Revista Cultura y Ocio
Gerardo Diego enamorado y escribiendo como enamorado. Gerardo Diego con versos que muchas veces parecen de Pedro Salinas. Gerardo Diego y sus Canciones a Violante. El nombre, claro está, enlaza con la misteriosa dama que exigió a Lope de Vega que improvisara en su presencia un soneto; de ahí que el poeta santanderino se pregunte, en la primera composición del tomo: “¿Quién es Violante, reina de decretos?”. También desde el principio descubrimos que la estructura de esta obra lírica (la primera parte se titula “Presente” y la segunda “Ausente”) es deudora de Francesco Petrarca, otro enamorado insigne.Gerardo Diego sigue jugando en estas páginas con la polimetría y con la rima asonante, que maneja siempre con eficacia, y entrega a los lectores algunas metáforas hermosas (los paréntesis son “paredes curvas para la caricia”, la playa es un “sueño canela”, etc).Aunque el libro mantiene un elevado tono general, se me antojan especialmente memorables tres poemas: “Qué curiosos tus ojos”, “Tú te llamabas isla” (donde explica que los nombres de los protagonistas no son importantes en una historia de amor, sino simples corrientes de ternura) y, sobre todo, “Querer querer”. No me resisto a copiar un fragmento de la primera estrofa: “Para quererte a ti, querer quererte. / Yo te quise querer, y ya te quise. / Cuando escribí “Te quiero”, / en la t todavía no sabía / si te quería o te querría, / pero al cerrar la o / ya me temblaba del estar queriéndote”.
Reconozco que Gerardo Diego me sorprende en cada libro suyo que recorro. De mi desdén juvenil (tan ignorante, tan soberbio) he pasado a sentir por él una admiración clara, diáfana, serena. A veces el tiempo hace justicia, incluso en el interior de uno.