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Canción dulce - Leila Slimani

Publicado el 17 enero 2018 por Rusta @RustaDevoradora

Canción dulce - Leila SlimaniEdición:Cabaret Voltaire, 2017 (trad. Malika Embarek)Páginas:288ISBN:9788494443480Precio:19,95 €Leído en la edición en catalán de Bromera, 2017 (trad. Lluís-Anton Baulenas).
Canción dulce(2016), la segunda novela de la escritora franco-marroquí Leila Slimani (Rabat, 1981), fue galardonada con el Premio Goncourt, el más prestigioso de las letras francesas. Después de convertirse en un éxito de ventas en los países francófonos, el año pasado entró por la puerta grande en el mercado español, donde ya va por la séptima edición, y va camino de repetir la gesta en el ámbito anglosajón, puesto que acaba de publicarse la traducción al inglés. Este logro no es de extrañar, ya que se trata de uno de los libros premiados más accesibles (nada de experimentos ni de digresiones intelectuales) y, además, plantea temas actuales que aún no se habían explorado a fondo en la literatura contemporánea. Es, por lo tanto, una obra próxima a los conflictos cotidianos de Occidente, narrada con un estilo claro, depurado y preciso, y con un excelente control de la tensión narrativa.La obra comienza con una escena sobrecogedora: la canguro ha matado a los dos niños que cuidaba y a continuación ha intentado suicidarse. Un punto de partida desgarrador, directo, sin medias tintas. Después, un narrador omnisciente reconstruye el suceso desde el principio, es decir, desde que la niñera, una mujer blanca de mediana edad llamada Louise, entró en las vidas de Myriam y Paul, una pareja de padres jóvenes residentes en París. Myriam renunció a su carrera como abogada cuando nacieron sus hijos, pero, en cuanto se le presenta la oportunidad de trabajar, ella y Paul deciden contratar, tras una búsqueda meticulosa, a Louise, una señora de aspecto cuidado y naturaleza jovial que se gana enseguida la confianza de los pequeños. Se alternan fragmentos sobre la madre y la canguro; una perspectiva fundamental para conocer los dos perfiles, las dos caras del enredo, cada una con sus propios problemas.Este planteamiento explora las tensiones de la maternidad en el siglo XXI para una mujer cualificada como Myriam: las renuncias que implica, más presión que sus antepasadas por el reto de la conciliación profesional y doméstica. Muestra la degradación de la madre durante los primeros años, el modo en que se abandona a sí misma, no solo en el plano laboral, sino en el cuidado de su imagen y sus relaciones sociales (para los amigos se convierte en una sombra de lo que fue, un ama de casa que poco tiene que ver con la estudiante brillante que conocieron). La sensación de denigrarse, porque, en una sociedad que pone por encima de todo la carrera, el capital económico, quedarse en el hogar con los niños se considera un desperdicio de talento o una holgazanería. El hombre, mientras tanto, no sacrifica nada. En estas circunstancias, tomar la decisión de contratar a una cuidadora no resulta fácil; el sueldo de Myriam se va en el de esta, y aun así los remordimientos no la abandonan.La novela relata, con un gran dominio del tempo, el modo en el que la niñera «invade» de forma progresiva el espacio privado de la pareja. Louise llega como un hada madrina (se hace esta comparación) que, no obstante, poco a poco se hace con un lugar propio en la casa ajena. Trabajadora infatigable y voluntariosa, cada vez se encarga de más tareas, limpia, cocina, juega con los niños, dedica más horas de su tiempo sin que nadie se lo pida. Los padres son conscientes de su entrega excesiva, pero le dan alas; Louise parece encantada de ponerles las cosas más sencillas. Es una empleada «ideal», nunca se queja. Y Myriam se siente tan liberada al no tener que preparar la cena al llegar… La pareja, Myriam en particular, se halla en una encrucijada: no está bien delegar tanto en una subordinada, pero aligerar sus responsabilidades domésticas los alivia tanto que no le paran los pies. Esta intromisión termina por resultar tóxica; el exceso de confianza conlleva riesgos.