la antigua vía por la zona del Tajo. La nueva ruta comercial suplantará a la primaria en torno al año 600 a.C., permitiendo el contacto directo de los fenicios con la población indígena y sus recursos mineros (oro, plata, estaño). A su paso, aportarán, durante los dos siglos siguientes, elementos culturales propios de la influencia mediterránea.
Patio de acceso al edificio. Yacimiento de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
Siempre tuvo Gadir gran interés por contar con puntos de control comerciales para evitar cualquier tipo de aumento en el valor de los productos demandados. Para lograr dicha supervisión, tanto en las vías de acceso a los centros mineros como en las zonas de extracción, construyeron una serie de edificios – centros socialmente neutros, con el consentimiento indígena y bajo la advocación de alguna divinidad – que permitieran el intercambio de mercancías entre fenicios y nativos y garantizasen el éxito comercial. Los mercaderes semitas aportarán a la comunidad local productos exóticos altamente apreciados por estos últimos.
Construir un lugar sagrado en un hábitat indígena, donde existieran zonas mercantiles importantes, fue una práctica común en la expansión fenicia por todo el Mediterráneo, sobre todo si su intención no era otra que mercadear en esos territorios de forma prolongada. En este sentido, cabe recordar que Melkart, divinidad tutelar de Tiro, guardó estrecha relación con la actividad comercial fenicia; era su oráculo quién aprobaba la ubicación idónea donde ejercer las transacciones con la población nativa. Islas, ríos, pantanos, marismas, humedales o cualquier otro entorno acuífero fueron identificados como auténticos espacios sacros donde practicar su comercio (otro ejemplo lo tendremos en el Santuario de El Carambolo)
Pasillo distribuidor, cuya función fue la de comunicar con las distintas áreas del edificio una vez accedido al interior del mismo: una de habitación, un de almacenaje, otra de residencia y, por último, otra para el espacio sacro. Yacimiento de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
Cancho Roano fue uno de estos santuarios-mercantiles que, aprovechando un primitivo edificio, fue erigido a los pies de la segunda ruta comercial abierta antes de enlazar con Conisturgis, ciudad tartesia donde se situaba el vado del Guadiana a unos 40 km de distancia.
La primera construcción del edificio correspondería a una pequeña cabaña nativa, reutilizada por los orientales y situada bajo un entorno boscoso junto a la orilla de un arroyo (el Cagancha), cuyo cauce no cesaba de arrastrar agua gracias a los manantiales que lo alimentaban. El enclave elegido reunía las condiciones necesarias para mantener activa esta conexión, pues el río, que desembocaba a tan sólo 100 metros al norte del Santuario natural, bañaba buena parte del área occidental hasta alcanzar el Guadiana a la altura de la actual localidad de Medellín.
Este es el ámbito más amplio, importante y complejo del monumento, donde se desarrolló el culto en el santuario. Este mismo espacio, la superficie de la cabaña primitiva, fue siempre respetado en las tres etapas conocidas. Hoy podemos contemplar el que correspondería al santuario más antiguo, aquel cuyo elemento principal es un altar circular rematado por un triángulo y en cuyo interior existía un cuenco de cerámica donde se recogería algún líquido sagrado vertido sobre el interior del altar. Yacimiento de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
El pequeño edificio será el espacio a partir del cual se distribuirán el resto de estancias que se construyan en fases posteriores. Sobre su planta se dibujó un primer altar con piedras recubiertas de arcilla; no era más que un círculo del que partía un triángulo cerrado. La interpretación de esta simbología recuerda la imagen de la diosa Tanit. Aunque se desconoce cuál pudo ser la divinidad allí adorada, lo que sí es seguro es que la población indígena debió conocerla para así aceptar construir un santuario en su territorio. Pudo, incluso, que se tratara de la propia Astarté, diosa de la fertilidad cuyos santuarios estuvieron muy vinculados con el agua.
Hallazgo localizados en el interior de las estancias destinadas al almacenaje del edificio. Centro de Interpretación de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
En el momento de reutilizar el edificio, este se encontraba completamente aislado; no existía ningún otro asentamiento humano en sus alrededores. La crisis del modelo tartésico habría afectado a toda la periferia de Conisturgis, por lo que el conjunto de asentamientos rurales creados en torno a la antigua vía comercial, dependientes todos ellos del núcleo principal, habrían sido abandonados en ese periodo. Siendo concebida inicialmente esta pequeña cabaña como Santuario, morada terrenal para la adoración de una divinidad, no transcurriría demasiado tiempo para que levantasen sobre ella, a imagen de otras construidas en Oriente Próximo y siempre respetando su función de culto, un edificio monumental de planta palaciega.
Réplica del altar tipo Piel de Toro o Lingo Chipriota cubierto por una capa de cal quemada. Cuando se inutilizó, se tapó con una gruesa capa de tierra que la protegió y conservó. Centro de Interpretación de Cancho Roano.
