Revista Educación

Candela

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Candela Candela

Cuando tienes ocho años y te diagnostican una leucemia puedes darte por vencida. Es más, tienes todo el derecho del mundo a mandar a la mierda a esos que se empeñan en que el cáncer es una batalla que se gana o se pierde según las ganas que le pongas. A una niña de ocho años se le permite lo que se nos debería permitir a todos llegado el momento: rendirnos, cagarnos en todo.

Pero puede ocurrir también que si tienes ocho años y te diagnostican una leucemia, además del dolor y el miedo te preocupe el aburrimiento. Que las horas de hospitalización y tratamiento no se conviertan en un vacío que te absorba. Y puede suceder también que una voluntaria del hospital pediátrico en el que estás ingresada decida distraerte con una de esas tareas rutinarias pero entretenidas que minimizan los paseos mentales por el abismo: confeccionar pulseras de hilo.

Otra cosa que sucede a menudo, afortunadamente, es que el tratamiento surta efecto y salgas del hospital, al que solo vas a tener que volver de vez en cuando a por revisiones y nervios. Y que cada vez que vuelvas sientas una gratitud inmensa que se te desborde en el pecho y empatices con los que hoy pasan por tu aburrimiento (ojalá solo el aburrimiento) del año pasado. Es normal que quieras ayudar y que no sepas cómo.

Lo que no es tan habitual es que desde que empezaste a confeccionar pulseras ingresada en el hospital en 2013 e involucraras al resto de pacientes de la octava planta ( els xipirons)hayas recaudado 2600000€ y los hayas donado al laboratorio de investigación del cáncer pediátrico de tu hospital, el Sant Joan de Déu de Barcelona. 600000€ solo el año pasado. No es nada habitual que hayas generado una asociación con 639 voluntarios, las pulseras se vendan en más de 450 distribuidores oficiales y su confección sirva hoy de terapia ocupacional en varias cárceles y residencias de ancianos.

No es nada frecuente que el empuje de una niña enferma de cáncer y sus dos mejores amigas vaya a pagar el próximo 2020 un puñado de contratos científicos y posibilitar cinco proyectos de investigación que, muy probablemente, cogerían polvo en un cajón sin esta financiación.

No es, ni mucho menos, algo que suela suceder que solo siete años después de la primera pulsera, la asociación cuente hoy con un comité científico formado por representantes de hasta cinco hospitales distintos porque el proyecto es incapaz de dejar de crecer y quiere seguir saltando. Por ejemplo, hasta el Hospital Vall d'Hebron en Barcelona. Por otro ejemplo, hasta el Hospital Garrahan en Buenos Aires.

Candela no estaba obligada a superar su aburrimiento. Mucho menos a sacarle provecho. Ella y su entorno supieron aprovechar las buenas intenciones, combinarlas con un buen foco y muchas ganas. Y así surgió la Asociación Pulseras Candela (pincha en el enlace y hazte socio), un enorme generador de impulso al conocimiento científico, una asociación premiada por UNICEF, ONCE o la Cadena SER. Pero, repito, Candela no estaba obligada a hacerlo.

Imaginen que aquellos que sí están obligados, aquellos con poder, dinero y responsabilidades, pongan buenas intenciones, un buen foco y muchas ganas.

Imagínenlo.


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