¿Y quién es Louise? Leila Slimani se adentra en el ambiente de las mujeres con una baja cualificación profesional, las que cuidan de niños y ancianos, las que limpian casas ajenas. Mujeres que encarnan lo opuesto a Myriam, la chica «emancipada». Louise se reúne en el parque con muchas como ella, mujeres pobres que empujan un carrito que no es el de sus hijos, la mayoría de otra etnia, en apuros por los papeles, aunque Louise en concreto es blanca, la excepción de la norma. Cada una de ellas oculta su pozo mientras pone buena cara a los niños (a propósito, se desmitifica la primera infancia: los niños se revelan caprichosos y egoístas, agotan a la persona que los cuida; se produce un desgaste psicológico en la canguro). Louise, fuera del piso de Paul y Myriam, es una mujer que vive sola en un suburbio de París. El marido, ya fallecido, la dejó endeudada y ella tiene dificultades para pagar el alquiler. Es madre de una joven que se marchó de casa de malas formas después de una adolescencia turbulenta. Paradoja cruel: Louise ha pasado toda su existencia entregada a los hijos de los demás mientras su propia hija, celosa de los niños privilegiados, se iba alejando de ella. Louise respira pobreza, soledad, desarraigo. No pide ayuda, no sabe pedirla, ha sido educada en el silencio castrante. Y cuando una persona soporta unas condiciones extremas durante demasiado tiempo, al final estalla.El quid del asunto está en el nexo que se establece entre los padres y la canguro. No hay un nombre para bautizar este vínculo: tienen un contrato de por medio, pero ser el jefe de alguien que cuida de tus hijos, que está en tu casa, entraña un compromiso distinto al de los trabajadores de una empresa. Por parte de la niñera, se produce una relación de afecto descompensado: Louise se vuelca con los niños y los niños con ella, pero sigue siendo una extraña en el núcleo familiar, una empleada a sueldo que no recibe una atención a la altura. El conflicto de las trabajadoras a domicilio reside en este intercambio desigual: la entrega emotiva por una compensación económica, casi siempre precaria. Hay, también, una tensión de clase latente: los padres, jóvenes, modernos, cultos, deben dar órdenes a una mujer de extracción humilde, una mujer que tiene una vida propia por mucho que se pase tantas horas en un hogar ajeno. Incluso para personas bienintencionadas como Paul y Myriam resulta imposible encontrar un equilibrio «justo» en su relación con la niñera.La autora introduce con sutileza la cuestión racial en el contexto de un París multiétnico y estratificado que podría ser casi cualquier ciudad europea. Myriam es magrebí, aunque está «occidentalizada». No habla a los niños en árabe, ni quiere a una canguro que lleve velo porque teme la complicidad de los orígenes compartidos, el peligro de que tener en común la lengua y la religión la empuje a estrechar su relación con un perfil de mujer —la no occidentalizada— de quien se ha distanciado. Es un acierto la inversión de roles: empleadora magrebí, cuidadora blanca, al revés que la tendencia dominante (sin ir más lejos, cuando Myriam acude a una agencia, la toman a ella por niñera, una escena que se asemeja a los episodios discriminatorios narrados por Chimamanda Ngozi Adichie en Americanah). Sin ser lo principal, resulta interesante leer una voz como la de Slimani, forjada entre dos culturas, que rompe nuestro etnocentrismo y detecta las ranuras por las que se cuela el racismo en la sociedad occidental.

Canción dulce - Leila Slimani

Leila Slimani

El título ironiza sobre los estereotipos asociados al cuidado de los niños en la cultura popular (esas estampas de padres jóvenes y sonrientes, en casas ordenadas y limpias, con madres bien peinadas, niñeras cariñosas y bebés siempre adorables). No, la realidad no es tan dulce como una nana, parece decirnos la autora. Slimani firma una muy buena novela y, además, una novela pertinente, por cuanto pone sobre la mesa una situación problemática que nuestra sociedad todavía debe afrontar. Es un libro perturbador, «incómodo», de los que obligan a mirar de frente aquello ante lo que querríamos apartar la vista, como esos grupos de mujeres que empujan carritos para subsistir a duras penas. Es, para más inri, el relato de una desgracia acontecida en el hogar de una pareja moderna, formada, acomodada hasta cierto punto; una pareja «de hoy», sensibilizada ante las injusticias, con buenos sentimientos hacia los desfavorecidos. Slimani no necesita irse a un barrio marginal para localizar en él un suceso espinoso, y esa es la verdadera tragedia: que ni siquiera ellos, ni siquiera las personas como Paul y Myriam, pueden evitar la catástrofe.

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