Es, por tanto, en torno a la mitad del siglo VI a.C. cuando se construye un edificio de planta cuadrada, orientado hacia la salida del sol y rodeado por un profundo foso. Los materiales utilizados fueron los propios de su entorno: piedras, arcilla rojiza para el adobe y cal para enlucir las paredes internas. La sala que guardaba al dios o a la diosa, la denominada cámara central, cumpliría la función de cella, espacio donde quedaba representado un altar tipo “piel de toro” o también denominado “lingote chipriota”, cubriendo la anterior simbología del círculo y el triángulo. Por otro lado, el patio de acceso fue concebido como espacio para los ritos y las habitaciones secundarias en estancias donde almacenar las ofrendas y los objetos propios del culto.
Pero no nos confundamos, Cancho Roano fue, ante todo, un edificio destinado a la práctica de transacciones comerciales entre los fenicios de Gadir y la población indígena, en las cuales los orientales buscaron abastecerse de metales preciosos a cambio de la entrega de objetos exóticos importados. En sus diferentes habitaciones se almacenaban las mercancías traídas del Estrecho, se depuraba y limpiaba el oro con el mercurio extraído en los yacimientos de las colonias próximas (pudiera ser el caso de Sisapón), se pesaba el metal con el que se comerciaba, etc.
En conclusión, en los primero tiempos de vida de Cancho Roano, el edificio de tipo Mercantil-Sacro, fue un modelo habitual utilizado por los semitas en su expansión colonial y lugar donde se vinculaba lo sagrado con las operaciones mercantiles: la divinidad protegía las transacciones, salvaguardaba los intereses entre las partes y creaba vínculos fructíferos con miras a un futuro próspero sobre las mismas.
Estancias del edificio. Yacimiento de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
¿Qué es lo que ha ocurrido en su entorno más próximo?, ¿qué es lo que ha cambiado? Como ya hemos indicado, durante el siglo VI a.C. Tartessos entra en una profunda crisis. Conisturgis, núcleo central de esta cultura en la zona, hasta la fecha había estructurado un basto territorio agrícola aglutinando granjas dedicadas a la explotación cerealista. Es desde esta ciudad donde se ejercía el control de estos asentamientos rurales y sus producciones de excedentes. Así fue como la primitiva Medellín adquirió capacidad plena para dominar el amplio territorio de la Serena en la fase orientalizante.
Pero este modelo acabó derrumbándose a finales del siglo VI a.C. mientras que, a la par, un nuevo sistema de organización y control sobre las tierras se iba imponiendo, aunque mantuvo vivos los gustos e influencias heredados. No tardaron en aparecer los primeros régulos en la zona, así como las construcciones de grandes y complejos edificios bajo túmulos que denotaban la señorización del campo tras la crisis. Empezaba a florecer la cultura turdetana en el suroeste peninsular.
Estancias del edificio. Yacimiento de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
Conisturgis, entendida como ciudad central, desaparece en la segunda mitad del siglo VI, pero lejos de caer en una profunda crisis como consecuencia del derrumbamiento del sistema, la cuenca del Guadiana vivirá a partir de entonces su mayor apogeo reorganizando las relaciones de poder, la propiedad del campo y la producción metalífera del territorio.
En un momento indeterminado del siglo V a.C., puede que a principios del mismo, se lleva a cabo una importante reforma en el edificio. Se provoca un incendio con objeto de derrumbar los muros hacia el interior, apisonando y nivelando sus escombros para fijar el suelo sobre el que se levantarán las nuevas estructuras. Su aspecto final será muy parecido al que perdure hasta nuestros días.
Escultura de caballo enjaezado para monta del siglo V a.C. Quedan pequeñas evidencias del jinete que lo montaba, hoy perdido. La presencia del caballo es una constante en Cancho Roano, tanto en lo relativo a representaciones, como al hallazgo durante la excavación de los restos de diecisiete de estos animales en el foso perimetral del edificio. Museo Arqueológico Provincial de Badajoz.
El antiguo edificio fenicio quedará ocupado por un régulo o príncipe indígena, adaptándolo a lo que realmente se requiere de él. No se construye un edificio palacial para que lo habite, sino para cumplir con sus funciones redistributivas y reúna en su interior las riquezas metalíferas y las mercancías que son traídas al mismo. Es en los santuarios donde estos régulos ejercerán su verdadero poder; el comercio empezará a ser tratado directamente por ellos y no con los mercaderes de Gadir. Es más, se desconoce cuándo pudieron abandonar los orientales las transacciones económicas en Cancho Roano, si alguna vez lo hicieron, pero el material griego aparecido en su interior corresponde a sus últimos momentos de vida.
Bajo esta última reforma, el suelo de la cella fue cuidadosamente cubierto por una capa de tierra con la que evitar que el antiguo altar de culto se deteriorara. Sobre él se construyó un pilar cuya altura alcanzaba la segunda planta.
Atalajes de caballo. Museo Arqueológico Provincial de Badajoz.
A mediados del siglo V a.C. se realizó una última reestructuración en Cancho Roano, reformas que perdurarán hasta los inicios del siglo IV a.C., momento de su destrucción.
Se desconocen cuáles pudieron ser los motivos reales que llevaron al final de este monumental edificio. Quizás la expansión de los pueblos célticos desde la Meseta en el siglo V a.C. sea la pista a seguir (pulsa aquí para conocer la expansión de esta cultura). La migración céltica acabó rodeando y dividiendo el valle del Guadiana, siendo el periodo de su historia coincidente con la destrucción y el abandono precipitado de todos los edificios monumentales construidos bajo túmulo en la zona. Cancho Roano acabó siendo pasto de las llamas. Tal vez se tratara de alguna destrucción organizada, precedida de cierto ritual, por lo que la penetración de los célticos sí habría tenido algo que ver.
Con la destrucción de los últimos edificios orientales, entre finales del siglo V e inicios del siglo IV a.C., se detecta un completo abandono del interior de la Serena. Los hechos que llevaron a esta situación conllevaron el final del sistema social imperante en esos tiempos.
Interior de estancia. Al otro lado, el patio de acceso. Al fondo, las escaleras que, tras cruzar la puertan, daban paso al interior del edificio. Yacimiento de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
El edificio que hoy podemos visitar es el que correspondería a su última fase, momento de la destrucción. Se trata de un cuerpo principal, de planta cuadrada, formado por once habitaciones a las que se accede a través de un patio abierto hacia el río. Este espacio se encontraba enlosado con lajas de pizarra, contaba con un pozo, además de un banco corrido que se extienda a los pies de los muros.
Con ayuda de unas escaleras de cinco peldaños se pasaba a una pequeña habitación después de atravesar la puerta principal (entendamos que el edificio estaba construido por encima del patio). Desde esta pequeña estancia se accedía a una especie de pasillo distribuidor, cuya función no era otra que comunicar con las distintas áreas del edificio: una de habitación, un de almacenaje, otra de residencia y, por último, otra para el espacio sacro.
Colgante de pasta vítrea. Museo Arqueológico Provincial de Badajoz.
El área de habitación estaría formado por cuatro estancias. La de almacenaje contaría con tres en total, lugares donde se hallaron materiales fabricados en bronce y relacionados con atalajes y adornos de caballo, además de una treintena de ánforas que contenían cereales (trigo, cebada, avena) y almendras. También se encontraron otros envases destinados al vino y al aceite.
La zona considerada como residencial también estaba enlosada con lajas de pizarra. En ella fue donde se localizaron los adornos de importación, entendidos como los objetos más suntuosos que pudieron pertenecer al régulo.
Sin puertas de acceso desde los muros internos, la cámara principal contó en su centro, ocultando los altares orientales, con un pilar que se alzaría hasta la planta superior. Este sostendría una techumbre formada por troncos, con funciones de vigas, y recubierta por cañizos bajo una espesa capa de tierra. Es en el patio donde se halla una segunda escalera por la que se accedería a las cubiertas superiores, planas y levemente inclinadas, construidas a modo de azotea.
Estancias perimetrales. Del conjunto de estancias que rodean el edificio central, las correspondientes al sector norte y especialmente las más occidentales, son las mejor conservadas. Se caracterizan porque las ofrendas depositadas en su interior mantienen unas constantes que la relacionan con los actos de comer y beber: ánforas, vasijas, platos, jarros, asadores y braseros. También se han hallado poderales, dados de juego, objetos de adorno o herramientas de hierro. Yacimiento de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
Alrededor del cuerpo principal del edificio, y separados por un témenos que recorre su conjunto, se construyeron otra serie de estancias perimetrales, aisladas entre sí que, según los objetos hallados, estarían relacionados con el culto y la actividad doméstica. Estas nuevas estancias sólo comunican con el exterior a través de puertas que daban al témenos, nunca hacia el interior.
Un gran foso excavado rodea el complejo, interrumpiendo únicamente en su lado oriental. Este era el lugar por donde se accedía al conjunto.
¿Cuál será el futuro de toda esta historia? Muchos de nosotros mantenemos grandes esperanzas e ilusión sobre las excavaciones que se están practicando en El Turuñuelo (Guareña, Badajoz), un yacimiento arqueológico tartésico, datado del siglo V a.C., que puede llegar ofrecer mucha luz a esta parte de nuestra historia tan emocionante como desconocida: La Protohistoria.
Yacimiento de Cancho Roano. Zalamea de la Serena, Badajoz.
Bibliografía:
- Arqueología Protohistórica de la Serena (Sebastián Celestino Pérez)
- Análisis de los sistemas constructivos del Palacio-Santuario de Cancho Roano (Francisco Hernández Alfranca, María Victoria del Pozo González, Ignacio Anta Fernández)
- Sobre la fundación dle edificio singular de Cancho Roano (Fernando López Pardo)
- Medellín-Conisturgis. Reinterpretación geográfica del suroeste de Iberia (Martín Almagro Gorbea)
- Un palacio-santuario en las vías de comunicación protohistóricas peninsulares: Cancho Roano. Análisis arqueológico (M. María Gil Camarón)
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